Alquimia Política

En defensa del anarquismo

El anarquismo, al enfrentar una interpretación mesurada del sistema burgués, se expone a críticas despiadadas. Tal es la de Franz J. Hinkelammert, sociólogo y pensador alemán, quien considera que la utopía de la espontaneidad migra del liberalismo al anarquismo, y son los anarquistas quienes crearon la palabra orden espontáneo.

Su crítica es que la propia propiedad privada destruye la libertad y la transforma en explotación, en libre explotación. Se dirige, por lo tanto, en contra de la sociedad burguesa, asumiendo la base utópica de la ideología burguesa. Lanza esta utopía en contra de la sociedad, que se estaba constituyendo en nombre de su realización. El anarquista, por tanto, percibe la utopía como destructora al vincularse con la sociedad burguesa, hay que liberarla en contra de ella para realizarla por fin.

Para algunos, el anarquismo puede anunciar solamente la destrucción como creadora, políticamente no puede crear nada. Afirmar que "políticamente el anarquismo no puede crear nada", es temerario y hasta extremadamente ligero. El anarquismo es una filosofía social. Se inscribe, a partir del siglo XIX como alternativa organizativa frente al capitalismo. Aún más, el anarquismo no surge como religión; no tiene como punto de partida alguna "revelación", ni conoce afirmación dogmática, mientras que en el Estado burgués observamos como el cristianismo, presentado en la obra "Dios y el Estado" de Bakunin como locura colectiva, consagra su Institución y la dirige en función de objetivos tales como servilismo y esclavitud.

El anarquismo ha dejado, desde sus experiencias a finales del siglo XIX y principios de éste, de ser una "mera" utopía. Su concepción abstracta se ha enfrentado con la realidad, y si no ha triunfado, no descarta su nítida definición de los problemas sociales ni su impulso característico en propuestas organizativas bastante acertadas. Lo que comenzó como una crítica a la burguesía, derivó en planteamientos alternativos serios que el propio sistema burgués ha absorbido en razón de su utilidad como complemento organizativo de la sociedad de libre mercado. Cabe destacar que los aportes del anarquismo al pensamiento económico-social, iban dirigidos, en principio, a una sociedad en muy distintas condiciones a la actual, pero son tan claras y concretas sus ofertas que permiten flexibilizar los postulados y amalgamarlos con el orden imperante.

Conceptos como cooperativismo, autogestión, federalismo, colectivismo, mutualismo, etc.; conforman una propuesta organizativa que, a diferencia de la rigidez liberal, no parten de una dogmatización ni de una imposición superior. Se dan por estar sujetos a un orden de consecuencias que impiden el surgimiento de un "caos" que impondría la presencia de una autoridad rectora. Por lo tanto, las alternativas anarquistas se fundan en un "mutuo acuerdo" que se sustentaría en la libertad como base moral de la anarquía y la revolución, como medio para hacerlas sobreponerse a las resistencias que la oprimen.

De uno de los dictámenes del primer Congreso de la Federación Regional Española (1870), se puede extraer la siguiente declaración: “La cooperación de producción en sí, o como término, está ya juzgada; es una institución puramente burguesa que sólo puede realizar la emancipación de una insignificante parte de nosotros y cuyo desarrollo no fuese posible dentro de la actual sociedad, nos llevaría, a la creación de un quinto Estado social mucho más infeliz, mucho más explotado de lo que es hoy la clase trabajadora.” En otra parte del mismo dictamen se lee: “El próximo advenimiento de la revolución redentora es infalible y su tiempo casi matemáticamente calculado.”

En efecto, en la cooperativa es el capital el que está al servicio del hombre y de su trabajo, y no al revés, como ocurre en el capitalismo. Las personas asociadas en las cooperativas son autónomas y gestionan ellas mismas sus propios asuntos. Son sujetos del proceso productivo y no meros objetos o instrumentos al servicio y subordinados al capital. Aquí es el capital el que está subordinado al trabajo; las cosas a los hombres. No es pues, extraño que los movimientos libertarios hayan sido los grandes teóricos y promotores de cooperativas.

Sin embargo, la cooperativa puede degenerar en capitalismo de grupo, con predominio absoluto de la prosecución casi exclusiva del lucro en detrimento de otros valores humanos superiores. Aunque se trata de una asociación de hombres libres e iguales, siempre existe el peligro de (que) un cierto egoísmo de grupo y un excesivo afán por mejorar económicamente, acabe subordinando los valores humanos a los valores meramente materiales del beneficio y de la ganancia.

