Programa de la Escuela de Chicago: entre los mercados y los pueblos de Nuestramérica

Joseph Stiglitz, que, por aquel entonces, ejercía de economista principal en el Banco Mundial, resumió la mentalidad que guiaba a los "terapeutas" del shock. Sus metáforas deberían resultarnos ya familiares: "Sólo una táctica de Blitzkrieg durante la "ventana de oportunidad" abierta por la "neblina de la transición" permitiría que los cambios pudiesen realizar antes de que la población tuviera posibilidad alguna de organizarse para proteger sus propios intereses creados previos". En resumidas cuentas, la doctrina del shock.

¿Qué hicieron los de Chicago y sus asesores accidentales en aquel momento crítico? Lo mismo que cuando ardía Argentina o Santiago de Chile y lo mismo que harían cuando la que ardiese fuese Bagdad libres, por fin, de la intermediación de la democracia, se dieron un festín de nuevas leyes. Tres días después del golpe. Sachs advertía que, hasta aquel momento, "no había habido una terapia de shock", porque el plan "sólo se había puesto en práctica de forma incoherente e intermitente. Ahora sí que tenemos la oportunidad de hacer algo".

Todo esto suscita directamente una pregunta acuciante e importante acerca de los ideólogos del libre mercado: ¿son "verdaderos creyentes" a quienes mueve la ideología la fe en que los mercados libres curarán el subdesarrollo, como se aseguran a menudo, o sus ideas y teorías actúan frecuentemente como una elaborada tapadera que permite que las personas actuén dando rienda suelta a su codicia, aunque invocando, al mismo tiempo, una motivación altruista? Todas las ideologías son corrompibles, evidentemente (y los apparatchiks rusos dieron abundantes y evidentes muestras de ello con los múltiples privilegios que cosecharon durante la era comunista), y, sin duda, existen neoliberales honestos. Pero la economía de la Escuela de Chicago parece ser especialmente susceptible de desembocar en proceso de corrupción. En cuanto se adepta que el lucro y la codicia practicados en masa generan los mayores beneficios posibles para cualquier sociedad, no existen prácticamente ningún acto de enriquecimiento personal que no pueda justificarse como contribución al gran caldero creativo del capitalismo porque supuestamente genera riqueza y espolea el crecimiento económico (aunque sea sólo el de la propina persona y sus colegas más próximos).

La obra filantrópica de George Soros en la Europa del Este (en la que hay que incluir también los viajes sufragados a Sachs por toda la región) no ha sido inmune a la controversia. No hay duda de que Soros estaba comprometido con la causa de la democratización del bloque oriental, pero también estaba poniendo en juego sus propios y evidentes intereses económicos cuando apoyaba el tipo concreto de reforma económica que acompañaba a esa democratización. Tratándose del más poderoso comprador y vendedor de divisas del mundo, como era su caso, tenía mucho de lo que beneficiarse cuando los países instauraban monedas convertibles y levantaban los controles sobre la circulación de capitales. Y cuando las compañías estales eran puestas a subasta, él era uno de los compradores potenciales.

Era perfectamente legal que Soros se beneficiase directamente con los mercados que él mismo estaba ayudando a abrir actuando como filántropo, pero aquello no parecía proyectar la imagen más íntegra de él como benefactor. Durante un tiempo, él mismo trató de solucionar la apariencia de un conflicto de intereses prohibiendo que sus empresas invirtiesen en aquellos países donde sus fundaciones ejercían su actividad. En 1994, explicó que su política se había "modificado debido a que los mercados ya se estaban desarrollando de verdad en la región y él no tenía motivo ni derecho alguno para negar a los partícipes de sus fondos o a sus accionistas la posibilidad de invertir allí, ni para privar a aquellos países de la oportunidad de hacerse con parte de esos fondos". En los primeros momentos tras caída del comunismo, Soros —gracias al trabajo de Sachs— Había sido uno de los primeros promotores de la terapia de shock como método de transformación económica para aquellos países. A finales de los años noventa, sin embargo, experimentó un notorio cambio de parecer y se convirtió en uno de los principales crítico de la terapia de shock. Como consecuencia de ello, dio instrucciones concretas a sus fundaciones para que financiaran ONG que se centraran en poner en marcha medidas anticorrupción antes de que se produjeran las privatizaciones.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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