Colombia, el nuevo Estado "Contra" de América Latina

La apaciguadora Resolución de la OEA sobre la agresión militar colombiana a Ecuador resultó un empate a favor de Colombia que alentó al presidente Uribe a reiterar su ofensiva decididamente proyanqui en la Cumbre de Río. Esta aparente contradicción en los términos se resuelve de una manera muy simple.

No hay duda que constituye un triunfo relativo por dos razones: Uribe no quedó indemne, aunque sea difusa, la Resolución dejó claro que tras el Estado colombiano está Estados Unidos, el resto votó se solidarizó con Ecuador, aunque haya sido de manera limitada y contradictoria. En segundo lugar porque se evitó una guerra entre dos pueblos hermanados por la opresión y el atraso, aunque es bueno aclarar que la guerra era muy improbable.
La guerra fue un chantaje político y un mito mediático. Promovida indirectamente por la oposición venezolana (a través de la sosobra imaginaria de Globovisión) y sus socios mediáticos latinoamericanos, tuvo enfrente a los gobiernos de Ecuador y Venezuela, que, para sorpresa de los guerreristas, llamaban a la paz e impedir toda posibilidad de semejante locura.
Pero es que además: Uribe no tiene base social para sostener una acción bélica de escala contra Ecuador o Venezuela o Nicaragua. No ahora, aunque cuente con mejor equipamiento, entrenamiento y cantidad de hombres y mujeres en armas. No podemos soslayar una condición clave en toda guerra: no tiene un frente interno consolidado para ello, y si ocurriera tendr{ia que vérsela con tres frentes simultáneos, uno en el sur, otro en el noroeste y un tercero en su propuia selva interna. Las FARC, aún en su crisis actual, mantiene un ejército guerrillero con activos suficientes. Y otro dato fundamental: No tendría consenso ni ambiente internacional a su favor.

Sin embargo, estos hechos no eliminan la contradicción política de las resoluciones. Para comprenderlo hay que comparar el cálculo político de la agresión y los objetivos estratégicos de su patrocinante, EEUU, con el final del conflicto en la Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la reunión del Grupo de Río realizadas en forma simultánea. El resultado es una contradicción que le puede costar caro al continente. Uribe fue salvado de uina condena continental clara y contundente, categórica. Con Uribe ha entrado en escema la "Doctrina Patriota" del actual grupo dominante en Washington. Lo cualitativamente nuevo es que esta vez esa Doctrina agresiva la aplica un Estado latinoamericano contra otro igual. Esto es lo que se ha consagrado en la OEA y Río.

Los limitados caminos de la OEA

Curiosamente, y para hacer más complejo el cuadro, el conflicto reveló un dato político de importancia: ya Estados Unidos no tiene en la OEA el mismo tipo de control que tenía hace 10, 20 o 30 años, cuando hacía e imponía lo que le daba la gana. Basta recordar el conflicto entre Ecuador y Perú, o el de Argentina contra Inglaterra y antes con el Chile de Pinochet, o más reciente, en 2002, cuando quiso aplicar la Carta Democrática al gobierno de Hugo Chávez.

La reacción de protesta contra la agresión fue esta vez unánime en todos los gobiernos de la región (excepto Las Bahamas, Estados Unidos y Canadá, además de Colombia, claro). Eso no era lo usual.

A pesar de la moderación de algunos, incluso de la duplicidad de otros, el hecho es que debe ser la primera resolución sobre un conflicto de alta intensidad regional, en el que todos declaran a horas apenas, su rechazo enfático a la acción agresora contra un país pequeño, que no es cualquier país, porque tiene un gobierno que se define hoy por su condición anti imperialista. Es mucho pedir para la OEA y para muchos gobiernos que sintieron la candela en sus barbas.

Hasta gobiernos tan moderados como los de Bachelet o Tabaré, Torrijos, saltaron con declaraciones de alto vuelo diplomático condenando una acción en la que se sintieron involucrados y por qué no, también amenazados. Incluso gobiernos tan pitiyanquis y adversos a los bolivarianos de Ecuador y Venezuela, como los de Perú y México, apoyaron a Correa contra la invasión de Uribe.

Pero hasta ahí llegó la cosa. La OEA fue el límite. Cada uno y una en la medida de sus condiciones políticas internas y de sus respectivas relaciones con Washington. La correcta efervescencia de las declaraciones iniciales aterrizó suave en la OEA y Dominicana.

