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El panorama geopolítico actual se define por la confluencia de conflictos armados, una diplomacia polarizada y una profunda crisis de legitimidad y capacidad en el liderazgo occidental. Este análisis condensa las discusiones sobre tres ejes principales: los acuerdos emergentes en la guerra de Ucrania tras la cumbre entre Donald Trump y Vladimir Putin; la decadencia del liderazgo político en Europa y Estados Unidos; y el dramático colapso moral y estratégico de Occidente ante el genocidio en Gaza.
I. La Cumbre Trump-Putin y el Nuevo Camino en Ucrania
La reunión de alto nivel entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente estadounidense, Donald Trump, celebrada en Alaska, marcó un punto de inflexión en el enfoque diplomático del conflicto en Ucrania. El evento, que se llevó a cabo después de tres años y medio de boicot occidental a la diplomacia rusa, se caracterizó por la cordialidad y la calidez, lo que generó reacciones polarizadas que oscilaron entre el «optimismo extremo» y el «pánico absoluto» en Europa.
El logro más significativo de la cumbre, fue el alineamiento de Trump con la postura rusa, dejando atrás la exigencia occidental de un «alto el fuego inmediato e incondicional». Ambos líderes coincidieron en que el objetivo debe ser un «tratado de paz genuino» que resuelva las «cuestiones subyacentes» que causaron la guerra, en lugar de una simple tregua provisional.
Trump se reúne Putin en la pista de aterrizaje de Alaska.
Los detalles de los acuerdos, aunque inicialmente no se hicieron públicos, fueron filtrados a la prensa, revelando la propuesta rusa en el ámbito territorial:
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Cesión Total de Donbas: Rusia debe recibir la totalidad de los oblasts de Donetsk y Lugansk, exigiendo la retirada completa de Ucrania de esos territorios, aunque la narrativa occidental minimiza el control ruso sobre Donbas, la irrebatible realidad es que la toma completa del territorio es inminente.
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Compromiso en Nueva Rusia: Rusia estaría dispuesta a negociar o comprometerse respecto a los otros dos oblasts que conforman la «Nueva Rusia» (Zaporiyia y Jersón).
La filtración de estos acuerdos generó pánico en Europa y Ucrania, donde los líderes hicieron grandes esfuerzos por confundir a la opinión pública sobre la diferencia entre un alto el fuego y un tratado de paz. La postura europea, que argumenta que un tratado de paz «solo prepara el terreno para la próxima guerra», en realidad es una propaganda que solo busca prolongar el conflicto.
La insistencia en la necesidad de «fuerzas de paz» para hacer cumplir un tratado fue rechazada por Putin y Trump. La lógica rusa es bien clara: si el tratado aborda las causas fundamentales del conflicto (como la expansión de la OTAN o la seguridad mutua) y elimina las cuestiones que separan a las partes, no habrá necesidad de fuerzas de paz porque el conflicto no se reavivará.
La cumbre también puso de relieve un nuevo enfoque en las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Rusia, sugiriendo que ambos no están dispuestos a ser «rehenes de lo que ocurre en Europa». Este bilateralismo, aunque carece de una base económica sólida, pues el comercio entre EE. UU. y Rusia nunca ha sido significativo, se justifica por sus intereses comunes en la gobernanza mundial y la seguridad global lo que implica el control de armas.
La clave del conflicto y la solución radica en el fracaso de Europa al institucionalizar la exclusión de Rusia mediante la expansión de la OTAN y la Unión Europea (UE). Al negar a Rusia una voz legítima para defender sus intereses de seguridad en las instituciones internacionales, Occidente dejó a Moscú con la «opción militar como la única posible».
Si analizamos cuidadosamente la aparente volubilidad retórica de Trump, encontramos que no se debe a la desinformación, sino a una estrategia calculada para desorientar a sus oponentes y llevar a cabo su plan de manera gradual. El cambio de postura de Trump del «alto el fuego» al «tratado de paz» no es una manipulación de Putin, sino la implementación gradual de su propia agenda.
De cara a la reunión con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se preveía que Trump le comunicaría que había adoptado la posición rusa sobre el fin de la guerra, exigiendo a Ucrania la cesión formal y permanente del llegó y partes de Nueva Rusia, restricciones en el tamaño de su ejército y la exclusión permanente de Ucrania de la OTAN.
Se preveía que esta reunión seria «muy difícil» para Zelenski, y Trump llegó a decir que está dispuesto a «dar la espalda a Ucrania y a los europeos» si continúan obstaculizando el camino hacia un acuerdo de paz.
Para comprender mejor los hechos y las posteriores actuaciones de los actores de este entramado, es imprescindible primero hacer un análisis geopolítico más detallado:
II. La Decadencia del Liderazgo Occidental y la Ceguera Estratégica en Ucrania
El análisis geopolítico subraya que la crisis en Ucrania y la respuesta occidental son síntomas de una profunda decadencia en la cultura política e intelectual de Occidente, donde la racionalidad ha sido suplantada por el odio y la propaganda.
Existe un «colapso intelectual» en el liderazgo europeo, que ha puesto a «sucesiones de idiotas» e individuos «sin educación» en el poder, haciéndolos incapaces de abordar desafíos de gran envergadura. Esta mediocridad ha llevado a la criminalización de la diplomacia, donde el odio se ha convertido en una forma de «moralidad» que prohíbe el diálogo y el respeto básico con el adversario.
La consecuencia directa es que Europa se está volviendo «geopolíticamente irrelevante».
El discurso público occidental cree que Ucrania está ganando. Sin embargo, esta narrativa es un «delirio». La realidad es que:
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Ucrania está en «serios problemas»: Está luchando por cubrir sus líneas de frente debido a la escasez de tropas.
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Reconocimiento de la Derrota: El propio general ucraniano Valery Zaluzhny reconoce que la guerra es de desgaste y que, si continúa, Ucrania perderá, sin tener una «fórmula mágica» para la victoria.
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La Negociación Imposible: Ucrania ha perdido la guerra. La pregunta no es si conseguirá un buen acuerdo, sino cuál es el «acuerdo menos malo», que implica detener el conflicto de inmediato y hacer grandes concesiones para evitar una destrucción total del país.
El liderazgo occidental justifica su apoyo continuo a la guerra en Ucrania mediante una narrativa que pinta a Rusia como una «amenaza mortal», dispuesta a conquistar toda Europa del Este. Este argumento es absurdo por los siguientes motivos:
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Incapacidad Militar: El ejército ruso, que ha tenido problemas para asegurar el este de Ucrania, carece de la capacidad logística y numérica para «arrasar con toda Europa» o llegar a Dunkerque.
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Lecciones de la Historia: Putin entiende que la ocupación de países con fuertes sentimientos nacionalistas (como la URSS en Europa del Este o Afganistán) es una «receta para el desastre». El objetivo de Moscú es convertir a Ucrania en un «estado visagra» o estado «colchón» , no absorberla en absoluto.
Los líderes europeos, convencidos de que Rusia es el «Tercer Reich», utilizan a Ucrania como una «herramienta para desangrar y desgastar» al ejército ruso. Esta estrategia, además de ser un «desastre total» para Ucrania, es producto de una ceguera ideológica.
El conflicto se ha caracterizado por un peligroso «incrementalismo», donde se han realizado acciones impensables al inicio de la guerra, como el suministro de sistemas avanzados (HIMARS, F-16) y, lo que es más impactante, la invasión ucraniana de territorio ruso (Kursk) y los ataques a las fuerzas de bombarderos estratégicos (una pata de la tríada nuclear).