¿Chavismo o serranismo económico?

Recogiendo el guante de la discusión con Serrano Mansilla

El académico español, Alfredo Serrano Mansilla, de quien se dice principal asesor del gobierno, ha propuesto unas "tesis económicas del chavismo" que son dignas de atención y revisión crítica, en su artículo "Las tesis económicas del chavismo" https://www.aporrea.org/actualidad/a233392.html

Lo primero que llama la atención del texto de Serrano es el supuesto de que el chavismo constituye algo así como una doctrina económica o social, como el keynesianismo, el neoliberalismo o el propio marxismo. Es decir, aplica un procedimiento parecido al que hicieron en su momento y espacio los estalinistas con Stalin, hablando de "marxismo-leninismo-stalinismo", o los maoístas con Mao (con su "pensamiento Mao Tse tung"): fijar metafísicamente un conjunto de discursos políticos, propagandísticos, muy contextualizados en su eficacia histórica, en unas "tesis" válidas en cualquier momento y lugar. O peor: pretender que los discursos de Chávez, muy eficaces, qué duda cabe, desde el punto de vista propagandístico, tienen una validez científica, respaldada en quién sabe cuál epistemología.

El economista español habla de "identidad chavista", expresión que ya he visto en textos de otros compañeros y que entraña, para mí, el riesgo de convertir el devenir de una época o de un movimiento sociopolítico concreto, en una "esencia" idéntica a sí misma, ya hecha, definitiva. Me parece más apropiado hablar de "identificación con el chavismo", porque de lo que hablamos es de un proceso histórico concreto, con varias etapas, en desarrollo, en el cual los sujetos se van identificando cada vez con narrativas, acciones, "performance", discursos, signos y hasta gestos, redefiniendo los límites y composición del movimiento.

De modo que, más que "chavismo económico", creo que allí se expresa un "serranismo económico": un invento (en honor a Simón Rodríguez) del profesor Serrano Mansilla, que busca su legitimación usando la figura de Chávez. Por supuesto, no es nada malo que el académico español invente su teoría. Lo felicitamos por su creatividad teórica. Lo que hay que ver con cuidado es el procedimiento de dogmatización del chavismo, que aprovecha melosamente el ánimo etnocéntrico de algunos venezolanos, tal vez en agradecimiento de unos honorarios profesionales. Una especie de adulancia de nivel epistemológico. Me parece más productivo, en aras de una discusión que vaya más allá de fáciles patrioterismos y devoción chavista, ubicarnos en el campo de debate del marxismo internacional. Pero discutamos las ideas principales de este "serranismo económico".

Tal vez la mejor manera sería invertir el orden de las tesis y agrupar algunas de ellas con fines críticos. De hecho, Serrano culmina sus tesis con la consideración de la necesidad de una "Agenda Económica Bolivariana" internacional. La idea me parece plausible. Por todo lo que dice el profesor español, claro. Pero también por una consideración que viene directamente del marxismo: el capital es un modo de producción mundial. De hecho, la "globalización", tan publicitada en la década de los 90 a raíz del derrumbe del bloque soviético y los éxitos macroeconómicos del gobierno de Clinton en EUA, no fue más que una nueva fase, liderada por los neoliberales, del proceso de mundialización del sistema-mundo capitalista que se inició en el siglo XVI, como bien apuntan Wallerstein, Dussel, Morin y otros muchos. Por otra parte, el fin de la Guerra Fría, por esa misma época, marca una nueva fase en la época del imperialismo, que comenzó a finales del siglo XIX, y específicamente del imperialismo norteamericano, que tuvo su culminación en la década de los 70.

