Sin embargo, muy esperanzados por los nuevos
tiempos que se abrían y sin darle mucho peso a las formalidades y a la aureola
de “representantes” revolucionarios que nos imponían –y que en demasiados casos
ni su mamá sabía en qué revolución, o al menos una luchita por’ay, se habrían
metido algún día en su vida- la agenda de todos los militantes reales, antiguos
y novatos, pasaría a ser el cómo volvemos a voltear la tortilla a nuestro favor.
Es decir, adivinar desde la acción concreta de los colectivos populares cómo
regresar el poder constituyente a nuestras manos, cómo hacer de los primeros
espacios del poder popular que empezaban a tomar forma y llenarse de gentes
cualquiera y de pueblo, auténticos poderes que, más allá de cualquier formato
constitucional, tengan la fuerza y la autonomía para configurar entre sí
inmensas diásporas de un poder constituyente revolucionario, organizado e
irreversible.
¿Y qué pasa ahora ocho años después de aquella
experiencia que nos costó tan caro, que casi nos costó la revolución misma?
Pues que la vainita de los doctores que nos diseñan repúblicas (ahora
pomposamente “socialistas”) se vuelve a repetir. Y vaya casualidad que el
protagonista principal tras la barrera de la nueva maniobra constituyentista
nos es Hermán sino Carlos Escarrá, su hermano (claro, esta vez sin pañuelito, y
sin mucho burguesito pajuo en el lenguaje, sería el colmo, aunque nunca se
pierda el flux y la corbata negra). También agreguemos que esta vez el camarada
Carlos ha actuado como mucho menos autonomía que su hermano. Ha sido el “gran pintor
de la revolución”, nuestro presidente, -no juzgamos intenciones, corroboramos
solamente los hechos- el gran ideólogo de una reforma constitucional que corre
bajo su iniciativa y responsabilidad.
Y por eso el irónico título que no lo hacemos
por afición estricta a la ironía, que no está mal de vez en cuando, sino porque
de verdad que la historia se nos ha hecho irónica y ojalá no se nos vuelva a
convertir en un sangriento cinismo si finalmente se repite por entero. Y que
conste, no es porque veamos en Carlos Escarrá el mismo destino que el del
traidor de su hermanito, su destino en esta vida corre por su responsabilidad y
nosotros no somos quienes para prefigurárselo, el ya sabrá por donde elegir;
hasta hoy usted es nuestro camarada o al menos un aliado. El problema es que
entre los dos doctores del celestial saber constituyente, y en tiempos
históricos muy distintos, a la final terminan jugando el mismo papel:
instrumentos de una descarada expropiación del poder constituyente que ahora sí
tiene forma, gente y sabiduría por miles y miles en la base del pueblo. Y por
ello mismo podríamos decir que hoy es mas grave aún la renovada volteada de
tortilla. Porque si bien ayer se justificaba por ausencia de una diáspora
organizada y popular en capacidad de asumir por entero las atribuciones de un
poder constituyente, hoy ese sujeto que somos los parias organizados y
politizados de este pueblo, si existimos; luego, ya no hay justificación. ¿Pero
entonces porqué se repite al pelo la maniobra expropiadora?, ¿Qué es lo que
está pasando, o qué es lo que NOS está pasando?
No creemos tener la respuesta definitiva a una
cosa tan compleja y que está en el centro del proceso revolucionario. Lo cierto
es que una vez concluido el gran ciclo conspirativo de la derecha que va del
2001 hasta Agosto del 2004 con el referendum presidencial, comienza un nuevo
proceso cruzado por una evidente confrontación entre la base popular del
chavismo y la burocracia “roja” en formación. Muy confundidos todos respecto a
cual posición tomar frente a este encontronazo subterráneo, en la medida en que
ha pasado en tiempo la ausencia de una voz abierta y libre que reivindique la
libertad revolucionaria conquistada, ha hecho prevalecer el chantaje. “No digas
lo evidente que le haces el juego a los fascistas”, es el argumento de oro del
andamiaje burocrático que todos los días acrecienta su poder, soportados por un
poder presidencial querido pero –por decir lo menos- totalmente pasivo frente a
este fenómeno. Tres años después, luego de ratificar a Chávez en la
presidencia, una línea de profundización revolucionaria se abre como necesidad.
