El discurso electoral en Venezuela (III)

La actitud disciplinada, y más aun automáticamente celebratoria por parte de la totalidad de los candidatos opositores quienes no solamente reconocieron vertiginosamente la victoria de Radonski sino que además lo enaltecieron y se pusieron de inmediato a sus órdenes deja ver no solo el acuerdo previo de todos contra Chávez. Más interesante todavía es que evidencia que a lo que asistimos en realidad no fue a una campaña clásica de primarias sino una suerte de tanteo de laboratorio electoral de la derecha. Una fachada de disputa básicamente dirigida a identificar cuál candidato y qué tipo discurso podría capitalizar mayor respaldo de la base votante dura opositora, de la base considerada más “light” y del sector que aglutina a los votantes indecisos o abstencionistas.   

El perfil de la campaña de Capriles apeló además a la mejor estrategia discursiva para alentar que el chavismo ligt y el chavismo desencantado se reconozcan con menos dificultad en el “camino” alternativo que Capriles propone al electorado. No es así fortuito que Capriles evite metódicamente mencionar siquiera una vez en sus discursos las palabras Chávez, chavismo, socialismo o Bolivarianismo. En lugar de referirlos los alude veladamente o banaliza la resonancia de justicia social ligada a la praxis socialista reduciéndola al tono rojo que ha identificado históricamente dicha opción. O para conseguir polemizar con Hugo Chávez sistemáticamente apela a eufemismos como “el candidato del pasado”, “el que promete pero no cumple” “el que traiciona”, en definitiva, “el que se opone a abrir las puertas de Venezuela al futuro”. Capriles insiste además en apelar “a todos los que creyeron alguna vez en ese proyecto” y ahora inteligente y responsablemente “rectifican” a tiempo para “montarse en este autobús” (de la Mesa de la Unidad)…. Porque “este es el autobús del futuro, el autobús del progreso para todos nuestros pueblos, el autobús de la esperanza para todos los venezolanos”

   

El discurso pseudo-mesiánico y neo-hippie lleno de “paz, amor y reconciliación” de Capriles Radonski

   

El llamado a la “conciliación”, a la “reconciliación de la gran familia venezolana” hermanada en su apasionamiento patriótico hacia la “selección vino tinto que se parece mucho al color de Venezuela” concatena con el llamado a la construcción de un idílico país en “donde quepamos todos”, “una Venezuela próspera, moderna, sin miedos ni chantajes, y orientada ha hacer el bien no a una parcialidad política sino a todos por igual”.

  

Apelando a los principales discursos constituyentes (el religioso, el científico-técnico (estadística), el filosófico y el literario) que son discursos en que suelen apoyarse para legitimarse el resto de los discursos —y muy en particular el discurso político— Capriles Radonski viene armando una apelación al electorado venezolano de considerable eficacia. Su “target de mercado” se propone ideologizar en particular a los segmentos indecisos, abstencionistas e incluso aquellos permeables a saltar la talanquera, sobre todo pertenecientes al denominado “chavismo Light” y hasta al “chavismo disgustado”. Asimismo viene apelando al parecer con acierto al discurso político a favor de los sectores oprimidos y políticamente menos alfabetizados de la sociedad venezolana. Ello mediante un discurso que apela a un cierto imaginario liberal-burgués despolitizante, detrás de la cual está capitalizar además un cierto sentimiento de hastío frente a la fuerte polarización política de clase percibida en el país durante la última década.

  

Capriles ha sido muy bien asesorado a objeto de no disputar con el mito Chávez en su registro discursivo más fuerte que es el polémico. En su lugar Radonski está buscando hacer ver que él no quiere transformar el debate electoral en un toma y dame de baja monta entre aspirantes a la presidencia sino en una discusión de altura, básicamente de cara al pueblo. Remedando ―sin declararlo― la estrategia popularizada por Chávez desde 1998, Capriles busca fundar una interpelación directa candidato/ pueblo, más allá de los partidos políticos. Una estrategia que asuma los graves y crecientes problemas todavía persistentes en el país dándole espacio para plantear sus nuevos enfoques y paradigmas para resolverlos con eficacia, eficiencia, participación popular, amplitud, sin discriminaciones y con gran pulcritud en el manejo del erario público.

  

Capriles está apelando pertinazmente a una figura discursiva denominada la presuposición. La presuposición despeña un papel importante en los mecanismos de producción y de interpretación de enunciados. Y tiene como fin introducir nuevos contenidos así como asignar valor de verdad a estos. Son particularmente eficaces pues operan sobre realidades supuestas o previamente conocidas por el destinatario, garantizando sintonía, coherencia y cohesión interna del discurso. Mediante la presuposición el enunciador introduce rasgos de polifonía (varias voces simultáneas dentro de un mismo enunciado; y por ende generalmente la existencia de dos o más enunciados — incluyendo mensajes subliminales— al interno de su discurso.

  

Así, cuando Capriles anuncia: “Vengo a construir una Venezuela para todos por igual” sibilinamente se afirma como constructor de un nuevo país y además alega que Chávez ha construido una sociedad que ha derivado en un lamentable estado de apartheid. Cuando expresa: “No nos mueve el odio, nos mueve el amor”, sin exteriorizarlo explícitamente sugiere que él viene a pacificar a la familia venezolana mientras a Chávez mueve al país al odio, no el amor.

  

Cuando enfáticamente declara que “por Venezuela sí podemos”, enuncia implícitamente que Chávez no ha podido ni podrá dirigir satisfactoriamente al país. Cuando afirma. “Los tiempos de Dios son perfectos y por alguna razón estamos hoy aquí todos juntos” está significando que Dios santifica su venida y a la par que Dios ya le ha retirado su proteccion a Chávez para que continúe al frente de la primera magistratura del país (por eso le manda la enfermedad). Cuando asevera: “Nosotros no decimos, hacemos” indirectamente arremete contra toda la política de gobierno emprendida Chávez y, principalmente, contra su política de construcción masiva de viviendas para todas las familias venezolanas, en su mayoría plantificadas a ser construidas durante los subsiguientes 7 años.

  

Cuando apunta “mi aspiración no es ser presidente de un grupo. Mi aspiración es ser presidente de todos los venezolanos, de los que piensan como yo y de los que piensan distinto de mí” está queriendo traslucir que Chávez es un sujeto cargado de odio y por tal impone una política de exclusión de aquellos que le han adverado políticamente. Se insinúa así que Chávez no es presidente del país nacional, sino benefactor de una parcialidad, una minoría. Y que por ende no puede ni debe ser intérprete de los intereses y sueños del colectivo nacional. Y cuando Capriles insta a que “Nosotros tenemos que abrirle una puerta al futuro pues llegó la hora de Venezuela” está infiriendo además que Venezuela ha sido conducida por Chávez al pasado, al basurero de la historia, principalmente producto de seguir una ideología (socialista) manifiestamente inviable.

  

Cuando Capriles anuncia que “el nuevo presidente, créanme va a tener discursos cortos…. no porque no tenga cosas qué decir sino porque... mire… frente a la verborrea (de Chávez), (contrapondremos) las obras, los hechos, lo tangible, lo que nuestro pueblo pueda tocar…” en este caso Capriles embute encubiertamente en su enunciado dos importantes presuposiciones: la primera es que Venezuela va a darse en pocos meses un nuevo presidente. Y la segunda presuposición es que este nuevo presidente va a ser él (Capriles) quien estilará hablar poco pero hará mucho, justamente lo contrario de lo que estilaba (en pasado) hacer Chávez.

