El fasto, la música y el oropel se vislumbraba desde la entrada en la fastuosa Casa blanca, siglos atrás esta fue una hacienda con el mismo nombre y encerramiento de esclavos preparado con una doble finalidad: dormitorio al terminar la larda jornada de trabajo y cárcel para los esclavos insurrectos antes de ser ejecutados o desmembrados, práctica común en los castigos de la época. Los esclavos eran identificados por su nombre gravado en la carlanca con la que los coronaban cuando eran comprados o secuestrados. La hacienda conservó sus recuerdos en su glamoroso nombre: Casa Blanca. Uno de los mayores esclavistas en esas tierras: George Washington, a quien se recuerda por conserva el deshonroso honor de haber poseído más de 600 esclavos. Desde el camino real los campesinos, jornaleros, trabajadores y gentes del común se apretujaban contra la cerca para tratar de vislumbrar los fastuosos acontecimientos que se sucedían en la mansión a pesar de la enorme distancia que los separaba, desconocen la sangre esclava que abonó esas tierras hoy cubiertas de verde prados y flores multicolores. La hacienda siempre fue siniestra para los lugareños habida cuenta que se corrían historias tenebrosas desde el siglo XVIII. Una de ellas hiso carrera quedando grabada en la mente de los campesinos de generación en generación. Se cuenta que en la mansión asustan por ser la morada de Satanás, tal vez les asistía la razón. Se cuenta que una pareja de ancianos atraídos por el azul brillante de las flores de unas amapolas que se percibía entre la selva tropical del jardín, penetró osadamente con la intención de recabar uno de esos tesoros naturales que absorbían el juicio de la anciana mujer. Nunca los volvieron a ver.
La mansión levantada sobre tierra esclava en el siglo XVIII brillaba con intensidad esa noche de plenilunio. Los ventanales cubiertos de sedas chinas y finos gobelinos persas dejaban traslucir la luz de sus grandes lámparas de cristal de murano que rasgaban le negra noche y atraían la mirada de los curiosos. Obeliscos, mampostería, estatuas de dioses griegos y capiteles en mármol de Carrara, puertas y ventanas en roble bruñido hablaban del lujo, poder y esplendor de sus habitantes. La construcción produce un sentimiento gratificante al espíritu y de temor al observador al recordar la sangre esclava que corrió siglos atrás, tiempo después fue convento y por último cementerio de la congregación de los dominicos (perros de Dios). Congregación que nace en Europa en el siglo XIII y aterrorizó a sus habitantes por ser la génesis de la Inquisición, que produjo una estampida de creyentes y recursos para el Vaticano, pero una mano santa sacó a la iglesia del marasmo en que caía al dar vida a un extraordinario emprendimiento, a voces de hoy, sin tener que preocuparse por la difusión comercial del mismo. La iglesia para el momento atravesaba aguda crisis económica por falencia de limosneros, Dios no aportó nada, pero esa mano salvadora encontró la fórmula mágica para salvar a la iglesia. Dio vida al purgatorio. En semanas la iglesia rebosó de salud económica. Astronómicas sumas dinerarias y propiedades colmaron las arcas del Vaticano. La eminencia de la iglesia, Inocencio IV, iluminado por su Espíritu Santo dio vida al más lucrativo y productivo negocio de la historia. Corría el año de 1254 cuando abrió sus puertas el concilio de Lyon, ratificado en el II concilio de Lyon en el 1274. El emprendimiento salvó las almas de los exprimidos creyentes y las arcas de la iglesia.
No bien se abrió las puertas del ‘emprendimiento’ los fieles abarrotaron templos y conventos, monasterios y ermitas, disputándose a dentelladas el cupo para ser bendecidos sin tardanza antes que la iglesia cambiara de opinión, un Black Friday adelantado en siete siglos. Era tal la muchedumbre que se presentó en toda Europa ante la posibilidad de morir sin poder obtener el privilegio divino de negociar sus mortales pecados por unas monedas. Las muchedumbres asustaron a la iglesia. Mataron al tigre y se asustaron con el cuero, empero no le resultó difícil a la iglesia conseguir ayudantes, convencieron a los jóvenes en edad de merecer para que ayudaran a atender al enjambre de pecadores que fluían como los arroyos a la mar. las muchachas se desecharon sin preámbulos por ser tenidas como objeto de pecado por la iglesia.
