La desagradable experiencia de comprar en el Mercado Municipal de Cumaná (I)

"Todo orden político es cultural, por lo tanto toda transformación

de ese orden exige una nueva cultura. Si esto no tiene lugar,

el proyecto de alternativa no puede prosperar"

Hugo Zemelman

Cultura política en América Latina

Recuerdo que cuando era un niño o un adolescente, venir de Manicuare a comprar en el mercado municipal de Cumaná era una experiencia agradable. Sabíamos que, después de atravesar el Golfo de Cariaco y entrar a la ciudad por el río, nos esperaba el deleite de una espesa y gustosa chicha en el local de Antonio Sánchez o de una merengada de lechosa de las que preparaban la familia Calvo. Aunque siempre el mercado ha sido un sitio desordenado y bullicioso, era una alegría observar la frescura de las hortalizas y admirar la majestuosidad del Manzanares albergando a los peñeros amarrados a su ribera. El local del mercado ocupado durante los años cincuenta, sesenta y setenta se le quedó pequeño a la ciudad, por tal razón sus ciudadanos reclamaron la construcción de unas instalaciones más amplias y sanitariamente acondicionadas para la venta de alimentos.

Cuando construyeron las nuevas instalaciones en el Islote, ocupado entonces por "quintas", especie de sembradíos de árboles y arbustos frutales ubicadas a la orilla del río Manzanares en su camino hacia la desembocadura, cercanas al puente Gonzalo de Ocampo, se compraron esas tierras y algunas de las casas construidas en los espacios cercanos a la avenida Perimetral y la calle Cajigal, sector el Islote.

Cuando empezó a funcionar el mercado, también se comenzaron a poblar los alrededores, las "quintas" abandonadas fueron invadidas por ranchos y se formó el Realengo, haciendo honor a la desquiciada forma de habitar esos espacios. No hubo planificación para evitar que la miseria, la contaminación y el desorden invadieran la incipiente organización que ameritaba consolidarse para prestar un servicio de calidad en el nuevo recinto del mercado. La mayoría de las casas construidas en el Realengo carecieron o carecen actualmente del servicio de aguas residuales, agua potable y otros servicios necesarios para habitar un territorio con dignidad. Los que pudieron construyeron pozos sépticos para liberarse de las aguas contaminadas con residuos fecales, aceites, detergentes y jabones. Por eso, la primera desagradable experiencia que uno se encuentra es con una laguna de aguas provenientes de un pozo séptico que un vecino irresponsable, que habita una casa cuyo fondo colinda con la parte baja del puente de la Avenida Petión, vacía religiosamente todos los días a principios de la mañana para que, aprovechando la pendiente, el agua contaminada se estanque en esa laguna que se forma cerca la intersección de la avenida el Islote con la pequeña avenida lateral al mercado, muy lejos de su casa, pero justamente al lado del sitio donde funcionan unos negocios beneficiadores de pollo.

Continuando la ruta hacia el estacionamiento del mercado por la pequeña avenida lateral se instalan los vendedores ambulantes de pescado en carretillas, justamente sobre manantiales de aguas fétidas contaminadas con heces fecales, ocupando la mitad de la calle y ocasionando el mayor atasco para entrar al mercado que forma el gran desbarajuste vehicular en la avenida el Islote hasta alcanzar la avenida Petión, donde hay un semáforo que no funciona la mayor parte del tiempo. Pero tampoco existe ninguna autoridad vial, que ordene el gran caos que se presenta con los vehículos en la cola de la avenida el Islote y la que se forma con los que pretenden salir después de haber comprado en el mercado.

Esos espacios de la avenida lateral del mercado son ocupados por los vendedores ambulantes de pescado que allí arreglan la mercancía y la contaminan con las aguas servidas impregnadas de heces fecales, para que los compradores se la lleven a sus casas y la consuman contaminada, generando una cadena de enfermedades gastrointestinales en la población que representa un gasto importante para las familias y para el Estado. También depositan las tripas de pescado en la isla de la avenida, hasta que pase el camión que recoge la basura, las cuales en su proceso de descomposición, llenan el ambiente de un olor fétido característico del pescado podrido, verdaderamente insoportable, que nunca abandona el lugar que, además son invadidos por moscas que depositan sus huevos en ellas, transformándose en larvas y consecuentemente en moscas adultas que impregnan con sus patas contaminadas todos los alimentos que se expenden en el mercado; para colmo, ocasionan una tranca vehicular porque ocupan más de la mitad de la vía o su totalidad cuando descargan su mercancía. Esta situación insalubre ha sobrevivido los períodos gubernamentales de todos los "alcaldes" que ha tenido Cumaná, durante la IV y la V repúblicas, sin que ninguno la haya podido corregir definitivamente.

Más adelante, casi a lo largo de la avenida lateral del mercado, existen unos locales que se construyeron sin planificación razonable para albergar a la pequeña y mediana industria, pero que la realidad obligó a abandonarlos y destruirlos por su escasa viabilidad para el comercio y la inexistente seguridad en el área. Hoy todo ese trayecto es un gran depósito de basura y aguas putrefactas que emergen de los rebosados y caídos colectores que, por falta de mantenimiento, inunda toda la entrada del estacionamiento del mercado de un insoportable olor a mierda, cuyos coliformes son trasladados hasta el interior del mismo en las ruedas de los carros de los visitantes.

Este es el primero de varios artículos sobre la desagradable experiencia que tienen los consumidores al atreverse a comprar en el mercado de Cumaná. Todavía no hemos entrado bien al estacionamiento y ya la situación causa asco, tristeza y desesperanza. Estamos convirtiendo a la ciudad en un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas, sobre todo las derrotas de los que la habitamos y de las que la gobiernan. En este sentido, el sujeto humano ajusta las acciones a los objetos y a la realidad en la que vive. Si la realidad donde vive está deteriorada, es porque la ética y la moral del sujeto están construidas sobre bases falsas.

Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada a este mundo.

Albert Camus (1913-1960) Escritor francés

*Maestro pueblo, agricultor urbano, agroecólogo, educador popular

azuldemanicuare@gmail.com

 

 



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