En el año 2009, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz, que en teoría se otorga “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de los congresos por la paz[1]“. Tiempo después, el ejército de ese país, ejército de las transnacionales estadounidenses y con la bendición de la Casa Blanca, se vería inmerso en las guerras en Libia, Siria, instigando el separatismo en Sudán, conflictos en el norte de África, continuando la invasión militar en Afganistán e Irak, así como participación en los golpes de estado en Honduras y Paraguay.
Si su antecesor, el señor Bush, había desarrollado las tesis de “guerras preventivas” combatiendo el terrorismo en Afganistán y buscando armas nucleares en Irak (que nunca se encontraron), ejecutando guerras antes de que las guerras se declarasen bajo la máxima del iustum bellum, guerra justa; los señores del Nobel podrían haber acuñado el concepto de “premios preventivos”, entregando el ya polémico premio a un hombre quien nada pudo hacer para evitar el impulso imperial de desarrollar guerras en cada región del globo y al contrario las sigue promoviendo. Advierto que esta situación no cambiaría con las próximas elecciones pues se debe a una política imperial y no a decisiones unipersonales del huésped de turno de la Casa Blanca.
En relación a lo anterior, este día, 12 de octubre, la sorpresa -cada vez menos sorprendente- se derivó en la decisión de entregar el “nobelesco pacifista” nada menos que a la Unión Europea (UE), instancia supranacional constituida formalmente con ese nombre en 1992 y que actualmente se ve inmersa en la peor crisis de su historia, generando discusiones sobre su papel unificador de los estados europeos que no sea por medio de la de la voracidad imperialista de los grupos dominantes en esa zona, por el control mundial; sin mencionar su papel como aliado de las últimas invasiones militares y económicas de las empresas transnacionales en todo el mundo, por ejemplo impulsando la guerra contra Libia, con Francia a la cabeza.
La UE está conformada por 27 países y cuenta entre sus miembros a los principales países de la industria de la guerra, entre ellas a Alemania, Francia y Gran Bretaña (las dos últimas miembros del Consejo permanente de seguridad de la ONU) y que en el seno de la Eurozona se encuentran importantes empresas de la industria armamentista. Para el año 2010, solo las primeras cinco empresas con sede en Europa y que aparecen en el top 100 de la SPRIT[2] (BAE System, EADS, Finmeccanica, Thales y Safran) obtuvieron ingresos por ventas de armas por 78,408 millones de dólares. De nuevo, el nobel de la paz, premia a quienes viven de la guerra.
Esto recuerda a aquellas palabras de John Lennon quien al rechazar su nombramiento como Miembro de la Orden del Imperio Británico expresó: “No puedo creer que me condecoren. Yo creía que era necesario conducir tanques y ganar guerras”. A lo mejor, estos méritos a los que aludió el músico con tenaz ironía, ya solo vayan quedando para el cada vez más desacreditado premio nóbel de la paz.
[1] http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/peace/
[2] http://www.sipri.org/research/armaments/production/Top100
erick.ajmaq@gmail.com
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