En las últimas tres décadas, China ha logrado un avance notable en la corpulencia y cantidad de sus sectores económicos, comerciales, sociales, políticos tanto a nivel internacional como a lo interno del país, pasando en 70 años de ser el país que Inglaterra obligó a consumir opio para ellos lucrarse con su comercio, a ser según quien lo estime, la segunda o la primera economía del mundo.
Su influencia es global, y lo más portentoso es que lo ha hecho principalmente sin recurrir a guerras convencionales por los mercados internacionales, en la magnitud que acostumbra los Estados Unidos, aunque tampoco ha sido pacifica, ya que se ha peleado con todos sus vecino, Rusia incluida, pero por razones territoriales. Imagínense se peleó con Rusia, a pesar que ese país representado por la ya antigua Unión Soviética, le devolvió grandes territorios que tenía ocupados, como eran Manchuria y Port Arthur. Y se peleó por la mitad de una isla en medio de un rio.
Pero en todo caso la percepción que se tiene es la de un país que puede expandirse y consolidar su poder sin necesidad de conflictos bélicos globales. China se ha convertido en un caso exitoso de su estrategia. Gracias a su inmenso crecimiento económico, el país ha tejido una especial red de influencia que, aunque no tiene la "pegada" de Estados Unidos en muchos aspectos, pues parece más a la "hegemonía del pasar agachado" que a una conquista militar tradicional, si tiene su efecto.
Una diferencia fundamental entre ambas estrategias es que mientras Estados Unidos habla de socios y amigos aunque los maltrata y manipula a todos, China no tiene un lenguaje específico para quienes comparten prácticas o ideas con ellos.
Esta expansión china se caracteriza por un crecimiento económico acelerado, un aumento significativo del comercio internacional, inversiones estratégicas en el extranjero y una creciente influencia diplomática y política a nivel sistémico. China ha logrado posicionarse como potencia económica y comercial, y últimamente está participando de una forma más visible en la globalización a través de diversos mecanismos.
Con estas estrategias, China ha redefinido el concepto de poder global, logrando una notable expansión de su influencia sin recurrir a guerras convencionales. Lo que muchos imperialistas han calificado como una "conquista silenciosa" o una "hegemonía por seducción", se ha convertido en el sello distintivo de su estrategia. En lugar de cañones y ejércitos, China ha utilizado un arsenal de herramientas económicas, diplomáticas y culturales para tejer una compleja red de influencia a lo largo y ancho del planeta, lo que ha generado un intenso debate sobre su verdadero alcance y las implicaciones de este nuevo modelo de poder.
Uno de los pilares de esta expansión ha sido su diplomacia económica. A través de iniciativas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, lanzada en 2013, China ha invertido en proyectos de infraestructura, comercio y cooperación internacional, especialmente en continentes como África, América Latina y Asia. Mediante préstamos y financiamiento, ha construido puertos, carreteras, ferrocarriles y plantas de energía, fortaleciendo sus lazos con decenas de países y asegurando su posición como un socio comercial y financiero. Este enfoque ha sido interpretado como una forma de fortalecer su posición global y garantizar su acceso a recursos estratégicos sin la necesidad de un conflicto militar directo.
En el plano diplomático, el país ha promovido silenciosamente una narrativa de no intervención y respeto a la auto determinación, una estrategia que contrasta con el historial de conflictos militares de otras potencias, pero que tiene una posibilidad enorme de nuevos conceptos y modelos de vinculación. Como dijo un Presidente, palabras más o menos, uno viaja a Washington y regresa con una deuda, viaja a Pekín y regresa con un Aeropuerto o una autopista. China busca sumar países para interconectarse utilizando como consigna una frase neoliberal, ganar-ganar, pero que es mejor que la de Estados Unidos, yo primero, tú pierdes.
Estamos por lo tanto ante una China que busca su influencia a través de medios no bélicos, centrándose básicamente en el comercio que debería pasar también al industrial. Aunque la complejidad de las relaciones internacionales y los intereses estratégicos del país hacen que la situación sea dinámica, su enfoque se ha centrado en expandir su poder a través de la economía, la diplomacia y la tecnología, lo que ha demostrado ser una estrategia efectiva y conveniente para conquistar el mundo sin guerra alguna.