Kropotkin nos describe, en su obra "El apoyo mutuo", esa importancia que el cooperativismo mantiene en el pensamiento Anarquista. A menudo se presenta, a la cooperación como "un individualismo por acciones", y es indudable que en su aspecto presente puede contribuir fácilmente a desarrollar el egoísmo cooperativista, no solamente con respecto a la sociedad general, sino entre los mismos cooperadores. Sin embargo, es sabido de manera cierta que en el principio tenía este movimiento un carácter profundo de ayuda mutua.

Los partidarios de dicho movimiento están convencidos de que conduciría a la humanidad a una "forma armoniosa superior", de relaciones económicas. Prueba de esto, es que en los últimos años del siglo XIX, se había comenzado a evidenciar, entre los cooperadores, ideales más amplios de bienestar público y de solidaridad entre los productores.

Karl Marx, expresó acerca de la cooperación: “Cuando varios trabajadores operan juntos persiguiendo un fin común, en un mismo proceso de producción o en proceso diferentes, pero conexos, su trabajo toma la forma de cooperativa (...). No se trata únicamente de aumentar las fuerzas individuales, sino de crear por medio de la cooperación una fuerza nueva que funcione como fuerza colectiva. Esta interrelación, a través de la cooperativa, entre obreros asalariados, hace que el mando del capital se impone como una necesidad para la ejecución del trabajo, como una condición real de producción. Desde ese momento las órdenes del capital resultan tan indispensables en el campo de la producción como las del General en el campo de batalla”.

Es decir, en la medida en que el trabajo sea bien remunerado, la ejecución del mismo tendrá un índice mayor de producción: “El obrero es propietario de su fuerza de trabajo mientras discute su precio de venta con el capitalista, y no puede vender más de lo que tiene, es decir más de su fuerza individual (...). Por tanto, paga a cada uno de los cien obreros su fuerza de trabajo independiente, pero no paga la fuerza combinada de los cien. Esta realidad de explotación capitalista se ve al comienzo del cooperativismo suplantada, por un cambio substancial de la estrategia obrera; de una negociación individual se pasó a una negociación colectiva. El cambio hacía aparecer en los contratos individuales prerrogativas favorables a un bien común y que garantizaban no sólo la remuneración adecuada al esfuerzo, sino la protección del empleado tanto física como moralmente. Como nos dice Malatesta: “La solidaridad es, pues, la condición en la cual el hombre encuentra el mayor grado de seguridad y bienestar; y por eso el mismo egoísmo, es decir, la consideración exclusiva del propio interés, empuja al hombre a la solidaridad, o mejor dicho, egoísmo y altruismo se confunden en un solo sentimiento”.

En “El Capital", Marx deja ver sus dudas con respecto a las cooperativas en el sistema capitalista. Para Marx es evidente que cooperativismo abrigará una organización, mas corre el riesgo, por haber tenido como medio de cultivo la sociedad burguesa, de absorber algunos elementos que harían impuro el objetivo de solidaridad" y "cooperación" que la organización de la clase i trabajadora desea. Vale decir, como dice Fisera Bourdet: ... en las cooperativas el antagonismo entre capital y trabajo superado aunque de una manera imperfecta: al funcionar como asociación de trabajadores son su propio capital, es decir, que utilizan los medios de producción en la valoración de su propio trabajo”.

Comenta Fisera Bourdet el texto de Marx y dice que él no solamente subraya la imperfección de estas nuevas formas de trabajo humano, sino que propondrá diversas formas de recuperación. Sería válido distinguir entre cooperativismo laboral y cooperativismo económico. El primero fue tratado en profundidad por pensadores libertarios y marxistas, aquellos dándole una connotación de "solidaridad" y "apoyo mutuo", éstos haciendo destacar la "asociación" de trabajadores como paso a una nueva fuerza laboral que tenga dominio sobre sus instancias de decisión exigencia, a fin de constituirse como un bloque coherente que funcione en razón de un bien común.

Las cooperativas económicas implican una agrupación de personas bajo el principio de "mutua ayuda" y "reciprocidad", destinada a cumplir función de ahorro, producción, distribución y consumo, caracterizada fundamentalmente por no alentar propósitos de lucro, por su carácter democrático y por su propósito de servicio. Este modelo es el que se ha presentado con acierto en la sociedad moderna. El otro corresponde a un antecedente alentado por los socialistas utópicos y por los planteamientos de autonomía del sistema federal de organización libertaria.

Un ejemplo significativo nos fue dado por los tejedores de Rochdale, Inglaterra, quienes reaccionan frente a los abusos del liberalismo económico en el siglo XDC. Su reacción hizo derivar siete principios básicos; los cuatro primeros considerados Alianza Cooperativa Internacional en su Congreso de como ineludibles para la práctica del cooperativismo. Ellos son: Libre acceso y adhesión voluntaria; Control democrático, cada miembro un voto.; Distribución de los excedentes en proporción a las operaciones realizadas con la cooperativa; Limitación del interés del capital; Neutralidad política y religiosa; Ventas al contado, en las cooperativas económicas; y Fomento de la Educación.