Chávez asume el reto efectivamente. Para ello había dos grandes alternativas
para realizarlo. O se lanzaba una línea centrada en el protagonismo popular
(consagración de la raíz libertaria e inédita de la revolución bolivariana), o
por el contrario, la profundización será interpretada como el momento justo
para imponer definitivamente la línea burocratizante, de verticalidad
caudillista y de capitalismo de estado. Y es esta segunda línea la que se
impone. Ya no es la ingenuidad, ahora es el silencio lo que nos está costando
caro. La formación del partido unificado y la creación por decreto (reforma
constitucional) del “estado socialista” se montan por encima de nuestro
silencio. El mismísimo esquema (partido-estado-socialismo de estado) de los
fracasados “socialismos reales” se repite al carbón en nuestra tierra bajo un
formato liberal y de dominio económico de la burguesía financiera e importadora
y sin duda del capital transnacional. Un esquema que se consagra con una
reforma plebiscitaria que constitucionaliza una relación abismalmente desigual
entre los poderes populares, territorialidades, recursos, derechos de la
sociedad y el mando político y económico presidencial, representativo y
empresarial.
Frente a tan avanzado fenómeno de silencio
colectivizado, aún si la confrontación subterránea se haya agudizado e incluso
se hayan desatado los primeros fenómenos represivos contra iniciativas
claramente revolucionarias y colectivas (movimiento de trabajadores de PDVSA,
represión contra los trabajadores de de Sanitarios Maracay, represión de
gobierno y empresarios contra los trabajadores que tomaron en Mérida la fábrica
de desechos, tomas de terrenos e inmuebles urbanos por parte de los CTU,
represión contra los sindicatos de la administración pública, etc), los
movimientos populares por lo general han terminado entrampados en un cuadro
polarizante y mediático reforzado por el liderazgo del presidente. La dinámica
expropiadora del poder constituyente se cuela sobre este entrampamiento y sin
aparente salida. Estamos atrapados compañer@s al interno de una gigantesca
maniobra contrarrevolucionaria que tiene en la oposición su cara más estúpida y
victimaria (las víctimas del dictador castro-comunista) y una casta burocrática
en el poder cada vez más idéntica en sus intereses a los defendidos por
oligarquía opositora.
Decir si o no reforma ya a estas alturas no
tiene sentido. Gane el no o gane el sí será la misma vaina. Ganarán los
escuálidos y su monstruosidad reaccionaria o un “estado socialista” que jamás
será nuestro y que más pronto de lo que creemos se echará contra nosotros. Si
hay referéndum será la asociación expropiadora del poder constituyente (donde
los hermanos Escarrá han sido solo los instrumentos exquisitos de ella, y ya
nos atreveríamos a decir que el mismo Chávez mas allá de los poderes personales
acumulados y agigantados por la reforma), la ganadora. Si no lo hay por el
clima de inestabilidad que parece formarse, igual la tortilla se nos voltea
pero ya totalmente frita. En nuestra
consideración lo fundamental a entender es que la casi nula participación de la
base revolucionaria y del colectivo en general en los grandes diseños políticos
de la revolución es un síntoma original de este proceso ante el cual o rompemos
o perdemos el chance que nos ha dado el azar histórico. Ningún proceso revolucionario real ha marchado al pie de
constituciones, leyes y decretos, mucho menos sobre el silencio y el ceder
palabra y poder al chantaje burocrático. Los efímeros ciclos revolucionarios
que ha vivido la humanidad contra el capitalismo han corrido alrededor de los
actos materiales de transformación protagonizados por las vanguardias
colectivas de los pueblos. Es por tanto la política necesaria a esta
ruptura nuestro reto. Por ahora simplemente en cuanto a nosotros ya no nos
calamos asociaciones exquisitas de constituyentistas, ni el silencio es nuestro
horizonte, simplemente empezamos por arriesgar la palabra.