Pragmatismo, chavismo y marxismo o la sensatez microeconómica de Juan Arias

Por supuesto, los tres "ismos" que encabezan el título de este artículo tienen diferentes status. El pragmatismo del que hablaré no es el rudimentario y vulgar que califica ciertas conductas políticas generalmente inmediatistas, improvisadas, hechas para salir en cámara y aprovechar la oportunidad solamente, que terminan siendo iniciativas impacientes y zigzagueantes, por lo que muchos las contraponen a la actuación principista. Me refiero al pragmatismo como corriente filosófica, que se halla en el mismo status del marxismo, pensamiento que se propone como ciencia de la historia al servicio de su interpretación y transformación. En cuanto al chavismo, es más un movimiento político caracterizado por unos discursos de agitación y propaganda, llenos de citas de tradiciones de izquierda, nacionalistas y hasta cristianas, que adquieren cierta estatura programática en el "Plan de la Patria".

El pragmatismo es de origen anglosajón. Su criterio de verdad es el éxito, o sea, para él es verdad aquella afirmación cuyos efectos prácticos reporten un bien. Y al revés: lo beneficioso, los resultados de una acción, es su verdad. Por eso su centro es la práctica. En eso se parece al marxismo, para el cual también la práctica es el criterio de la verdad, dejando atrás el idealismo y sus ideas abstractas de validez universal, y el materialismo vulgar del siglo XVIII que concibe la materia como objetos duros y tangibles solamente, olvidándose de la actividad humana, que siempre están significadas por sentidos no muy tangibles que se diga.

Otra coincidencia: tanto para el pragmatismo (Pierce, por ejemplo) como para el marxismo, las ideas son de este mundo y se materializan en el lenguaje y en la actividad humana. El marxismo precisa un poco más: las ideas se materializan en la comunicación entre los seres humanos y en su movilización como fuerza histórica. Ambas teorías desarrollan teorías sobre los signos y la comunicación. Iguales coincidencias se dan en el pensamiento pedagógico de ambas corrientes: las dos tienden a relacionar el aprendizaje con la unidad de la teoría con la práctica.

Prefiero hablar de chavismo como movimiento social y político, que como pensamiento. Mucho menos es una teoría. Al menos no al mismo nivel o status que el marxismo. Algunos compañeros estarán de acuerdo con que el chavismo pudiera ser la aplicación del marxismo a la Venezuela del siglo XXI. Pero el propio Chávez diría que él también estaba aplicando el bolivarianismo y el cristianismo, lo cual crea un enredo intelectual, porque las tres teorías son ciertamente incompatibles hasta cierto punto. En todo caso, para aplicar una teoría, para unirla a una práctica hasta llegar a significarla, hay que interpretarla, darle una significación especial que esté de acuerdo a las circunstancias, a los fines prácticos que se persiguen en el momento y a otros plazos.

Por eso está fuera de lugar cualquier actitud de pontífice del chavismo, con interpretaciones supuestamente "ortodoxas" o "disidentes" (o "herejes", "heterodoxas", etc.), como si los discursos y documentos de Chávez fuesen una "Palabra Sagrada", un evangelio. Más ridículas se ven esas actitudes en tiempos en que hasta los propios evangelios se consideran simples colecciones de mitos de su época, con muy poca referencialidad histórica real. El juicio sobre ciertas políticas del gobierno o del mismo movimiento político, no puede basarse en esas ortodoxias. De paso, ya hace tiempo que G. Luckacs indicó que la mismísima "ortodoxia" del marxismo se limita al uso del "método": el punto de vista de la totalidad y la unidad de la teoría y la práctica.

Debemos examinar, juzgar y eventualmente criticar las políticas del gobierno y el movimiento político, desde el punto de vista de la práctica, de sus resultados, de su sentido en relación a objetivos concretos, formulados, además, como proposiciones adecuadas a circunstancias concretas. Esto es a lo Lenin aludía cuando decía que su marxismo era sólo "una guía para la acción".

Todo esto sirve de prólogo a un breve comentario sobre unas declaraciones recientes del ministro de Industrias Básicas, Juan Arias, que me parecen de lo más sensatas, sobre todo por los criterios microeconómicos que suponen. Habló el ministro Arias que había que establecer varios turnos en SIDOR, donde observó que había más trabajadores de los que se necesitan y que la discusión sobre beneficios laborales debía esperar a mejorar la productividad. También mencionó la necesidad de establecer nuevos precios del saco de cemento porque esos Bs. 200 que tiene el subsidiado promovía las mafias y el bachaqueo. Esos precios debían calcularse sobre la base del costo de producción y debían aplicarse luego de revisar los mecanismos de distribución para atacar las mafias bachaqueras. Hasta mencionó que hacía falta tomar "algunas medidas macroeconómicas" ¿Alusión a la unificación cambiaria? Se pronunció por exportar, lo cual implica adoptar reglas internacionales de calidad y eficiencia.

Nótese que el discurso del ministro se mantuvo al nivel de la sensatez microeconómica. No evocó la "palabra sagrada" del Comandante. Su asunto es obtener resultados de acuerdo a unas consideraciones que serán verdad si obtienen éxito en lo que se propone. ¿Pragmatismo? Posiblemente. Igual, puede considerarse muy marxista. Y hasta chavista, si usted quiere. Definitivamente es sensato.

 

 



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Jesús Puerta


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