Lo que sí debemos tener en claro, es que durante el tiempo histórico que a Marx le correspondió vivir no estaban las condiciones dadas para propugnar un verdadero fortalecimiento del principio cooperativo. Podría sin embargo ser un ensayo de auto-organización en la sociedad burguesa pero no siempre una alternativa oportuna ante determinadas y necesarias condiciones. Por ejemplo, el programa de "GOTHA" que reclamaba el establecimiento de cooperativas de producción con el apoyo del Estado. Esto para Marx resultaba inconcebible; las cooperativas debían ser creaciones autónomas de los trabajadores, si se acepta la ayuda del Estado, pasarían a depender de sus decisiones y se crearía el mismo antagonismo que a nivel externo había diferenciado los explotadores de los explotados. Por lo tanto, la cooperativa autónoma de la clase obrera, debe mantener su espíritu revolucionario y no entregarse sumisamente al poder del capital.

Los anarquistas han mantenido dos tipos de concepciones en cuanto al cooperativismo. Una, que no apoya dichas nociones de asociación y que la define como impotente para realizar el fin de la emancipación, porque lleva en sí el germen capitalista explotador y, si bien beneficia a muchos, esclaviza a los trabajadores que quedan reducidos a la condición ínfima e irremediable de presos de su propio sistema.

En otro orden de ideas, hay quienes en el movimiento libertario ven como necesidad que toda la riqueza social pase a disposición de todos para producir, canjear y consumir, la necesidad de un acuerdo general se impondrá por ley de la naturaleza. Los productores se agruparán en diferentes organizaciones se constituirá una gran federación de sociedades autónomas, abarcando en una amplia síntesis la inmensa variedad de la vida social, reunirá a todos los hombres bajo la bandera de una felicidad real y positiva. Proudhon dejaría aún más clara la visión: “Sí: la Asociación tiene su objeto en la economía de los pueblos. Sí: las sociedades obreras, que son una protesta contra el salario, una afirmación de la reciprocidad, y que con este doble título se encuentran ya tan llenas de esperanza, están destinadas a representar un gran papel en el futuro”.

Este papel consistirá principalmente en la gestión de los grandes instrumentos de trabajo y en la ejecución de ciertas obras, que exigiendo al mismo tiempo una gran división de funciones y una gran fuerza colectiva, serían otras tantas fuentes de miseria.Pero la asociación, por sí misma no resuelve el problema revolucionario. Lejos de ello se presenta como un problema, cuya solución implica que los asociados gocen de su independencia conservando las ventajas de la unión. Lo cual quiere decir que la mejor de las sociedades es aquella en que gracias a un privilegiado organismo, la libertad entra en mucho y el sacrificio en poco.

La cooperativa unifica el momento económico y social: propiedad y trabajo coinciden en un ámbito. Destinada, como está, a la valorización del trabajo antes que a la de la riqueza de sus miembros la cooperativa se distingue porque en ella el hombre es sujeto antes que objeto o instrumento de poder de otro.

La autogestión está ligada a la organización cooperativa, sin embargo maneja otros principios, característicos de su marco de acción. Como organización en sí, promueve una amplia participación popular a través del desarrollo de una democracia socialista y de los mecanismos de autodirección que le hacen prescindir de cualquier dependencia directa.

Como toda doctrina, tiene diferentes interpretaciones. En la actualidad reunimos seis: la tecnocrática, que maneja un modelo descentralizado de la gestión empresarial, enfrentándose al modelo burocrático y centralizado; la comunista, que tiene como objeto el punto de llegada de la sociedad ideal, desaparecidas las contradicciones de clase; la humanista, que es la perspectiva ética personalista que se refiere más a una actitud que a una forma de poder, la científica, que visualiza una sociedad donde funcionan las leyes del organismo vivo, donde la autogestión asume el papel de agente social de la revolución científico-técnica; la de los consejos, que implica una sociedad compuesta por consejos interrelacionados entre si y donde se expresaría el poder de los productores asociados; y la libertaria, sobre la cual comentaremos más ampliamente.

El enfoque libertario "tendría como objeto el rechazo del Estado y de la autoridad. Se buscaría la democracia directa, actuando los individuos y los grupos sin representación intermediadora. El anarquismo asume la autogestión como "la toma de posesión de la tierra y los instrumentos de trabajo por parte de la comunidad laboral y la dirección económica y administrativa de la empresa en manos de la asamblea de los trabajadores, (así como) también la coordinación y, más todavía, la federación de impresas, entre sí, primero a nivel local, después a nivel regional y nacional y, finalmente, como meta última, a nivel mundial.

