Los efectos psiquiátricos del trumpismo o los delirios de los venezolanos trumpistas

A raíz del "silenciamiento" de las cuentas de twitter y Facebook de Donald Trump, en el momento más álgido de la agitación de ese caudillo fascista norteamericano, la toma del Congreso por una turba de fanáticos, se suscitó una suerte de migración nerviosa hacia otras redes sociales. Que lo hagan los trumpistas norteamericanos se entiende. Ellos y su peo. Lo que le aplicó Zurkenberg a Trump es algo así como lo que le aplicaron Venevisión y Radio Caracas a Chávez el 11 de abril en 2002, cuando partieron la pantalla de la televisión y hasta lo silenciaron también. Pero, estemos claros, una cosa es silenciar a un agitador irresponsable como el magnate gringo en el momento más sorprendente de la crisis norteamericana, y otra, muy distinta, es censurar a un pobre profesor jubilado de una universidad en ruinas en el margen del tercer Mundo, como yo. Seamos racionales.

Vamos al ABC. Estamos en el capitalismo. Las redes sociales (como Facebook, como Telegram) son empresas privadas en una economía capitalista. Igual que las cadenas de televisión, de radio y de periódicos ¿Cuál es el negocio de las redes sociales? No, no es hacer más comunicable la especie humana; no es compartir información; no es hacer más democrático el conocimiento. Eso es publicidad caza- bobos. El negocio es la centralización y mercantilización de datos personales de los clientes, con distintos fines: publicitarios, comerciales y hasta para "controlar el terrorismo". O sea, espiar, en cierto modo, a la población; conocer sus gustos, inclinaciones, preferencias, para hacerle llegar el mensaje del publicista o detectar tendencias de opinión pública o establecer ciertos comportamientos anómalos.

¿Suena opresivo? No más que el análisis de los medios de comunicación a partir de la década de los sesenta. O quizás, desde antes: a partir del uso sistemático de los medios masivos de difusión con fines políticos por los nazis, comunistas y los grandes magnates de la "comunicación", quienes hasta "fabricaron" guerras. La cosa se puso peor para una visión un poco ingenua de la "libertad de expresión" y "las posibilidades democratizantes" de los medios, cuando, más o menos en los sesenta, la televisión y otras empresas fueron mediatizando el campo de la política, sustituyendo a los Partidos Políticos, seleccionando los líderes, imponiendo agendas de opinión, sistematizando la "hegemonía" que, en tiempos de Gramsci, no pasaba de las escuelas, las iglesias y otras instituciones, ya desbordadas por la prensa.

Se habló entonces de "massmediatización" de la política. Hay una abundante bibliografía sobre esto. Yo mismo, junto a otra profesora, hicimos un libro sobre esto: de cómo las empresas de los grandes medios de difusión propagaban, agitaban y hasta organizaban, asumiendo las funciones que Lenin atribuía a los Partidos Políticos (bueno: a un medio de comunicación: el periódico clandestino "Iskra", cómicamente limitado, si se compara con las redes sociales actuales). El proceso político de los noventa y todo este siglo, es un gran ejemplo de cómo esas empresas se convirtieron en jefes políticos. En el recurso más eficaz de hacer política masiva.

Volvamos al ABC ¿Qué es Trump? ¿Un líder "patriota y nacionalista" enfrentado a los "globalistas" y al "establecimiento norteamericano", como lo describen algunos mensajes por ahí? Nada de eso. Trump es un caudillo de ultra derecha. Representa las peores tradiciones políticas de los Estados Unidos: racismo, suprematismo de los WASP (White Anglo Saxon People Protestant), fundamentalismo religioso de la "Bible Belt" (cinturón de la Biblia del sur de Estados Unidos). Su "nacionalismo" no tiene nada que ver con el patriotismo de un país colonizado, pobre, del Tercer Mundo, esos sí oprimido y superexplotado por el gran capital internacional. Se trata de un "chauvinismo de gran potencia" que pretende recuperar el poder imperial de los Estados Unidos en un momento de declive, cuando se trata de volver a barajar las cosas en el mercado mundial, frente a otras potencias igualmente capitalistas: China, Rusia, etc.

