No es mera casualidad el hecho de que en diversos espacios de la vida nacional, al igual que en el resto de Nuestra América (Martí, dixit), muchos nos cuestionemos acerca del significado de ser docente investigador. Ya, de principio, gravitan preocupaciones, y, ojala, cambios profundos en la noción de "docente investigador", a diferencia de la de "docente", así, a secas.
Estas cuestiones afloran en la escena de lo social, continental e intercontinentalmente, en atención, en unos casos y en contraposición, en otros, de lo que se postula en este mundo occidental, desde el organismo encargado para tal fin, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación , la Ciencia y la Cultura (UNESCO), adscrita a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que se expresa taxatívamente así:
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) es el organismo dedicado a conseguir el establecimiento de la paz mediante la cooperación internacional en los ámbitos de la educación, la ciencia, la cultura y la comunicación e información. Los programas de la UNESCO contribuyen al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados en la Agenda 2030, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015. ( www.unesco.org/es/brief )
Afortunadamente, nuestros pueblos, aunque híbridos culturalmente, han empezado a emerger a partir del mundo multicéntrico y pluripolar, que va más allá de la concepción uniforme que desde las ONU y todos sus organismos intentan domeñar al resto del mundo, para hacerlo dóciles a sus dictámenes, con objetivos ocultos que buscan alcanzar efectivamente el reparto social del trabajo internacional y, amén del reparto y administración de la pobreza como mecanismo de control social que evite toda fórmula de emancipación, razón por al cual desde los países imperialistas occidentales disfrazan, en muchos casos, los supuestos estándares internacionales de excelencia o calidad, desde una educación mediocre y al servicio del Estado burgués.
Ahora bien, desde esta nueva perspectiva del mundo multicéntrico y pluripolar, al igual que el vino de plátano, que siendo amargo es el más nuestro, como diría José Martí, han surgido expresiones genuinas que podemos reconocer en organismos como los BRICS, la UNASUR, ALCA-TCP, La Liga Islámica Mundial (árabe: رابطة العالم الإسلامي [Rabitat al-Alam al-Islami]), la Organización del Mundo Islámico para la Educación, la Ciencia y la Cultura (ICESCO), por sus siglas en inglés), así como también, el Movimiento de los No Alineados (MNOAL), desde donde se ha repensando el sentido y carácter del docente investigador (como también, la enseñanza del Islam, en el caso de la LIM), concebido este docente investigador como agente de cambio para una educación emancipadora, con los valores espirituales y materiales que nos son más propios.
Estas evidencias, nos dan cuenta de que la preocupación por la noción de docente investigador no surge como salida de la nada, así cómo tampoco está tan preñada de buena voluntad, por parte de algunos centros de poder y organismos internacionales.
Estás divergentes nociones de docente investigador responden, fundamentalmente, a fines ulteriores, cómo lo son: la hegemonía del poder mundial y la economía con su respectivo control de los medios y modos de producción. Es decir, está noción no es tan romántica o idealista como en muchos casos se pretende hacer ver, con una falsa asepsia ideológica y, por tanto política, desde la "ideología de la desideologización". Esto es como la moralina en la noción de docente investigador.
Por otra parte, entre los padres, representantes y estudiantes, esta inquietud acerca de si el docente o los docentes de sus representados son o no investigadores, muy seguramente, no está presente, ni los trasnoche de sus profundas cavilaciones, pero lo que sí es seguro es que esperan mucho de los docentes, investigadores o no, tanto o más de lo que pueda abarcar o compendiar la noción de docente investigador, porque esperan un sinnúmero de cualidades (incluso, extraordinarias), en todos aquellos sobre quienes recae la responsabilidad directa de la acción docente. Y, a la menor falla o inconsistencia, por lo general, le siguen el reclamo sin perdón o la censura.
Podría sonar cruel o injusto, pero así sucede en el mundo de lo concreto, puesto que el docente investigador ha de ser muchas cosas o poseer un conjunto de cualidades especiales, menos: ser la nana, cualquier instructor, mero transmisor de información, cuidador, biblioteca ambulante, etcétera.
Esto significa, a primera vista, que el docente investigador ha de tener un conjunto de cualidades especiales, aunque sea una persona normal, que opera en el espacio formal, gravitando e interaccionando en todo el sistema educativo nacional, en todas sus modalidades, indiferentemente de la dedicación: ya sea dedicación exclusiva, tiempo integral, tiempo completo, medio tiempo, tiempo convencional o por honorarios profesionales (llamado, también, por horas).