Serrano habla de un "mundo multipolar" en el marco del cual hay que pensar las alianzas y la "exteriorización" de la AEB. Esta expresión (multipolar) me parece un contrabando ideológico, pues oculta varias cosas importantes, desde el punto de vista de la teoría del imperialismo. Primero, oculta que los supuestos "polos" de esa "multipolaridad" son otros tantos estados orientados por intereses capitalistas. Son nuevos imperialismos ("emergentes", como dice el vocabulario actual) en pugna, a la manera como los imperialismos europeos lo estuvieron a principios del siglo XX. Por supuesto, como ya el propio Papa lo reconoció, estamos ante el prólogo de una nueva "guerra fría" entre Eurasia y Occidente.

En todo caso, en contraste con la fase inmediatamente anterior, cuando los Estados Unidos fue el hegemón absoluto del sistema-mundo capitalista, se anuncia una "multipolaridad" peligrosa, por sus amenazas de guerra multidimensional: económica, política, militar. Hasta ahora Venezuela (y otros países) ha aprovechado la exportación de capitales chinos y rusos, como fuente de financiamiento de proyectos importantes. De hecho, nuestro país es una de las naciones que más le debe a China en América Latina. Es más, la viabilidad económica de las experiencias de gobiernos de izquierda latinoamericanos, se basó en las importaciones de materias primas, los créditos y las inversiones de la creciente economía china.

La cuestión es cómo aprovechar, en beneficio de nuestro propio desarrollo independiente, estas pugnas interimperialistas. De nada sirve que terminemos esclavos de la deuda china o rusa, en vez de serlo de la deuda con el FMI. El punto no es a quién le debemos. El punto es no tener que deber (por lo menos, tanto como para permanecer tan dependientes). Este punto de vista retoma la tradición de liberación nacional y autodeterminación de los pueblos, de la izquierda mundial. Es chavista y más allá, en su expresión política, concreta.

Serrano propone retomar iniciativas económicas con UNASUR, el ALBA y el BRICS. Esto parece de sentido común y es punto de continuidad con la política del gobierno venezolano en esas instancias. La cuestión es que el proceso integrador, tal y como lo plantearon bolivarianamente Chávez, Kirchner, Lula, Evo, Ortega, Castro, etc., se halla en graves problemas políticos por los conocidos avances de la derecha en Argentina y Brasil, aparte del fortalecimiento de la llamada Alianza del Pacífico donde, por cierto, China tiene participación. El proyecto de hacer un bloque económico, a la manera de la Comunidad Europea, que negociara en bloque con los otros bloques económicos, no se pudo realizar. O para su realización, habría que asimilar los vínculos de comercio entre los estados latinoamericanos (cada uno de ellos, por su lado), Europa, China y los Estados Unidos. La globalización continuó. Es un hecho. Esto plantea nuevos problemas. El principal: cómo reconfigurar nuestra inserción en la economía mundial globalizada.

Pasando a otro punto, estoy de acuerdo con que todas las ciencias sociales, incluida la economía, son conocimientos determinados por (y que deciden) la política. Esta recuperación de la "política" frente a la "economía" pura es una reivindicación que tiene muchos ecos. Aplaudo ese llamado de Serrano Mansilla. El mejor eco, es el de retornar, de una economía metodológicamente individualista, reducida a modelos matemáticos, propia del neoliberalismo, a un remozamiento de la economía política, la de los clásicos, la criticada por Marx. El otro eco, cuyos armónicos se notan en algunos discursos del gobierno, es el del maoísmo. Malísimo. Es el clamor de Mao contra la "ley del valor" que advertía en el Manual soviético; es su resistencia a considerar asuntos de productividad, industrialización, tecnología avanzada, planificación, por encima del tema político y moral. Después del Gran Salto Adelante, la Revolución Cultural y la Camboya del Khmer Rouge, ya sabemos adónde conduce esa melodía.

Pero quedémonos con el armónico "bueno". Habría, entonces, que repensar la "economía política" desde sus modelos ricardiano y marxista. Volver a pensar en términos de Modo de Producción y formación social. Revisar la política en términos de lucha de clases. Esto último es muy plausible. Me parece más esclarecedor y verdadero pensar en términos de lucha de clases para explicar los hechos en Venezuela, que en "guerra económica", con todos sus encubrimientos tramposos.

