- La
campaña opositora —hoy en día personificada en el candidato de la
MUD Capriles Radonski— hasta ahora presenta múltiples visos de resultar de
una meticulosa confección, adiestramiento previo y gestión dirigida desde
laboratorios de ingeniería electoral.
- Las
múltiples concomitancias con la campaña de Obama permite pensar que Capriles
apelará a dicho modelo ideológico-discursivo
como expediente para construir una nueva hegemonía auto-denominada de
centro-izquierda que pareciese evitar desafiar frontalmente el arraigado
sentimiento de simpatía/ afinidad popular hacia el mito Hugo Chávez, tramitando
sibilinamente identificarse con una suerte de lulismo brasileiro.
- Su
estrategia capitaliza importantes aprendizajes recientemente derivados de
confrontaciones electorales durante las cuales noveles candidatos de la
derecha —incluso muy poco o en lo absoluto conocidos por el electorado—consiguieron
arrastrar un inusitado y masivo respaldo, especialmente de los segmentos
más desencantados e incluso refractarios a participar en política. Es
previsible la vinculación por le discurso opositor entre el socialismo/
comunismo y algunas prácticas reñidas con el humanismo y el cristianismo (conculcación
de la propiedad privada personal y familiar, legalización del aborto,
vulneración de los DDHH, ilegalización de cultos, persecución de cuadros políticos
y partidos opositores, etc.).
- Particularmente
revelador es constatar cómo Capriles Radonski está apelando a una
aclimatación de la estrategia base de campaña electoral construida por el
escritor de discursos de Obama, Jon Favreau quien declaró que obtuvo el
puesto de escritor oficial de los discursos de Obama una vez le explicó lo
siguiente: "Un discurso puede ensanchar el círculo de personas que se
preocupan por estas cosas (de la política) ¿Cómo apelas a una persona
promedio que (socio-políticamente) has estado lastimando? Diciéndole: “Te escucho, estoy aquí, Y a pesar de
que has sido tan repetidamente decepcionado y te has hecho desconfiado
respecto de la política en el pasado, y con razón, te aseguro que podemos marchar ahora juntos por un camino
acertado. Sólo dame una oportunidad.". De este tipo de
apelación al segmento desencantado del electorado de EE.UU. —explotado
persistentemente por Obama— al discurso pseudo-humanista y pseudo-progresista
de Capriles Radonski hay solo un paso. Capriles Radonski repite una y otra
vez: “En un momento dado los que estamos hoy aquí teníamos caminos
diferentes (…) Pero llegó la hora del futuro. Llegó la hora de cada uno de
ustedes. Llegó la hora de Venezuela. No es la hora de la izquierda ni la
hora de la derecha. Es la hora del país… de toda Venezuela”. Un discurso
como este claramente se dirige ―más que a consolidar la base propia― a
animar y movilizar a la población desmovilizada, apática y desengañada de
la política. Y, desde luego, paralelamente, a socavar la base electoral
del chavismo.
- Una
parte decisiva de la eficacia
discursiva de Capriles resulta de apelar a un cierto imaginario liberal burgués todavía vigorosamente
emplazado en importantes segmentos del imaginario en ascenso social en la
población venezolana. Dicho imaginario liberal
burgués asocia prosperidad con consumismo, mejoras educativas con
desclasamiento y ascenso socio-económico con deposición de la lucha de
clases, percepción que sirve de púlpito para legitimar la tesis defensora
a ultranza de la propiedad privada según la cual invariablemente “expropiar
es robar”, bandera emblemática de la campaña de María Corina Machado.
- Tal
imaginario pequeño-burgués soportado en la mitología liberal del progreso es
blandido por Capriles Radonski como la antítesis del proyecto socialista.
Un proyecto que incrimina de conculcador de todo tipo de propiedad
privada, incluyendo los bienes imprescindibles para la supervivencia humana
de los trabajadores y otros sectores oprimidos. Es previsible esta misma política
de amedrentamiento será utilizada como metáfora para aterrorizar con la
tesis de que el Estado socialista en una hipotética nueva etapa en
Venezuela de seguro no solo expropiará los bienes personales y familiares sino
que además arrebatará y asumirá la guardia, custodia y educación de los
niños pequeños de todas las familias venezolanas.
- Un
mecanismo con que la oposición tramita “demostrar discursivamente” la
inviabilidad del modelo de gobierno socialista dirigido por Hugo Chávez es
explicar que con este pasó algo similar a lo ocurrido con las Revoluciones
Francesa y Bolchevique. Revoluciones que, producto de múltiples determinaciones
históricas y contradicciones relativas a lo que se vendió como la intrínseca
inviabilidad socio-histórica del socialismo, traicionaron su inicial
vocación de Revoluciones Populares para derivar básicamente en sediciones utópicas
y aberraciones estado-céntricas.
- Dada
la minuciosidad con que ha sido ideada y orquestada esta campaña opositora,
no parece prudente subestimarla. Capriles procede de un partido nacido de
un programa de un talk show
televisivo bautizado Justicia para
Todos, que a la postre fue convertido en el nuevo partido político de la
derecha Primero Justicia. Su
itinerario de expansión guarda semejanzas asombrosas con la del Partido Primero Colombia del cual emergió el
expresidente Álvaro Uribe y también se parece mucho a un partido similar denominado
Cambio Democrático, fundado en
1998 (dos años antes que Primero
Justicia) del que brotó el hoy presidente panameño Ricardo Martinelli,
próspero empresario con amplios lazos con multinacionales estadounidenses.