Una OEA sin yanquis

La mejor definición de la OEA, la hizo el comandante Fidel Castro en 1962, cuando develó su función imperialista regional en el sistema de Estados en el nuevo orden mundial luego de la II Guerra Mundial: "Este organismo interamericano no es más que un ministerio de colonias de los Estados Unidos", dijo Fidel tras la expulsión de Cuba de ese organismo en Montevideo, a instancias de lo que luego se conoció entonces como la "Doctrina Betancourt", aludiendo a la propuesta de Rómulo Betancourt, el presidente venezolano de entonces. Betancour declaró que "absolutamente incompatible la presencia de Cuba en el organismo interamericano", casi las mismas palabras usadas por el Enviado por Washington. Como se sabe la OEA es la conformación sistémica del proyecto semicolonizador de 1889 cuando inventaron en Washington la Conferencia Panamericana.

En esa perspectiva histórica y actual tiene absoluta razón el presidente ecuatoriano Rafael Correa cuando exige la constitución de un organismo regional que sólo contenga países caribeños y latinoamericanos. Sin el imperio adentro.

Dijo: "Necesitamos una OEA sólo conformada por países de la región, es decir una Organización de Estados Latinoamericanos", resaltó Correa en su cadena radial de este sábado en Quito" (Rafael Correa, Aporrea, domingo 9 de marzo).

Tiene razón. Sería un paso útil en el camino de ruptura con el control estadounidense en Latinoamérica. La contradicción nace en la Resolución final votada por Ecuador y todos los países congregados en la reunión especial de la OEA, la semana pasada.

En el texto se dice todo lo que sirve para quedar bien con los principios universales del progreso humano y el bienestar de los pueblos, menos una cosa: Un Estado llamado Colombia, al mando de un tipo llamado Uribe, agredió a otro llamado Ecuador. La Resolución salva al régimen de Uribe.

Como reseñó la agencia bolivariana de noticias: "Caracas, 05 Mar. ABN.- La Organización de Estados Americanos (OEA) consideró que el operativo militar colombiano efectuado el pasado fin de semana en suelo ecuatoriano 'constituye una violación de la soberanía' de Ecuador, pero no condenó explícitamente a Colombia, de acuerdo con el texto de resolución aprobado, que deja en manos de los cancilleres las recomendaciones para solucionar la crisis."

Si la condena expresa y explícita a Uribe no queda clara, todo lo demás queda oscuro y baboso y escurridizo. Por eso adquier valor la declaración de Daniel Ortega, el presidente de Nicaragua, quien advirtió correctamente, que el gobierno colombiano se puede sentir aupado y entusiasta de hacer lo mismo con el aún más pequeño país centroamericano.

Siguiendo las investigaciones del Centro de Estudios para una Nueva Mayoría, de Argentina, las Fuerzas Armadas de Colombia son 13 veces más grandes que las de Nicaragua, 11 más que las de Ecuador y 5 que las de Venezuela.

Pero con dos diferencias cualitativas, que no señala el Centro citado: Son las Fuerzas Armadas latinoamericanas mejor equipadas por Estados Unidos, con la mayor cantidad de dinero (sólo Irak e Israel la superan en esto) y tecnología de punta como la que usaron para "cazar" satelitalmente al comandante Raúl Reyes en el selvático pueblito de Sucumbíos, a dos kilómetros de la fronteras colombiana.

Las fuerzas militares y policiales (la pavorosa DAS) del Estado colombiano, son las mejor entrenadas al día de hoy para guerras agresivas, porque llevan casi medio siglo combatiendo guerrilleros bien armados, en grandes cantidades y en zonas amplias de selva y montaña, experiencia que ya perdieron casi todos los ejércitos latinoamericanos.

Lamentablemente el voto salvado de Nicaragua en la reunión de la OEA, fue fagocitado política y moralmente por la cumbre del Grupo de Río en Dominicana, donde todo terminó en saludos desproporcionados entre Correa, Chávez y Ortega con Uribe.Un gesto clave en un escenario internacional, frente a un enemigo de este tipo, que ha podido ser calculado de otra manera. Aunque, como se sabe, los hechos son testarudos y la cruda realidad social, sobre todo la colombiana, no puede ser absorbida en una declaración diplomática.

Todo está firmado, nada está resuelto

La dialéctica, que suele ser buena acompañante en momentos críticos, enseña que en política, como en casi toda realidad viva, vale tanto lo que haga, diga y sienta una fuerza, como lo que haga, diga y sienta la fuerza contraria que la enfrenta. Si nos guiamos por el contenido absolutorio de las resoluciones de la OEA y Río, y la inmediata exultación casi afrodisíaca de los enemigos de los gobiernos de Ecuador, Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua, podremos entender, como se dice en la Venezuela bolivariana, "por donde van los tiros".

En los caminos de la OEA y Río, los tiros fueron por el camino equivocado. Y esa vulnerabilidad la tratará de aprovechar el enemigo interno y el otro, para presionar más, no para congraciarse y colaborar en el "progreso de los pueblos".

El correcto objetivo de evitar una guerra entre países hermanos y de no regalarle esa oportunidad a Washington, no estaba obligado a terminar en un mensaje político equivocado, donde se pierden las fronteras con un enemigo tan peligroso como el gobierno de Uribe. La imagen debe ser e inversamente proporcional al discurso y directamente proporcional a los principios. Sobre todo en el siglo del imperio de la imagen simbólica y mediática.

