Hay países que les encanta ser patio trasero

La historia de América Latina está marcada por una tensión permanente entre la aspiración a la soberanía y la presión de las potencias extranjeras. En este tablero, algunos gobiernos han optado por la dignidad y la resistencia, mientras otros se acomodan en la comodidad de ser satélites del poder imperial.

La herencia del “patio trasero”

Desde la Doctrina Monroe en el siglo XIX hasta las políticas de intervención del siglo XXI, Estados Unidos ha intentado consolidar a la región como su esfera de influencia. El término “patio trasero” no es casual: describe la subordinación de países que, en lugar de defender sus intereses nacionales, se convierten en voceros de agendas ajenas.

Venezuela como punto de quiebre

La postura firme de Venezuela frente al intervencionismo ha generado incomodidad en aquellos gobiernos que prefieren alinearse con Washington. República Dominicana, Puerto Rico y Trinidad y Tobago han mostrado actitudes que, lejos de fortalecer la unidad latinoamericana y caribeña, refuerzan la narrativa de dependencia.

República Dominicana: su política exterior ha tendido a respaldar resoluciones contra Venezuela en foros internacionales, buscando congraciarse con el poder hegemónico.

Puerto Rico: como territorio no soberano, su alineación con Estados Unidos es automática, pero su papel en la región refleja la contradicción de un pueblo latinoamericano sin plena independencia.

Trinidad y Tobago: pese a su cercanía geográfica y vínculos energéticos con Venezuela, ha preferido plegarse a las presiones externas, incluso en temas que afectan directamente a su propio desarrollo.

La vergüenza de la sumisión

La actitud de estos países no solo es una traición a la idea de integración regional, sino que perpetúa la fragmentación que impide a América Latina consolidarse como bloque autónomo. Prefieren ser “patio trasero” antes que asumir el costo político de la soberanía.

La unidad como desafío pendiente

La verdadera independencia no se mide en discursos, sino en la capacidad de resistir presiones externas y defender los intereses de los pueblos. Mientras algunos gobiernos se arrodillan, otros mantienen la frente en alto. La unidad latinoamericana requiere valentía, no complacencia.

En definitiva, hay países que les encanta ser patio trasero porque en la sumisión encuentran beneficios inmediatos, aunque a costa de hipotecar su futuro. La historia juzgará quiénes defendieron la dignidad y quiénes prefirieron la comodidad de la obediencia.

 


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Oscar Bravo

Un venezolano antiimperialista. Politólogo.

 bravisimo929@gmail.com      @bravisimo929

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