La vertiginosa pérdida de vigencia de la agenda bipartidista en buena
parte de América Latina puede asociarse con una evaluación temprana que
desde el sistema capitalista capitaneado por Washington se hizo de la
inviabilidad de conservar por mucho más tiempo la influencia sobre
Venezuela soportado en dicho aparataje tradicional. De dicha apreciación se
concluyó la necesidad de remozar y
suplantar dichas estructuras bipartidistas de centro-derecha con un
conjunto de movimientos que se transformarían a la postre en partidos
políticos veladamente pro-estadounidenses y pro-capitalistas aunque despojados
de nexos manifiestos con el pasado bipartidista tradicional fuertemente desprestigiado
por causa de su connivencia con la aplicación de los leoninos paquetes de
ajuste neo-liberal.
- Para triunfar
el 7 de octubre de 2012 es clave evitar hundirse en el chinchorro del
triunfalismo. Y para sortearlo tendremos que aprender a sopesar la
magnitud de las propias fuerzas, incluyendo la potencia político-discursiva propia y la del contrario. Sólo así
alcanzaremos advertir los peligros y exorcizar nuestros flancos débiles. Un
36% de los votantes en Venezuela expresa no comulgar hoy con ningún
partido político y opinan conservarse indecisos, segmento que representa
más de un tercio del total del electorado.
- Urge
atreverse a transitar la
rigurosidad del análisis político-mediático y ahondar en su debate público.
Es preciso evitar confiarse en un discurso
más voluntarista que realista. Un discurso en ocasiones promotor de los
grandes logros revolucionarios pero escasamente propulsor de la utopía encarnada
en la creación de una sociedad promotora de nuevos medios de producción y nuevos modos de producción que posibiliten hacer un trabajo significativo
y creativo, y además propulsor de nuevas relaciones humanas básicamente solidarias,
gratificantes y significativas, escenarios inherentes a toda sociedad genuinamente
humanista/ cristiana/ socialista.
- Del
mismo modo parece clave sospechar de una peligrosa tendencia a confiarnos en cierta encuestología que
puede imponer como "verdad científica" y
relativamente firme una versión parcializada del mapa electoral presente y
futuro venezolano. Contentarse con preconizar que la torta electoral está
partida en tres trozos más o menos equivalentes pero que el pedazo de
pastel del chavismo es algo más grande que la del enemigo de clase —que dista mucho de ser lo mismo que adversario de clase— poco ayuda,
como plantea Iturriza. A más de, tememos que esta fotografía de una justa ya ganada pueda incluso debilitar
el arrojo de clase preciso para activar e inspirar a todas las fuerzas
progresistas y pro-socialistas durante estos 7 agitados meses que restan.
- Urge
acelerar el paso para levantar una sociedad fundada en nuevas
instituciones cada día más consubstanciadas con los sectores pobres y
medios que componen la mayoría inmensa. La propensión a abusar de los
recursos de la encuestología política
como expediente de la propaganda
política y de la economía de las
movilizaciones (marchas y concentraciones) se desprende en buena parte
de un paradigma impuesto desde la práctica del discurso propagandístico. Según este discurso más importante
que introducir políticas que profundicen la conciencia de clase para sí y levantar el ánimo
en la propia base aliada, lo clave es desmoralizar a la base electoral
opositora. Pero desmoralizar la voluntad de participación masiva del bando
contrario más que inspirar la del campo propio, que es sin duda el campo mayoritario,
no pareciera ser el mejor plan.
- La
confección de una práctica político-discursiva de cuño poli-clasista (clase
proletaria y otros sectores dominados y oprimidos incluyendo los atascados
en la economía informal) dotada de un alto grado de coherencia,
autoconciencia y organización, como lo plantea Antonio Gramsci en su reflexión
carcelaria, pasa por alcanzar: “la conciencia de que los propios intereses
corporativos en su desarrollo actual y futuro, superan el círculo
corporativo (…) y pueden y deben convertirse en intereses de otros grupos
subordinados. De ese modo la lucha pasa del plano corporativo al
`universal΄ (…) implantando así la hegemonía de un grupo social
fundamental sobre una serie de grupos subordinados”. (Cuadernos de la cárcel, V, 36-7. Puebla. 2000. Era).
- En
concordancia con la aserción anterior creemos que se debe responder con
contundencia a las imputaciones que el discurso opositor viene formulando
contra el campo bolivariano. Una de las principales imputaciones es incriminarlo
de que la clase trabajadora que labora para el Estado está siendo forzada
a ponerse las camisas del color del partido de gobierno a fin de evitar
ser despedida por razones de persecución política. La masiva discusión
pública y participativa de una nueva y revolucionaria Ley Orgánica del Trabajo que brinde plenas garantías contra el
despido no justificado, tanto en
el sector público como en el privado, entre otras trascendentales disposiciones,
será evaluada como una conquista
histórica y resultará de una importancia capital para revertir de raíz
esta matriz y afianzar la progresividad de derechos al interno de un
esquema de gobierno de cuño resolutivamente socialista.
delgadoluiss@gmail.com
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