La fanfarria y el oropel, el derroche de poder narciso, la necesidad del Virrey de enseñar sus virtudes aunada a su innata prepotencia no le eran ajenas; la manera de mirar con desdén a unos y otros, el desprecio que brota de sus labios al referirse a terceros; el sainete que montó al hacerse rodear de familiares y legionarios con asiento privilegiado en muebles de cuero blanco, difundió la idea falaz que él y su familia son prístinos, sin mácula, moralmente intachables y que están por encima de la multitud que le vitoreaba. Solo por la publicidad subliminal concluye la multitud que su Virrey es la viva imagen de su Dios invisible.
Los asistentes al ágape sesgadamente miran para otro lado negándose a ver lo que era obvio. En el bolsillo de la camisa debajo del saco del virrey, asomaba la punta del acta de la sentencia emitida en su contra por el juez Merchán en la que lo declaraba como criminal condenado por 34 delitos; el juez, de origen colombiano, se negó a suspender la sentencia hasta cuando el Virrey culminara su periodo de descanso en el palacio de invierno como solicitaba; empero, el juez, permeado por el poder omnímodo del Virrey, emitió una sentencia tipo Chapulín Colorado. Declaró al reo como criminal al sentenciarlo por haber infringido la ley y ser merecer de un castigo, pero he aquí la curiosa habilidad del fallador, se inventó un sofisma porque el castigo natural para un reo condenado es una pena privativa de la libertad o una sustituta en dinero e inhabilidad para ejercer un empleo público. Este juez no impuso sanción alguna al saber que el condenado ocuparía un altísimo cargo público. ¿De qué ley se habla en USA? No suspendió la emisión de la sentencia por no encontrar razón legal alguna para ello a pesar de las insistentes rogativas de los togados que se desgañitaron suplicando por su defendido. No, pero cumplido el rito legal a plenitud, garantizado el derecho defensivo y probada la culpa, no quedaba camino distinto al de emitir la sentencia del caso y la letra de la ley es clara cuando declara que todos somos iguales. El juez Merchán omitió esa regla porque entendió que una testa coronada no debe ser objeto de sanción alguna. ¿Para qué entonces el proceso? El virrey salió muy orondo y muy majo de la sala, se rio del mundo y demostró que un hombre de su clase no lo puede tocar la ley. Cosas de la democracia dirán.
Su desdén al caminar, el poder que se presume de sus movimientos ostentosos, su manera de saludar a los menos y a los más, su presunción de superioridad para hacerse sentir, su exhibicionismo como si de la coronación de un príncipe medioeval se tratara. El sainete se vivió con intensidad, la fanfarria, el oropel y la música inundaron calles y plazas, la gente se apretujaba para observar el paso del virrey antes de penetrar a su blanco palacio, llovieron flores dentro del recinto como desde los balcones y lugares por los que se desplazó la caravana real. Los niños reían y jugaban a su paso sin entender de que se trataba, pero contaron con el beneplácito de sus mayores que veían en sus retoños a futuros buenos cipayos. El sabor del triunfo se reflejaba en el brillo de los ojos del virrey, su sonrisa inexpresiva y su mofletuda cara pálida era el rostro del triunfador, único, poderoso, irreemplazable, a pesar de su lejano y modesto origen teutón; pero por su desprecio por las minorías es evidente que por su sangre no corre la valiosa casta de los Kant, Hegel. Marx, Leibninz, Nietzsche, Thomas Man. Su memoria bloqueada por la edad olvidó el trabajo campesino de sus mayores en los viñedos, de la peluquería de su abuelo en perdido condado alemán con lo que subsistían. Para un teutón nazi los negros, los gitanos, comunistas, amarillos e indios, son despreciables. Marte sería el hogar para esa especie prístina. Trump es un hombre ordinario, sin cultura, pero supremamente inteligente, por eso sabe bien que la especie humana deviene de los negros, y él, a pesar de su corona, es un humano común, silvestre y municipal, por lo que no desaprovecha oportunidad para pavonearse exhibiendo su poder y su fingida estirpe para distinguirse de los demás, desconoce en dónde terminó el tesoro recabado por Alejandro Magno.
