Bolívar: ¿Sueño o esqueleto?

Preguntémonos: 1) ¿Existen razones objetivas para que el Padre Libertador retorne? 2) Considerando su talante ¿elegiría regresar? 3) Caso afirmativo: ¿en favor de qué causas alzaría nuevamente su espada?

Las razones de lucha

Bolívar lucha básicamente por tres razones: a) para romper las injustas cadenas de sujeción socio- económica, política y cultural de América con respecto del Viejo Mundo, b) para comenzar a fundar un nuevo mundo y una especie humana con base en la igualdad, la solidaridad, la democracia y la búsqueda colectiva de la prosperidad y c) para impedir el caos intestino y los movimientos de re-colonización ora fueren instigados por potencias europeas, ora, a mediano plazo, por iniciativa de los EE.UU.

En el contexto presente en que a Nuestra América aún no se le tolera ejercer a plenitud su soberanía socio- económica y política, no nos cabe duda de que Bolívar saldría de nuevo de su tumba para reasumir el comando de nuevos ejércitos libertadores.

La consciencia de su alta misión queda palmariamente expresa ya en el temprano Manifiesto a los Granadinos que Bolívar redacta y hace público el 15 de diciembre de 1812: “Corramos a romper las cadenas de aquellas víctimas que gimen en las mazmorras, siempre esperando su salvación de vosotros; no burléis su confianza; no seáis insensibles a los lamentos de vuestros hermanos. Id veloces a vengar al muerto, a dar vida al moribundo, soltura al oprimido y libertad a todos…”.

A objeto de cumplir esta peligrosa misión Bolívar escribe el 19 de diciembre de 1812 una carta a Don Juan Nepomuceno Ribas en que hace una suerte de manifiesto anti-consumista, muy vigente y útil por cierto en los tiempos que corren. Le cuestiona: “¿…qué importa tener o no tener cosas superfluas?”.

Y en el Discurso ante la Asamblea dictado en el Convento de San Francisco el 02 de enero de 1814 explica a qué móviles consagra su existencia: “…huí de la tiranía, no para ir a salvar mi vida, ni esconderla en la oscuridad, sino para exponerla en el campo de batalla, en busca de la gloria y de la libertad…”.

En este mismo contexto jura a la posteridad: “….No envainaré jamás la espada mientras la libertad de mi patria no esté completamente asegurada…”.

En el Manifiesto de Carúpano el 07 de setiembre de 1814 Bolívar lanza a los ejércitos libertadores esta exhortación: “…No comparéis vuestras fuerzas físicas con las enemigas, porque no es comparable el espíritu con la materia. Vosotros sois hombres, ellos son bestias; vosotros sois libres, ellos son esclavos. Combatid pues, y venceréis. Dios concede la victoria a la constancia…”.

Un año después, el 08 de junio de 1815, Bolívar dirige al Presidente de las provincias Unidas de la Nueva Granada un texto que da exacta idea de la consagración sin límites de su vida en favor de la libertad de la patria: “…Cualquiera sea mi suerte en lo adelante, mi último suspiro será siempre por mi país”.

Y en mensaje que remite al General Juan Bautista Arismendi el 02 de julio de 1816 Bolívar se pasea por la contingencia de morir en batalla: “…Si soy desgraciado en ella (la guerra) no perderé más que la vida, porque siempre es grande emprender lo heroico…”.

Más claro aún, Bolívar subraya en la Proclama al Pueblo de Venezuela redactado el 22 de octubre de 1818: “… El primer día de paz será el último de mi mando…”.

Deja así muy en claro así que la libertad, la soberanía y la paz de Colombia y de América en su conjunto constituyen y constituirán los requisitos obligatorios para que su espada pueda descansar. Da entender que su palabra no aplica sólo al contexto puntual en que en ese momento habla sino al complejo futuro que avizora para “su patria”. Y ya sabemos que para el Libertador “la Patria es América”.

Consciente de la complejidad de llevar a puerto seguro una emancipación dolorosamente conquistada en batalla, el Libertador advierte en carta al General Santander sellada el 11 de enero de 1820: “…Mucho hemos hecho, pero más nos queda por hacer….”. Y el 07 de julio de ese mismo año le vuelve a recalcar a Santander: “Es imperturbable nuestra decisión de independencia o nada…”.

Coherente con esta clarividencia y resolución de “Patria o muerte”, Bolívar ofrece esta curiosa recomendación al General Mariano Montilla el 21 de julio de 1820: “…Sufra Ud. Más, y sufra hasta la muerte, que es el destino de los patriotas…”.

¿Volvería Bolívar hoy?

Como hemos sucintamente examinado, producto de la sanguinaria guerra de independencia, de las hondas desavenencias para concretar la unión y de cara a la ingratitud, la andanada de escarnios y la persecución incluso física de que es objeto, Bolívar entiende su destino trágico. Más aún, se asume como inevitable sujeto sacrificial siempre que, más temprano o más tarde, ello sirva a la causa de una concluyente emancipación de la Patria.

“La paz será mi puerto, mi gloria, mi recompensa, mi esperanza, mi dicha y cuanto es precioso en el mundo…” escribe el 10 de octubre de 1820 a su archi-enemigo Santander en comunicación que, como todas las que le escribe, sabe que quedarán registradas como documento de Estado y por ende evidencia de su genio ético y político para conocimiento y uso de la posteridad.

