La Gran Campaña

Es una afirmación fehaciente que una Revolución llega hasta donde lo permite su ideología. Así como, del cuerpo de valores que sustentan esta ideología, dependerá la magnificencia de ser una obra social irreversible.

La historia de la dignidad, de la valentía y la rebeldía ha sido protagonizada por aquellos que han sido capaces de entregarlo todo, absolutamente todo a la causa de la Revolución. Ese nivel de entrega y de desprendimiento material hace que necesariamente la conciencia y la espiritualidad sean las que preponderen en la acción política transformadora, y se consagren como el ejemplo necesario que ha de seguir el pueblo humilde para su emancipación.

Bolívar, claro ejemplo de desarraigo, quien abandonó su condición oligarca por la causa de la libertad nos advertía “El que abandona todo por ser útil a su país, no pierde nada, y gana cuanto le consagra”. Martí, en carta a Maceo nos decía que “Yo no trabajo por mi fama, puesto que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, ni por bien alguno de esta vida triste, que no tiene ya para mí satisfacción mayor que el salir de ella: trabajo para poner en vías de felicidad a los hombres que hoy viven sin ella, Gustavo Machado nos enseñó la grandeza del internacionalismo proletario renunciando a su tradición familiar oligarca. Fidel nos sorprendió con aquella medida de expropiación de la hacienda de su propia familia, y con la fuerza que lo caracteriza decretaba: “No hay oportunidad en una Revolución para los farsantes, no hay oportunidad en una Revolución para los acomodaticios, no hay oportunidad en una Revolución para los ambiciosos, no hay oportunidad en una Revolución para los mediocres, no hay oportunidad en una Revolución para los débiles y cobardes”. Fabricio Ojeda ante el Congreso con voz valiente nos afirmaba “… redimir al pueblo haciendo honor al sacrificio de sus mártires, hemos trabajado sin descanso, hemos luchado sin cesar. Ahora a mí, solo me queda, como decía un insigne pensador latinoamericano, "cambiar la comodidad por la miasma fétida del campamento, y los goces suavísimos de la familia por los azares de la guerra, y el calor del hogar por el frío del bosque y el cieno del pantano, y la vida muelle y segura por la vida nómada y perseguida y hambrienta y llagada y enferma y desnuda".

¡No hay términos medios¡ La Revolución debe ser extremista en sus planteamientos éticos, y su dirigencia debe ser definitivamente, como lo decía el Che, los mejores entre los buenos; los más claros política e ideológicamente, los más concientes de su rol histórico, los más honestos y desprendidos de cualquier privilegio y afán de lucro, los mas firmes en sus convicciones, aquellos que puedan ser auditables por el pueblo y no mostrar mancha alguna de vacilación, oportunismo, corrupción y diletancia. Como bien lo dice Antonio Aponte: El ejemplo, la conducta, son los vehículos de la ética y la moral, son las armas en el combate contra los valores de lo viejo, lo que equivale a decir, son las armas más importantes en la lucha revolucionaria”. Sólo con una dirigencia de esta naturaleza, la Revolución llegará hasta sus últimas consecuencias y se podrá alcanzar la emancipación de la especie que se debate entre la vida y la muerte.

Hoy, en la Venezuela dispuesta a redimirse y a conquistar el sueño emancipatorio de los héroes y heroínas que dieron el todo por el todo, a 200 años de la Admirable Campaña Admirable, es imperioso realizar una Gran Campaña Ideológica y Ética dirigida por Chávez, ejemplo digno de un líder que jamás abandonará a su pueblo y nos acompañará siempre en la epopeya del Socialismo. Una Campaña contra la Ideología de la Pequeña Burguesía, que es la representante del retroceso político y del goce de privilegios de una nueva clase que obstaculiza el camino hacia el Socialismo y plantea la restauración capitalista. Una Campaña justa, en estos tiempos de escepticismo y desesperanza, para acabar con todo aquello que nos acerca al capitalismo y radicalizar el camino hacia el Socialismo.



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