La autogestión es para los pensadores anarquistas una total integración del individuo con su sistema social (Autogestión Integral); generando a partir de allí una concepción de lo humano, inseparable de la libertad. Es decir, condicionando una manera de expresar y sentir sin las prerrogativas de un sistema impositivo y autoritario. No se puede concebir el espíritu libertario con las ataduras de una Institución burguesa (El Estado), que ya ha dejado en claro hacia donde apuntan sus objetivos.

Autogestión equivale a democracia en la empresa, gestión democrática de la misma. En fin, la autogestión es una organización social para la producción cuya singularidad gravita en eliminar la remuneración al capital de sus propietarios, así como la implementación de mecanismos que den valor a la fuerza humana de trabajo antes que a la riqueza o capital de sus integrantes.

La cooperativa, por ejemplo, es suficientemente conocida y apreciada como teoría y práctica de autogestión. Puede darse autogestión donde no existan cooperativas, pero donde haya una cooperativa hay autogestión.

En otro aspecto, el Federalismo, configura una de las bases fundamentales del pensamiento anarquista. A tal punto que algunos estudiosos del tema (entre ellos Tulio Rosenbuj, Carlos Díaz y otros), coinciden en asignar a las vertientes filosóficas del socialismo libertario, la clasificación de vertiente libertaria y vertiente federalista. Agrupando en tomo a ambas los distintos puntos de vista de los teóricos anarquistas. Lo cierto es que el Federalismo juega un papel primordial dentro de las propias ideas liberales que han dominado desde el siglo XVII las bases de los sistemas políticos modernos.

Los atributos de la autoridad central que especifican y restringen, en los gobiernos centralizados, los atributos del poder supremo, son atacados con la propuesta federal de Proudhon. Para él tiene que haber una independencia administrativa de las comunidades que se ligan entre sí por medio de un "contrato o pacto federal". Esta independencia administrativa aspira a sustraer a los ciudadanos de la explotación capitalista y bancocrática tanto en el interior como en el exterior.

Bakunin tiene, por su parte, una apreciación muy general del federalismo. Su tesis se resume diciendo que el federalismo político supone necesariamente lo que cabría llamar un federalismo económico, o, dicho en otros términos, un socialismo libertario.

Así como no hay verdadero socialismo que no sea federalista, así no puede haber verdadero federalismo que no sea socialista. El federalismo anarquista no se reduce a lo meramente político en su efecto descentralizador administrativo, sino que va mucho más allá, insertándose en la organización social (a través del libre acuerdo). Como la estructura organizativa desde abajo hacia arriba conforma el nivel primario de la organización federal, plano universal de la humanidad constituye la meta máxima: coral en la sociedad libertaria.

Indudablemente, Proudhon encierra el espíritu libertario federal, es por ello que, buscando enfocarlo desde una óptica más: reta y directa, le da la connotación de "federalismo agrícola-industrial", que no es más que el retrato de la sociedad productora de la época, la cual aún representa los valores económicos feudales. Ese "federalismo agrícola-industrial, es descrito por Proudhon como la oposición al federalismo económico. Proudhon nos dice al respecto: “El sistema federativo es aplicable a todas las naciones y a todas las épocas, puesto que la humanidad es progresiva en todas sus generaciones y en todas sus razas; y la política de a federación que es por excelencia la política del progreso, cusiste en tratar a cada pueblo, en todos y cualquiera de sus períodos, por un régimen de autoridad y centralización decrecientes que corresponda al estado de los espíritus y de las costumbres.”

El cooperativismo, la autogestión y el federalismo no son más, dentro del pensamiento anarquista, que sinónimos del anarquismo. Es decir, su sentido aparece inscrito dentro de la idea de una sociedad justa, convergente con el hombre en su papel humano y dignificante de ese derecho natural que es la libertad.

No se puede alcanzar las estrellas, pero es factible soñar que las hemos alcanzado. El anarquismo, con sus ideas cooperativistas, autogestionarias y federalistas, lo que intenta es llevar a la realidad el sueño de llegar a las estrellas.


*.- ramonazocar@yahoo.com
Blog: http://socialismotuyo.blogspot.com


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Ramón E. Azócar A (*)

Doctor en Ciencias de la Educación/Politólogo/ Planificador. Docente Universitario, Conferencista y Asesor en Políticas Públicas y Planificación (Consejo Legislativo del Estado Portuguesa, Alcaldías de Guanare, Ospino y San Genaro de Boconoito).

 azocarramon1968@gmail.com

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