Algunos, apasionados, llegan a afirmar que Trump se parece a Chávez ¿En qué? ¿En su "populismo"? ¿En su "mala educación", "patanería" y "pésima cortesía"? Ya va, espérate. Tal vez, para un desprevenido observador, pueden parecerse los desplantes y "falta de cortesía" de Chávez (el intento de golpe del 4 de febrero, la ruptura con los partidos históricos de la IV República, con el estrato de tecnócratas que dirigía la PDVSA de finales del siglo XX, los empresarios, el Alto Clero y demás representantes de un "establecimiento" en grave crisis desde los ochenta del XX, etc.), con el discurso agresivo de Trump contra la "corrección política" conquistada por los movimientos antirracistas, feministas y LGBT en Estados Unidos, así como el descarado quiebre con causas "humanitarias" como la prevención con el COVID 19 y el control del calentamiento global. Pero apenas detallamos un poquito la cosa, las diferencias son demasiado grandes ¿Fueron grandes demagogos Trump y Chávez? Puede ser. Pero el populismo es una lógica política por la cual se logra conquistar la hegemonía en medio de un antagonismo binario, donde se busca articular las demandas sociales de amplios sectores. Definido así ¿qué político de masas no es populista? La etiqueta "populista" oculta y engaña; mete en un mismo saco a Perón, Castro, Pérez y hasta a Hitler. Por favor: ese calificativo no sirve para analizar; sino sólo para insultar y calumniar.

Por otra parte, en la otra "esquina", no están los "globalistas", entre los cuales esos mensajes delirantes de las redes meten, desde los grandes capitales monopólicos con representantes como los Clinton (¿acaso Trump es un proletario?), hasta movimientos antirracistas como los "Anti Fa" y "Black Lives Matter", las feministas, los grupos LGTB. Esa polarización oculta y distorsiona las cosas. Aquí es donde la oposición de derecha (ya claramente definida) se come toda la paja: supuestamente Biden representa el "comunismo" y la "izquierda". Jajaja. Perdón.

La confusión y el delirio se desbordan. Supe de políticos venezolanos, que en otra época hasta parecían inteligentes, defendiendo los votos de Trump en Georgia. La votación de Trump en Miami se debe en parte a esa histeria anticomunista, otra terrible tradición política norteamericana, que tuvo su rostro en aquel McCarthy de no muy grata recordación.

Siempre recuerdo un libro de la biblioteca de papá. Era de Juan Bosch. Se titulaba "el antikomunismo (con k) en América Latina" y describía la política norteamericana en los cincuenta, comenzando por la invasión de la República Dominicana. Pues bien, déjenme decirles que uno de los rasgos de esa "nueva" (¿?) derecha es ese antikomunismo: el ataque a cualquier "corrección política", empezando por los avances de derecho internacional, a nombre del combate contra el "comunismo", que hoy engloba movimientos identitarios, étnicos, feministas, LGBT, etc. De nuevo se usa el "fantasma del comunismo". Más ridículo ahora que en 1848, porque no hay tal cosa como socialismo en el mundo. Si alguna afirmación de Fukuyama resultó acertada, es aquella referida a la hegemonía y dominio total del capitalismo en el mundo. Y defendido hasta por Partidos Comunistas y gobiernos bonapartistas como el venezolano. ¡Que circulen libremente capitales y mercancías! Esa es la consigna. Lo demás son matices.

¿Por qué no pensar más bien, ya que la onda de la comparación odiosa parece extenderse, en términos de alianza antifascista? ¿Se acuerdan? La que fundamentó la formación de la alianza contra Hitler, después que éste bajó de la nube a Stalin acerca de la repartición de Europa (supuestamente garantizada por el pacto germano-soviético de 1940), mediante una "blitzkrieg", que sólo pudo ser detenida por el invierno cerrado y el heroísmo del pueblo soviético. Trump montó todo este show para constituirse en el gran líder del fascismo norteamericano y va a seguir dando la pelea, una cuyas consecuencias no podemos prever con seguridad ¿Es parte de la decadencia norteamericana? Sí; pero también es parte del reacomodo del capitalismo mundial.

Es mejor retomar la vieja sensatez marxista para analizar todos estos eventos.



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Jesús Puerta


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