Ahora bien, retomar la crítica de la economía política de Marx, implica tomar distancia del estatismo de tradición lassalleana y keynesiana que ha impregnado, quizás sin saberlo, la totalidad de las políticas económicas desde hace mucho tiempo, del chavismo como de la IV República, y más atrás. Repensar la economía política tiene un capítulo relativo al rol del estado, y aquí Serrano Mansilla tiene un resbalón teórico, cuando introduce elementos éticos (el humanismo, el Hombre como centro) para justificar para siempre, como constante del nuevo estado, las misiones, el control cambiario y los subsidios, por ejemplo.

Serrano confronta el neoliberalismo con el cristianismo, con la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Esto, tal vez, corresponda a ese mestizaje ideológico del discurso político del propio Chávez, que articulaba tradiciones completamente diferentes y hasta contradictorias, en un discurso propagandístico movilizador que apelaba a esos contenidos, precisamente, por su eficacia en engancharse con las creencias de las amplias masas populares. Pero lo que puede ser válido para la propaganda, puede no serlo para la teoría. Menos para una teoría que se propone como "revolucionaria".

Hay, efectivamente, un humanismo marxista. Eso se discutió y aclaró mucho en los medios académicos venezolanos en los 70. La cuestión es que para Marx el "Hombre" (las feministas hoy agregarían "y la Mujer") no es otra cosa que la síntesis de las relaciones sociales. Es decir, desplazaba el asunto de la dignidad humana, del plano de una filosofía trascendental (el kantismo, por ejemplo, que pone, efectivamente, al Hombre como objetivo de todo), al plano de la ciencia social e histórica, al plano de las estructuras de las relaciones sociales en los modos de producción. Muchos (García Bacca, Ludovico Silva) han visto en ese "humanismo" un residuo de cristianismo en Marx. Otros se han agarrado de allí para articular marxismo y, por ejemplo, el existencialismo (Sartre), o marxismo y el cristianismo mismo (teología de la liberación).

Lo que quiero decir (y esto lo entendieron hasta cristianos como Camilo Torres) es que las políticas se implementan desde el Poder revolucionario, para transformar las estructuras sociales, y no para realizar obras de caridad o de simple "amor" a la "Humanidad", como las acciones de la Madre Teresa. Por supuesto, transformar las estructuras y las relaciones sociales capitalistas redundarán, a la postre, en bien de los seres humanos (y más allá: de todo el Planeta, dirían hoy los ecologistas). Muchos "chavistas", no muy santos (por ejemplo, Acosta Carles en su gobernación de Carabobo), confundieron caridad y filantropía con socialismo. La intromisión de un elemento moral o religioso en un discurso científico (¡y económico!) contribuye a la confusión.

Esa confusión de base, lleva a las demás. Serrano Mansilla habla de imponer el valor de uso sobre el valor de cambio para desmercantilizar las políticas sociales y defender férreamente los derechos sociales. Hay demasiados revoltillos aquí como para marear a cualquier inadvertido chavista. En primer lugar, el valor de uso es sólo un aspecto de la mercancía; el otro es, por supuesto, el valor de cambio. Pero (desde Marx hasta Baudrillard) se sabe que la mercancía es una relación social de dos caras: por un lado, el intercambio de "equivalentes" (valor de cambio) y, por el otro, la satisfacción de necesidades. Ya Manfred Max Neef (y el mismo Baudrillard) han realizado la crítica a una concepción naturalista de las necesidades que establece como única forma de satisfacción a los satisfactores colocados en el mercado. O sea, sólo saciar la sed tomando Coca Cola.