Además de la diplomacia burguesa, por esencia hipócrita y falaz, el siglo XX vio aparecer otra de tipo revolucionaria, donde hay que aprender a combinar los principios con el protocolo. Se le puede sonreír a Uribe, lo que no se debe es deponer su condena en una Resolución y postular que se puede construir junto con él una Latinoamérica mejor.

En ese aspecto tuvo total razón el presidente venezolano cuando declaró en Aló Presidente que el gobierno de Uribe estaba desautorizado moralmente para convocar la próxima reunión de la UNASUR (proyecto unionista de países sudamericanos). Pero entra en contradicción con la Resolución de la OEA y el acuerdo y la imagen de Río. Uribe no puede mutar de enemigo a amigo en 48 horas en dos escenarios diplomáticos.

Sobre todo porque la historia suele jugar malas pasadas. Las tres fronteras calientes de Colombia siguen intactas. Todo puede volver a saltar, sea con Nicaragua por las tres islas caribeñas, sea con Venezuela por todo lo que cruza por sus dos mil kilómetros de frontera, o sea en la misma Ecuador, por donde la guerrilla colombiana seguirá tratando de escapar, como lo haría cualquiera en una lucha similar.

Las causas del conflicto con Ecuador no cambiaron, al contrario, se potenciarán con los resultados, sobre todo por la urgente necesidad del imperialismo yanqui de extirpar al gobierno venezolano y poner bajo control a los de Nicaragua y Ecuador.

Colombia, el nuevo Estado Contra

Se ha puesto en evidencia la transnacionalización del conflicto interno colombiano, un conflicto que nació desde sus profundidades sociales y políticas en 1948 y dio un salto en 1964 cuando aparecen las FARC como un ejército guerrillero con raigambre campesina, junto a otros movimientos insurgentes. Esa realidad se modificó es cierto. Ni las FARC de hoy son las mismas ni están en las mismas condiciones militares, ni los otros movimientos tienen fuerza ofensiva. Otros capitularon.

La novedad que debemos registrar es que el Estado colombiano tiende a "israelizarse", como advirtió Chávez, y lo que hizo en Ecuador indica que puede convertirse en el Estado gendarme en la subregión.

Como lo fue Honduras en los años ochenta para combatir la revolución Centroaméricana; como lo es Israel contra la causa palestina, árabe e islámica, como lo fue Sudáfrica contra la revolución anticolonial del continente negro, como lo fue Corea del Norte, o la Irak de Hussein en 1980 contra la Revolución Iraní.

Todo el siglo XX está lleno de casos similares. Estados tapón, Estados gendarme, Estados subimperialistas, etc., y otras formas transitorias de contención subregional. El imperialismo siempre se apoyó en otros Estados para ejercer su dominación semicolonial.

Lo advirtió el presidente nicaragüense en Dominicana, "Lo que ustedes hicieron en Ecuador los puede convencer de hacerlo pronto con nosotros por San Andrés".

En esta dinámica continental, el régimen político colombiano representa lo nuevo. Paulatinamente se convierte en la más importante plataforma de las políticas estadounidenses en la región (Plan Patriota, Plan Colombia, Plan Amazonas), dirigidas a cinco objetivos bien definidos: la contención del Caribe occidental, la del Istmo, las reservas petroleras venezolanas, la prórroga del control de la base ecuatoriana de Manta en el Pacífico, la inconmensurable bioriqueza del Amazonas y el equilibrio geopolíticocomercial en la Comunidad Andina, donde EEUU logró dos TLC después del fracaso del ALCA.

Si el Estado colombiano no es más y con más vigor expansivo se debe a por lo menos tres razones:

Primero: tiene a Palestina adentro en las selvas del Caguán, en el Chocó, en Villavicencio.

Segundo: Sus principales fronteras las ocupan tres Estados independientes de Washington: Venezuela, Ecuador y Nicaragua, cada uno a su medida. En Venezuela y Ecuador hay suficiente movimiento social politizado para resistir, no así en Nicaragua.

Tercero: La burguesía colombiana no tiene ni la fuerza económica ni la base social de la sudafricana o la israelí; al contrario, su lumpenización mediante la integración de las fuerzas paramilitares a las instituciones y la economía tiende a debilitarla estructuralmente, y tercero: Estados Unidos no está en el mejor momento para andar montando Estados gendarmes, a pesar de su actual política mundial agresiva.

modestoguerrero@gmail.com


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Modesto Emilio Guerrero/Corresponsal Buenos Aires

Periodista venezolano radicado en Argentina. Autor del libro ¿Quién inventó a Chávez?. Director de mercosuryvenezuela.com.

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