El caso es que en nuestra herencia cultural heredada de la academia medieval, previa a nuestra modernidad periférica, en un principio solo contábamos con tutores, maestros y renombrados académicos, que profesaban algún saber, del que tenían harta maestría y demostraban sabiduría en el manejo de su conocimiento.
Estos tutores, maestros y académicos eran investigadores en esencia, de manera que pasamos de la alquimia a la ciencia. Y con estas cualidades del momento histórico señalado, decir "maestro investigador" era una innecesaria redundancia u oxímoron, cuyo sustantivo adjetivado no le agregaba nada nuevo a la sema "docente", porque todos ellos se dedicaban a la investigación y eran unos curiosos del saber y la sabiduría, por excelencia.
En aquel tiempo, ser investigador era inherente a su naturaleza de tutor del conocimiento y de la formación de niños y jóvenes, tanto como ser maestros o académicos.
Luego, bien adentrada la modernidad, hasta llegar a estos tiempos de postura y condición posmodernas (que otros también llaman "modernidad tardía") vinieron nuevos reacomodos en todas las zonas de influencia occidental, desde el centro hasta la periferia, en lo concerniente a la escuela y la universidad, concebidas al servicio del Estado burgués o -dicho en otros términos – en concordancia con las relaciones sociales de producción capitalistas.
Expuesto lo anterior, podría afirmarse, a pie juntillas, que tenemos, al menos en lo formal, docentes y docentes investigadores. Pero, para ser docente investigador, no sólo es necesario un currículo de lo defina, un pensum que lo forme bajo este criterio y una superestructura del Estado, que así lo establezcan. Es preciso que ese profesional de la docencia y la investigación se lo crea, lo sea y lo parezca.
Ahora bien, sin temor a incurrir en pedantería académica, se podría sentenciar que los docentes habrán de ser profundamente cultos, estudiosos y vehementemente curiosos acerca del cuanto les rodea y concierne en la vida social. Esto significa, en gran medida, ser investigadores.
Podríase, además, emparejar la noción del docente investigador con otras cualidades, como la modestia, la prestancia, sentido de oportunidad y pertinencia. Y desde estas cualidades, construir el perfil del docente investigador del siglo XXI y de los que tengan por venir.
Por supuesto, a riesgo de incurrir en la reiteración en cuanto a la noción de docente investigador, hemos de percatarnos de que existen unos elementos distintivos que van más allá del diseño curricular, del perfil de egresado universitario y de las cualidades personales.
En este sentido, podríamos tomar en préstamo las ideas expuestas por la académica Natalia Campos Saborio (2003) en su ensayo "El docente investigador: su génesis histórica y sus rasgos", quien desde una posición de paradigmas cualitativos, se enfoca en la tríada determinante del docente investigador:
1.La ubicación del mundo de la vida, que desde el hogar, religión, sus valores y posturas filosóficas confluyen en el componente ideológico desde donde el docente investigador concibe e interpreta el mundo que le rodea, lo vívido y las cosas vivenciales.
En este orden de ideas, el docente investigador, por supuesto, posee las herramientas para interpretar el mundo y emitir sus puntos de vista de manera crítica, pero su rol fundamental es enseñar, formar y educar en lo que ha de ser.
Gracias a esta visión filosófico conceptual que dan cuenta de la visión de mundo, el docente investigador aprende y aplica el equilibrio entre lo afectivo y lo cognoscitivo, de donde lamentablemente podemos percibir aún posiciones erráticas en docentes que privilegian lo afectivo, incurriendo en posiciones maternales o paternales, a ñonguearías con los niños que rayan en el ridículo o docentes que consideran que las relaciones afectivas de amiguismo le puedan servir de ayuda en el complejo proceso de enseñanza aprendizaje.
Otras posiciones desafortunadas que se corresponden con el privilegio de lo cognoscitivo por sobre todas las cosas, muchas veces tienden a la enseñanza de conocimiento aislado de la realidad concreta, con un errático proceder en la construcción del conocimiento frío, o, peor aún, incurriendo en una noción cuartelaria y autómata del proceso de enseñanza aprendizaje. Muchas veces, contamos con un pretendido docente investigador, que es castigador, punitivo, amenazante y psicoterrorista.
De acuerdo con estas críticas, por principio de oposición, pudiéramos afirmar que el docente investigador debe perseguir el equilibrio entre lo afectivo y lo cognoscitivo.
El docente investigador debe amar lo que hace, deberá sentir ternura con carácter y el aprendizaje sin banalización. En suma, habría de ser es docente que vivencia la pedagogía del amor, a la manera de Paulo Freire.
2. El otro elemento de esta tríada a considerar es el paradigma curricular. Con esto nos referimos a las acciones de acuerdo con la filosofía de vida o postura filosófica. El paradigma es el que deriva de la postura filosófica, los valores religiosos, familiares y culturales.
3. El tercer elemento de esta tríada tiene que ver con la investigación educativa y de todo cuanto nos sea posible. La investigación no puede ser improvisada, ni todo acto de curiosidad es investigación. Tenemos, de acuerdo con nuestros postulados filosóficos una concepción del mundo y de la vida y, a partir de allí, surgen los paradigmas, que contienen su metodología y su método, los que asumimos de acuerdo con nuestra metódica. Ahora bien, la curiosidad constante del docente investigador, le permite percatarse de los fenómenos relevantes, de las principales determinaciones, desbrozando el camino entre las que privan en el hecho docente.
De acuerdo con esta noción de docente investigador, en cada uno de los profesionales de la docencia y en su accionar con el hecho educativo formal, en todos sus niveles y modalidades deben operar nuevos cambios que permitan restaurar o rescatar viejas formas de ser y de pensar en cuanto al docente investigador, que en el pasado era esa maestra y maestro a quienes admirábamos y consultábamos, al igual que aquel académico universitario del que sabíamos, porque su diaria tarea era una enseñanza y un legado del que muchos gozamos en todos los campos del saber y de la ciencia.
Dado lo anterior y como corolario inacabado de estos apuntes, el docente investigador y ese sujeto que fuerza por dejar de ser el docente a secas, individualmente, podría intentar aproximarse a las siguientes recomendaciones:
- No abusar del criterio de autoridad del Magister dixit para encubrir el autoritarismo que se esconde en la ignorancia o desconocimiento;
- al dialogar con los estudiantes, incluso con los más pequeños y jóvenes, utilizar todos los tiempos verbales, simples y complejos, sin subestimar su capacidad comprensiva y estimulando el manejo de los mismos en operaciones verbales complejas.
- ser curioso, prevenido y atento acerca contenidos subyacentes u objetivos ocultos que puedan esconderse de manera engañosa para domeñar conductas colectivas y ponerlas al servicio de otros intereses mezquinos y disfrazados de
verdad o relativizándola;
- saber diferenciar fantasía de realidad, mitagogia de mitopoiesis, ciencia de pseudociencia;
- cuidar la salud física y mental;
- evitar la agresión verbal, el uso del reflexivo "me" como muletilla autoritaria en cada construcción oracional y sustituir las expresiones o alocuciones punitivas por expresiones asertivas, en positivo y optimistas;
- evitar el tareísmo y la victimización del pobre docente que trabaja corrido, mañana, tarde, noches, fines de semana, etc. Todo tiene su tiempo. Y todo es un aprendizaje sumativo, desde el necesario tiempo de descanso, compartir familiar y tiempo de ocio, que redundarán en la eficiencia y eficacia del ejercicio docente y de investigación;
- potenciar la reflexión, el descubrimiento, la innovación, actuación y producción;
- evitar el alardear de lo que sabe y la falsa modestia, desde la pertinencia en cada palabra y cada acto del accionar docente y de investigación;
- utilizar un lenguaje comedido y apostrofarse frente al otro (alumnos, colegas, iguales, etc.);
- Leer mucho, a tiempo y destiempo y leer más de lo que habla (recuerde que no sólo existe el texto escrito; también, se hace uso del texto de la imagen, del auditivo, olfativo, etc.);
- aprender a guardar silencio (no se enseña, ni se aprende desde la incontinencia verbal), y aprender a reflexionar de manera placentera;
- ser modelo y como tal, guardar la sobria y elegante apariencia en presentación física, la mímesis o representación (cuidado con los manoteos y gesticulaciones, sin incurrir en el hieratismo) y;
- mostrarse alegre, sin exageración, sin risas falsas, sin aniñamiento, sin falsos paternalismos o maternalismos, sin amiguismo y sin deshumanización interaccional. Que lo demás lo haga la llamada "inteligencia artificial".
REFERENCIAS:
Campos Saborio, Natalia (2003), "El docente investigador: su génesis histórica y sus rasgos", En: Educación, vol. 27, nro. 2, 2003, pp. 39-42. Universidad de Costa Rica, San Pedro, Montes de Oca: Costa Rica.
Martí, José (1891). Nuestra América. Versión digital en: docs.google.com/file/d/docs.google.com/file/d/0B3zhuSgY7HWxS2xKVGQzZE1waTg/edit
UNESCO: www.unesco.org/es/brief
Dr. Luis Pino
@l2pino2