Ángel mi hijo revolucionario llega a 40 años

“Compartes lo que no tienes y sufres al no poder darles a todos por igual”

En el silencio de mi habitación tomo la máquina al pasado y te veo niñito; eres igual a hoy. Tu rostro no ha cambiado y aunque tu voz tiene matices graves se descubre en ella la inocencia que corría contigo por tantos parques de juego deportivos, de travesuras, de sueños. Cuando crecías lo hacías para otros; para mí cubierto en la blandenguería del amor paterno, seguías siendo un niño…lo fueron y lo fuimos todos, en todos hay un comienzo que se quedó pegado a nuestros pies.

Un día caminé contigo por la avenida Sucre. Desde los edificios aledaños a esa vía salían disparos; era el 4 de febrero de 1992. En el bloque 1 del 23 de Enero se notaban figuras de muchachos que corrían de un lugar a otro, gritando, llevando objetos, como torrentes irreverentes en busca de algo que les hacía falta y al verte al rostro descubrí que comenzaba para ti, una visión que te obligaba a analizar qué era lo que pasaba en ese instante; fue el génesis a tu vida revolucionaria.

Percibí que te anotabas en la rebeldía del momento y que te unías al coro de protestas del eterno 23 de Enero. Cuando llegamos a casa un canal repetía lo que dijo un militar de rostro enjuto, lleno de hollín, de ojos casi sin brillo, pero arrogante al hablar; dijo…”Por ahora no hemos conseguido los objetivos… yo les pido que depongan las armas para evitar más derramamiento de sangre…” Por ese hombre lloraste el 5 de marzo de 2013 cuando en una jugada a la cual nunca nos imaginamos estar, la muerte, la infaltable muerte que no tiene otro objetivo sino el de producir tristezas en los seres humanos, le guardó el fusil de su rebeldía, pero antes de que llegara ese momento habían transcurrió 21 años de lucha en los cuales participastes con honor, hijo mío.

Tú fuiste al cuartel a servirle a la patria. No evadiste hacer lo que todo joven debe hacer; resguardar el cielo, la tierra y el mar de su país. Un día te escuché decir que “Esos manos blancas no tienen idea de lo que es una guardia nocturna en una garita con frío o con calor, velando la vida de ellos mismos”. Por eso te admiro tanto hijo… mi hijo revolucionario que no tiene en su corazón más que un amor indescriptible por sus congéneres, por el suelo que lo vio nacer, por el oxígeno que le dio vida y al cual le juró fidelidad hasta la muerte y por su pequeña y adorada Luzbeily.

No sabes que feliz me haces que te enojes cuando las cosas que pasan en nuestra nación no son simétricas…cuando refutas el que muchos jóvenes se dejen atrapar por cosas foráneas echando a un lado el cariño por su patria VENEZUELA. Eres un revolucionario al cual su pincel de muralista se ha paseado por muchas paredes, por lienzos, por hojas envolventes y que no pierde oportunidad para crear un Pachamama, una figura de esos hombres en los cuales observas el ejemplo patrio, que hasta han jurado luchar hasta la muerte ante el peligro de que un EXTRANJERO pueda colocar la bota de su invasión sobre el pasto Bolivariano. Hijo revolucionario hoy llegas a 40 años y en vez de darte un regalo a ti porque te convertiste en un hombre que sueña y sufre por su patria, me lo he dado yo: hoy te llevaré más que nunca en mi silencio, en el análisis de tu existencia, en la pregunta ineludible ¿HASTA DÓNDE UN SER HUMANO PUEDE AMAR A SU PAÍS TANTO COMO TÚ?

Feliz día, papá.

legavicenta@gmail.com


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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