Tal vez lo que quiere decir Mansilla es que se colocará la satisfacción de las necesidades, por encima de la obtención de la ganancia y, más allá, de la ley del valor (¡oh, Mao!). Pero esto supone ya el comunismo, etapa histórica cuando supuestamente cada quien recibirá según sus necesidades, independientemente de sus capacidades y de lo que pueda dar de ellas. O sea, cada quien recibirá gratis lo que requiere. Desde Marx sabemos que, para llegar hasta allá (en una economía mundial, de paso), hay que atravesar un largo y problemático período de transición, que resultó mucho más largo y problemático que lo que ellos imaginaban. El punto es que Serrano Mansilla, llevado por su "humanismo", fundamenta este revoltijo de economía política malentendida, fundamenta esa desmercantilización, en el derecho.

¿Esto qué quiere decir? Por un lado, que el estado es el único que puede "desmercantilizar" mediante políticas sociales. En otras palabras, la desmercantilización se hace efectivamente a través de las misiones. Estas no son políticas de emergencia social, sino expresión del "humanismo". Que las misiones serán eternas porque siempre tendremos pobres entre nosotros y la oportunidad de amarlos, con un amor inagotable como la renta petrolera, mediante "políticas sociales". Que la educación, la salud, la capacitación técnica, los alimentos, etc. deben darse, sin tener a la vista que esos gastos (porque al final para producir todo eso que se da, se requiere un proceso de producción que cuesta trabajo y capital) sirvan eventualmente para que los pobres se hagan productivos y puedan, por sí mismos, producir lo que necesitan.

Y hablando de repensar la crítica de la economía política ¿dónde queda la lucha de clases aquí? La verdad es que no se ve por ningún lado, porque está oculta tras tanto amor.

Otro punto (y con esto paro, por ahora) que toca Serrano Mansilla es la inevitable, repetida, siempre aplaudida "superación del rentismo". Aquí Serrano Mansilla apunta a algo bien sensato: hay que apuntar a la totalidad. Incluso, al "metabolismo" del capital. La solución no es simple. Y apunta que hay círculos viciosos. Muy bien, pero ¿y entonces? Víctor Álvarez acaba de lanzar a la discusión su tesis de la existencia de un "neorentismo socialista". En otra oportunidad criticaré ese concepto, basado en una teoría socialdemócrata. Es más, de fuentes adecas: Matos Azocar, Blas Bruni Celli y José Esteban Rey. Pero el mérito de Álvarez es que se mete a fondo en el problema, e introduce ideas para el debate. Serrano Mansilla se asoma al abismo y dice que es muy complicado, y que el asunto de los equilibrios macroeconómicos no hay que verlos desde la economía neoclásica. Insisto ¿y entonces? ¿O se impone aquí también el amor a la Humanidad?

En todo caso, se nota en el texto de Serrano mansilla la ausencia de temas como la productividad, y en función de ella, la nueva organización del trabajo, el cambio del estilo de la gestión y de las organizaciones. Hay que reconocerle que menciona el rol destacado de la ciencia y la tecnología. Hasta las nuevas sensibilidades de las redes sociales merecen unas palabras. Pero me da la impresión que le saca el cuerpo al asunto del "modo de desarrollo", las relaciones técnicas de producción, la conexión con ese capitalismo global que en pocas décadas desplazará muchas materias primas por los nuevos materiales desarrollados por la nanotecnología.

En fin, tantas materias quedan fuera, que llego hasta aquí, al menos con la intención de seguir discutiendo, no sin asentar que no hay tal "chavismo económico", si es que desean fijar en unas tesis indiscutibles el nuevo dogma del Partido-Gobierno-FFAA. El chavismo es una discursividad política movilizadora y contingente, aparte de un movimiento sociopolítico popular concreto, con sus etapas de composición y reagrupamiento, con cambiantes programas. Lo demás son los intentos de un nuevo dogmatismo que repite los procedimientos ya vividos en el siglo XX.

 

 



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Jesús Puerta


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