Contrasta la larga procesión de esbirros, seguidores, guardaespaldas y mujeres fastuosamente engalanadas quienes se satisfarían con sólo un apretón de manos y una selfi con él para el recuerdo; contraste que se aprecia con el desafecto de jornaleros que no ven con buenos ojos la llegada del virrey sabiendo el viejo refrán que reza ‘toda escoba nueva barre bien’. Saben que él desprecia a sus inferiores a pesar de que les necesita, sin ellos su fasto y vida muelle no existiría, su odio por los inmigrantes es genético. Este representante de los multimillonarios del mundo es un símil del prior de los Perros de Dios en el Medioevo. La corona lo hace rey, pero no Señor. Su paso por la mansión es transitorio y aunque crea que con él el tiempo se detuvo, es sólo porque no se ha visto en el espejito mágico de Blanca Nieves. Solo los banqueros y los 9especuladores financieros, como Musk, Bernard Arnault., Bill Gates, Zuckemberg, Jeff Bezos y los políticos hambrientos de respaldo se amilanan ante su burda imitación de Lex Lutor (enemigo de Superman), el amo del mundo.
Esta gente es la que cae de hinojos ante el virrey para no sufrir la agonía de sentir que se aleja de ellos el manto sagrado que les protege y tener que periclitar en el olvido. La gente de la alta sociedad es la que cae cual misero mendicante de rodillas en espera de la generosa bendición que les depara un rápido ascenso en su carrera política, sus inversiones, sus empresas, en el reconocimiento de clase. Aquí lo único que vale es la obsecuencia.
El virrey saborea con fruición el éxito que obtuvo en franca lid. Nunca se arrimó a político alguno en plan de socializar, nunca optó por un cargo de elección popular o de designación por amistad política; empero, un día, un día cualquiera quiso ser presidente, creyó que podía serlo a pesar de haber llevado una vida sibarita lejos de conocimiento de los asuntos y del estudio de la cosa pública; vivió una vida disoluta cerca de las casas de juego, de las reinas de belleza, de la especulación con bienes inmuebles, de la banca, del dinero especulativo, del fasto, del oropel. Pero, el día que amaneció lúcido se miró al espejo y en el reflejo creyó ver una luz que le guiaba, vio quien podía presidir al estado más poderoso en la tierra. Y ese que vio, era él, y lo fue. Eso se le abona al virrey, Lo lamentable es que su consciencia se congeló y en lugar de mejorar la vida de sus connaturales gasta su inteligencia, dinero y poder, en hacer más miserable la existencia de su pueblo. Los sociópatas viven encadenados al infierno de su mitomanía.
No lo levantaron en hombros en el carnaval que lo coronó por no ofender su dignidad al tocar las impolutas y ricas vestiduras que lo ornaban, su peso y avanzada edad lo impidieron, no hizo falta. Todos a una se arrodillaron a su paso en señal de sumisión para recibir su generosa bendición. Se sintieron gratificados de llevar sobre sus espaldas ese grato y generoso recuerdo de un día que no volverá. Hubo procesiones fastuosas símil de las del medioevo cuando se alababa al Cristo redentor. En el entretanto, él, tomado de la mano de su despampanante mujer de origen eslavo, sintió que estaba entrando al Paraíso. Era su momento de gloria que, a pesar de todo, el virrey no lo creía, el sueño se hizo realidad por segunda ocasión desafiando la premonición de don Pedro Calderón de la Barca a quien contradice porque los sueños no son solo sueños, en veces se hacen realidad.
No dejaron de sonar los teléfonos y sus asistentes no descansaron en recibir las felicitaciones que llegaban desde los cuatro puntos cardinales del globo de boca de cipayos de todos los colores. El internet se congestionó; ora con mensajes de viva voz; ora por largas pastorales dentro de las cuales no faltó la de S.S., el papa, quien aunó su desprecio por las comunidades trans con el del virrey; sin embargo, el delegado de Cristo no abrió la boca cuando los judíos asesinaban niños como si fueran moscas. Contrario sensu S.S. sí bendice al virrey.
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