Casi un año después, el 16 de agosto de 1821 vuelve a escribirle: “Estoy en el caso de perder el camino de la vida, o de seguir siempre el de la gloria”. Bolívar sugiere a Santander que la muerte o asesinato del padre de la patria no acabará con la lucha de clases ni extinguirá la idea de una confederación de naciones nacientes tras su mera desaparición física. Por ello esta seguidilla de comunicaciones puede ser entendida en la continuidad de una lucha en la que Bolívar precisa valerse de sus altos vuelos diplomáticos para luchar hasta “la última extremidad” más por su ideal de confederación de repúblicas. “…. La vida es corta, no sé cuándo la perderé; un día perdido es irreparable…” revela el 24 de agosto de 1821 a Don José del Castillo.

De nuevo Bolívar parece dialoga con las futuras generaciones valiéndose de una comunicación en primera instancia dirigida a Santander el 21 de julio de 1823. En esta le pide literalmente que: “La verdad sea dicha”. Petición de transparencia que le confirma el 23 de enero de 1824 cuando le insinúa y sermonea: “…Las cosas falsas son muy débiles”.

Para Bolívar la verdad y la emancipación duradera de la patria hacen parte de un mismo enunciado. Refiere por ello al Mariscal José de la Mar el 08 de febrero de 1824: “…La Patria (SIC) es preferible a todo”.

Y en concordancia con la identidad entre dicción y praxis revolucionaria patriota le corrobora al general Antonio José de Sucre el 04 de setiembre de 1824: “…Ud. Sabe que yo no sé mentir, y también sabe Ud. que la elevación de mi alma no se degrada jamás al fingimiento…”.

En señal de su altruismo y de su arresto por dejar una palabra en verdad” y cargada de futuro e identidad rebelde, Bolívar escribe al Marqués del Toro el 10 de noviembre de 1824: “…Cuando yo perdiera todo sobre la tierra, me quedaría la gloria de haber llenado mi deber hasta la última extremidad, y esta gloria será eternamente mi bien y mi dicha”.

¿Es casualidad que quien (nos) legó estas palabras fuese el más caro discípulo de don Simón Rodríguez, precursor de la Pedagogía del Oprimido y de la Pedagogía de la Liberación generalmente desarrollada luego por Paulo Freire?

La consciencia de su grandeza y de la necesidad de la palabra guía de Bolívar para uso de las nuevas generaciones encuentra una de sus cumbres literarias cuando le escribe al general Páez el 26 de octubre de 1825: “… mi derecha estará en las bocas del Orinoco y mi izquierda llegará hasta las márgenes del Río de la Plata. Mil leguas ocuparán mis brazos, pero mi corazón se hallará siempre en Caracas; allí recibí la vida, allí debo rendirla…”. Con esta elegancia literario-diplomática Bolívar recrimina a quien ya para entonces sabía lo expatriaría de la misma patria que había comandado hasta su emancipación.

Pero iniciamos este apartado preguntándonos si Bolívar volvería en este denso y comprometido contexto geo-político de intento de recolonización imperial. Veamos al punto lo que Bolívar jura a Santander el 21 de octubre de 1825: “…haré cuanto pueda por la América y después…”.

Más claro aún, ya consciente de las cada vez más frecuentes conspiraciones contra su vida Bolívar escribe al Presidente del Senado de Colombia el 05 de febrero de 1827 un texto que busca anteceder su última proclama: “… Mi espada y mi corazón siempre serán de Colombia; y mis últimos suspiros pedirán al cielo su felicidad…”. Ya aquí resulta claro que habla el hombre condenado y consciente de que si el poder político no lo acompaña, el poder moral derivado de su conducción exitosa de la de gesta libertaria es eterno e indestructible.

El 14 de abril de 1827 Bolívar dedica al general Urdaneta un texto que muestra la aceptación y asunción de su destino ya como mártir de la patria: “Cuando quede reducido a nada estaré satisfecho de mi propia ruina y la veré como una gloria y un martirio poco merecido”.

Y volver… volver… volver…

Hoy la oposición apátrida heredera de la oligarquía y la burguesía anti patriota y anti bolivariana denuncia como profanación o tacha de manía excéntrica la exhumación de los restos mortales de Bolívar a objeto de analizar las reales circunstancias de su defunción. Y lo reprueban justo en el contexto de acelerada recolonización (por vía armada, política y mediática) de América por parte del gran capital trasnacional que precisa dominar y expoliar una vez más los países del Sur. Todo para intentar conjurar la honda crisis económica irresponsable y criminalmente empujada por este mismo sistema rapaz.

¿Qué respondería Bolívar a esta tesis opositora?

Veamos lo que descubría Bolívar a Don Jerónimo Pompa el 06 de agosto de 1828: “… Yo nada deseo en el mundo tanto como hacer a Venezuela todo el bien que dependa de mis facultades…”.

Y el 20 de enero de 1830, a escasos once meses de su muerte Bolívar redacta el mensaje al Congreso Constituyente de la República de Colombia en estos claros términos: “… Cuando la patria iba a perecer ¿podría yo vacilar…?

Este es pues Bolívar. Una personalidad iluminada, grande, sin fisuras en todo lo tocante a la salvaguarda de la soberanía y la libertad de la patria y el futuro de sus hijos.

Es claro entonces que Bolívar saldría de su tumba y renacería (y lo está haciendo) para responder a esta oposición apátrida y luchar contra ella y toda ralea de imperio empleando para ello todas sus fuerzas y genio político y militar.

Ayer como hoy Bolívar creemos re-frasearía palabra por palabra esta perla que le apuró al doctor José del Castillo el 15 de 1828: “…que me manden a salvar la república y salvo la América toda; que me manden a desterrar la anarquía, y no queda ni su memoria”.

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Luis Delgado Arria


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