  

Además de usar reiteradamente adrede decenas de presuposiciones en cada una de sus intervenciones públicas, Capriles está apelando a una modalidad discursiva que invoca la legitimidad del ethos de discurso cristiano. Este se caracteriza por apelar a un tono de voz generalmente apacible y dialogante (excepto cuando arenga y lanza consignas), por traslucir un carácter sereno y por explotar su corporalidad como flaco. El empleo de esta modalidad discursiva busca diferenciarse del discurso de Chávez quien en muchos aspectos se le opone a Capriles desde una suerte de ethos de discurso protestante que incluye: tono de voz recia, carácter entre sereno y/o apasionado, y corporalidad fornida.

 


Apuntamos antes que haríamos una lectura en paralelo entre elementos del discurso de Obama y el de Capriles Radonski.

  

* Capriles hoy al igual que Obama en el 2009 viene apelando a muchos de los recursos clásicos de la oratoria electoral y de los más recientes desarrollos en narratología política, explotados para construir un discurso eficaz. Entre estos están: la aclimatación de historias pasadas a situaciones presentes, uso de ejemplos sacados de la vida real, y apelación a metáforas memorables, recurso a imágenes visuales saturadas de emotividad y fuerte requerimiento a un patriotismo multi-culturalista, sin exclusiones ni polarización, es decir, sin lucha de clases.

   

* Ambos (Capriles y Radonski) están apelando a su historia personal y familiar subrayando su identidad como sujetos sencillos, transparentes, de condición humilde, emergidos de las entrañas del pueblo, y alegan encarnar el comienzo de una nueva gesta histórica de visibilización y conquista de oportunidades de ascenso social de grupos históricamente oprimidos y sojuzgados. Apelan a un discurso mesiánico puesto en la épica de cada individuo (ciudadano), cada familia y cada comunidad, tomando distancia así de los discursos mesiánicos personalistas. Esta modalidad de mesianismo fundado en la fe pseudo-religiosa en el progreso capitalista es la misma que proclama coherentemente desde hace años el programa Alo ciudadano.

  

* Ambos apelan generalmente a citas y referencias acuñadas por personajes dotados de una gran carga simbólica y autoridad ante el electorado. Si Obama apela generalmente a Martin Luther King, Mahatma Gandhi, Juan Pablo II, Ronald Reagan o John Kennedy, Radonski invoca explícitamente a Simón Bolívar, a Dios, al pueblo venezolano y a la selección nacional de futbol populosamente conocida en Venezuela como la Vinotinto. Pero también cita, generalmente ocultando su autoría, a Martin Luther King cuando dice “yo tengo un sueño, ustedes tiene un sueño, todos tenemos un sueño”, a Santa Teresita del Niño Jesús cuando alega “no nos mueve el odio, nos mueve el amor” refraseando su célebre poema: “no me mueve mi Dios para quererte/ el cielo que me tienes prometido/ muéveme ver tu cuerpo tan herido/ muévanme tus afrentas y tu muerte” o incluso a la madre Teresa de Calcuta cuando asevera literalmente: “el que no vive para servir, no sirve para vivir” dejando entrever que este tipo de vida santa ha sido su práctica inquebrantable como lo fue en el caso de la santa oriunda de Calcuta.

   

* En lo relativo a la estructura discursiva tanto Obama como Capriles Radonski generalmente organizan los contenidos de sus discursos mediante una fórmula ampliamente conocida de antemano, asegurándose así una mejor comprensión y eficacia de su discurso. Ambos generalmente apelan a una estructura clásica de relato dividida en tres partes, a saber: a) introducción, inicio o planteamiento, b) desarrollo o nudo y C) desenlace o final.

   

* Otra de las claves para tornar una alocución más eficaz y penetrar en las mentes de los votantes es el recurso del humor. El humor acerca, humaniza y crea un vínculo. Aunque Obama usa con más frecuencia y soltura este recurso, Capriles Radonski asimismo comienza a cultivarlo con relativo éxito.

 


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Luis Delgado Arria


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