Si nos tacara escoger entre defender nuestra integridad territorial, o ir a unas elecciones parlamentarias, es seguro que surjan dos corrientes diametralmente opuestas al respecto. Por un lado, nos vamos a encontrar con una inmensa mayoría que en ningún momento vacilaría en ser partidaria de la defensa integral de nuestra integridad territorial, patrimonio que fue ultrajado en el pasado por la voracidad de Colombia y Guayana, en complicidad con potencias extranjeras que utilizaron a Estados débiles para acometer sus fechorías. Que en el reparto de botín los grandes beneficiados del despojo fueron empresas trasnacionales y no gobiernitos que hicieron el papelón de tontos útiles, de eso mejor que hablen los duchos del Derecho Internacional Público.
Hasta un individuo de bajo coeficiente de inteligencia se percata que no es por simple azar que Colombia y Guayana desempolvaron unas reclamaciones que carecen de asidero legal como lo demuestran los títulos históricos. También llama poderosamente la atención el hecho de que el reclamo se haga en un momento excepcionalmente coyuntural y que este caracterizado por su alta carga de peligrosidad para la paz en el hemisferio. Hasta las piedras saben que detrás de esa bastarda maniobra están los EEUU con su perruno aliado de Gran Bretaña. Pregunta un tanto curiosa: ¿Acaso el abigarrado y decadente imperio británico planee repetir su cayapa como cuando se opuso a que Argentina recobrara la soberanía sobre la Islas de Las Malvinas?
Aunque no falte una de esas mentes suspicaces que mal interpreten el silencio institucional de las FANB, advertimos a los apátridas que se van a quedar con los crespos quienes estén pensando que esta vez no funcionara el binomio ejercito-pueblo para el defensa de nuestros sagrados intereses patrio. Así, pues, que tal cual como están las cosas, nadie se extrañe que en tiempos de revolución, nos toque ejercer el derecho al sufragio, y a la vez, dispararle a quien osara violar nuestro territorio.
Una última recomendación a quienes anden pintándose pajaritos en el aire: Por favor leerse el artículo 328 de nuestra vigente Carta Magna, pues más claro no canta un gallo. O no es verdura el apio.