Poesía en tiempos de revolución

En 2007 fuimos convidados a un foro de discusión cuyo tema fue la autocrítica en el seno del movimiento revolucionario.

Corrían los tiempos en que se discutían en plazas, moradas y asambleas públicas la eficacia de unificar fuerzas políticas progresistas alrededor del Partido Socialista Unido de Venezuela y se comenzaba a debatir las propuestas a ser contenidas en el anteproyecto de reformas a la constitución.

En ese contexto expusimos una tesis que siento fue tachada por algunos colegas ponentes —y por parte del público asistente— como descafeinada y excéntrica por no decir come-flor.

No obstante, la luz de los días y desafíos crecientes de nuestro proceso, esta tesis cada día nos parece más cierta y necesaria.

Nuestra tesis era (y es) que hacer y promover la crítica en todos los terrenos es forjar sujetos críticos. Y que construir sujetos críticos es el caldo de cultivo de toda revolución verdadera e irreversible. Pero añadimos que hacer revolución y hacer sujetos críticos también es básicamente hacer poesía.

Esto es: revolución como un ejercicio individual y colectivo de liberación de la potencia de metamorfosis ético-estética, libertaria, eco-política, descolonizadora y desacralizadora del poder vertical en el sentido más revulsivo, profundo, dialógico, dialéctico.

Pensamos y sentimos también, con Walt Whitman, que “Cuando doy, me doy”.

Y qué ejemplo mayor de respeto y reverencia por la dignidad del otro que darle mi poesía, esto es mi versión más fiel y personal de cuanto acontece en el mundo. Una versión que puede resumirse en la dialogía del otro en horizonte de mí y de mí en el horizonte de la mirada del otro.

Recordamos a Benedetti para quien: “La generosidad es el único egoísmo legítimo”.

Y a Gregorio Marañón quien infería: “No sabrás todo lo que valgo hasta que no pueda ser junto a ti todo lo que soy”. Para Marañón llegar a ser cada cual presume ser necesariamente en democracia y en una comunidad en que todos nos realicemos unos a otros en lo que valemos unos para otros.

Aludiendo a Alphonse de Lamartine coincidimos en que la poesía —como la revolución— es de la misma “opinión de quienes son perseguidos”.

Y diferimos de Umberto Eco para quien: "La democracia es una manera de repartir un nivel soportable de injusticia a cambio de evitar una injusticia mayor."

Objetamos también la vieja tesis de Aristóteles según la cual: “La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo que debía suceder”.

Pues la poesía está llamada siempre a describir y narrar todo cuanto sucedió. Lo hermoso y lo ruin, los aciertos y las equivocaciones. Naturalmente de otra manera infinitamente más fiel y digna y cargada de futuro a como suele hacerlo la historia.

Más bien, como lo vio el poeta bengalí Rabindranath Tagore: “La poesía es el eco de la melodía del universo en el corazón de los humanos.”

Recuerdo que resonamos a Paulo Freire cuando nos regalaba una de sus maravillosas consumaciones pedagógicas:

“Nadie ignora todo, nadie sabe todo, por eso aprendemos siempre”. Conclusión perfectamente aplicable también al ámbito de la lucha política revolucionaria socialista y al de la fabricación poética.

Pues si “la burocracia es el arte de hacer lo posible, imposible” como decía Mencken, la poesía es justo lo contrario: el arte de hacer posible lo imposible.

Lenin dijo una vez refiriéndose a la revolución bolchevique: “la hicimos porque no sabíamos que era imposible”.

 

Eso es hacer poesía: hacer colectivamente posible, realidad defendible los sueños históricos de igualdad sustantiva de un colectivo.

 

El cómo hacerlo lo reveló ―sin duda poéticamente― el Che Guevara cuando dijo: “Hay que endurecerse sin perder jamás la ternura”. Esto es, endurecerse sin perder jamás la poesía.

 

Algo parecido a lo que refrendó el poeta argentino Roberto Juarroz:

 

“El poeta no habla a la sociedad sino al hombre, de soledad a soledad, de silencio a silencio, de ser a ser. La sociedad es ruido, campo de concentración más o menos disimulado, exaltación del lucro y del poder, malversación del hombre. La poesía es, en cambio, el mayor respeto del hombre”.

 

El gran poeta, pensador y soldado revolucionario cubano José Martí lo dijo así: “La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin hipocresía”.

 

Esto es en esencia la poesía: derecho a palabra libertaria, rebelde e imantada en clave de cotidianidad. Una palabra por la que han luchado históricamente los Pueblos.

 

Una poesía hecha arma para poder ser y convivir, dialogar y diferir, equivocarse y problematizar, transformarse, luchar y actuar libremente y poder pensar y hablar sin complejos ni hipocresía.

 

Justo en la conjugación de estos verbos siento se topan la auto-crítica revolucionaria neo-socialista y la escritura/ vivencia ―individual y colectiva― de la poesía.

 

 

delgadoluiss@gmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 2990 veces.



Luis Delgado Arria


Visite el perfil de Luis Delgado Arria para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: