Ruralidades

Las Ibañez contra Manuela

Las colombianas, numerosas hermanas que fueron llamadas las Ibáñez se prestaban, con Santander como anfitrión, para animar los “agasajos mataharis”. No por colombianas, honra de la hermandad entre los pueblos, más bien por sus actuaciones como señuelo al servicio de la traición. Mujeres veteranas y, en medio de la danza, una de ellas quiso acaparar al héroe Simón, de paso a Ecuador, pero el Libertador de cinco Repúblicas ya conocía la tragedia de Olofernes, guerrero asirio que perdió la cabeza en la guerra por los encantos de Judith, la judía de Vetulia, inocente mataharis ella.

Coincidencia feliz para el hombre Simón, el caraqueño y para ella la mujer quiteña, Manuela Sáenz. Bolívar, lúcido, en esa ocasión “leyó” en las carantoñas del traidor las turbias intenciones y ya a la matahari colombiana cuando ya intentaba pasar la raya diplomática. Parece que ella se prendó sola.

Y no hay una de aquellas Ibáñez, ascendientes de las barraganas en tiempos de Pérez y Lusinchi acá, que desperdicien la intriga (¿recuerdan la de Lusinchi contra Rosana Ordoñez?). Algo parecido, al comienzo, sucedió contra Manuelita. Pero como Santander menos beodo era un zamarro y consciente traidor, intrigó contra el amor de Simón Bolívar valido del despecho de una de las hermanas Ibáñez que se sintió minimizada por el héroe.

Entonces el pueblo venezolano, que ahora sí sabe de Manuela Sáenz, el gran amor de nuestro Libertador; y que además esta consciente que Manuela y Simón, hombre y mujer, se enamoraron en el combate por la liberación de nuestros pueblos sin que, por ello, se interrumpiera el paso redoblado de la lucha. También sabe que con ella no transcurría el tiempo, como con las Ibáñez, en agasajos de salón para la intriga, mucho menos que se encaramara para utilizar el servilismo de algunos hombres de uniforme mal puesto para que le cargaran sus macundales. Manuela, mas bien, se gano sus estrellas en el campo de batalla antes de conocer a su gran amor.

Hoy, cuando escribimos este desahogo por tanta infamia, vimos a una compatriota que lloraba, quizás también de desahogo, cuando veía el féretro de Manuelita, por fin, en la casa de su amado. Y uno se imagina que a esa mujer venezolana, seguramente no es la única en derramar lágrimas de solidaridad y anhelo, también le saldría de lo mas profundo de sus sentimientos una exclamación: ¡por fin los veo juntos!, como si estuviesen allí. Ella, Manuelita, diría: por fin visito tu casa después de tanto tiempo.

Ahora déjenos soñar, señor Pino Iturrieta. No intrigue, como cualquier Santander, a través de tan joven dama periodista quien, al parecer, se quedó en el túnel de los 200 años como si fuera una Ibáñez más. De usted señor Pino, no tenemos dudas ya que siempre ha escrito para las oligarquías rabiosas, denigrantes desde su pedestal del dinero, contra la Libertadora del Libertador; contra las mujeres, hombres y jóvenes que si sabemos de amor entre los seres humanos, mientras ustedes tienen que encaramarse para alcanzar la verdad de esos héroes, nuestros héroes, y su gran amor.

Patria, Socialismo o barbarie.

pedromendez_bna@yaho.es


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Pedro Méndez


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