«La fijación arancelaria de Trump -al modo como lo explica en "El plan maestro de Donald Trump para la economía" el exministro de finanzas de Grecia y profesor de economía en la Universidad de Atenas, Yanis Varoufakis- forma parte de un plan económico global que es sólido, aunque sea algo intrínsecamente arriesgado»; confiando en que todos los países aceptarán las condiciones de vasallaje impuestas por Estados Unidos en vista que «el dólar es la única reserva internacional segura de la que pueden echar mano». La conmoción global que todo esto supone repite de alguna manera las consecuencias de la eliminación del sistema de Bretton Woods de 1971, ordenada unilateralmente por el execrado presidente Richard Nixon, lo que provocaría el establecimiento de un nuevo orden mundial, teniendo nuevamente como centro hegemónico a Estados Unidos. O, por lo menos, como primera potencia, secundada por China y Rusia, de manera semejante al papel subordinado cumplido por Gran Bretaña, Alemania y Francia al culminar la Segunda Guerra Mundial. Para Trump es la puesta en escena de un sistema de extorsión global en el cual también se incluye la amenaza militar y judicial contra gobiernos al sur de Estados Unidos, recurriendo al expediente de la lucha en contra del narcotráfico internacional, del modo como lo ha expuesto de forma directa en los casos de México y Venezuela.
Entre las conclusiones de muchos de los análisis publicados hasta la presente fecha respecto a la personalidad y las acciones de Donald Trump como presidente, éste es representado como la culminación de las aspiraciones seculares de acumulación y de concentración de poderes monopolizados por parte de la oligarquía financiera transnacional, especialmente de quienes controlan los grandes consorcios mediáticos, tecnológicos e informáticos del siglo XXI que serían sus mayores beneficiarios, campaña electoral, teniendo además una gran influencia en el gobierno estadounidense. Esto lo ha llevado a precipitar una confrontación abierta con China, el mayor competidor comercial, militar y tecnológico con que Estados Unidos se haya enfrentado en algún momento de la historia, lo que envolvería también al grupo de países asociados al gigante asiático, los Brics. Pero los esfuerzos de Trump no se limitan al ámbito geopolítico y económico nada más.
En una entrevista concedida a Democracy Now!, David Cole, experto en derecho constitucional y profesor de la Universidad de Georgetown, se preguntó: «¿Qué está haciendo Trump? Está persiguiendo a las poblaciones más vulnerables: inmigrantes, disidentes, personas transgénero, personas de color. Pero también está tratando de neutralizar cualquier espacio en el que pueda haber visos de oposición y el propio sistema de controles y equilibrios democráticos. Para ello, está destituyendo directores de agencias, auditores e inspectores generales; atacando a los medios de comunicación y castigándolos si no se alinean con su discurso; tomando represalias contra bufetes de abogados que oponen resistencia; y ahora también está dirigiendo ataques contra universidades y castigándolas de manera totalmente ilegal». Es un proceso de reingeniería social y política deliberado, ejecutado con el propósito de eliminar todos aquellos rasgos o elementos que se consideran comunistas o no pertenecientes a la idiosincrasia original de la sociedad estadounidense, sin importar que una parte importante de ellos han configurado, de una u otra manera, su historia de los últimos cien años, representado por el esfuerzo aportado por las distintas olas de inmigrantes llegados a su territorio. Es una vuelta al pasado, pero sin incluir todo aquello logrado por los diversos sectores sociales en demanda de mayores libertades públicas y de una democracia más profunda e inclusiva, no únicamente dirigida al bienestar de los grupos plutocráticos que se enmascaran tras los inquilinos de la Casa Blanca. A todo esto se agregan los efectos de una guerra mundial híbrida y fragmentada cuyo mayor beneficiario sería, en este caso, Estados Unidos, pero la cual tiende a prolongarse, como ocurre entre Ucrania y Rusia, abriendo diversos frentes que, hasta ahora, han resultado incontrolables, generando más pérdidas que ganancias.
El apoyo político, militar y económico estadounidense es algo determinante en cualquier escenario geográfico donde los intereses de los grupos hegemónicos capitalistas de Estados Unidos sean una prioridad. La teatralidad, el narcisismo y el cinismo de Donald Trump no ocultan esta verdad, como lo certifica su cambio de actitud en relación con el nuevo régimen de Siria, cuyo cabecilla era uno de los terroristas de Al Qaeda más solicitados por las agencias de seguridad de este país y en la actualidad cuenta con el respaldo estadounidense y europeo, siendo liberado de la recompensa ofrecida por su cabeza. Todo esto, como bien se puede rastrear en la historia de más de cien años del imperialismo yanqui, es una hipocresía estratégica con que se pretende posicionar a Estados Unidos como el paladín de la libertad y de la paz en todo el orbe; sintetizando en cada una de sus acciones el poder colonial e imperial heredado de la vieja Europa y simbolizando lo «mejor» de la civilización occidental. Siguiendo las directrices de una oligarquía plutocrática neoliberal para la cual no cuentan ni las condiciones de vida ni los derechos del resto de la humanidad, Trump busca irrumpir, en consecuencia, en un contexto multipolar y multicéntrico recurriendo sin pudor a los mismos recursos de coacción, sanciones e intervención militar aplicados por sus antecesores de la Casa Blanca, contando además con el control de cualquier signo de disidencia interna. La tendencia de Trump de gobernar por impulso podrá encajar perfectamente en algún análisis psiquiátrico que lo equipare con alguno de los tiranos locos del pasado. Sin embargo, tras sus aparentes locuras habrá más bien un amplio plan de dominación interna y externa en el cual la democracia y todo lo que su práctica conlleva resulta algo estorboso para hacer del Estado la herramienta ideal que les permita incrementar las arcas milmillonarias a quienes se consideran superiores al resto de la gente.