¿Por qué nuestro sistema educativo es tan malo?

El Gobierno nacional ha venido presentando como uno de sus principales logros en materia de justicia social la inclusión al sistema educativo, en todos sus niveles, de millones de personas que antes, sencillamente, no tenían acceso a tan importante derecho. El Estado dedicaba en 1998 sólo un 3,9% de PIB a la educación, mientras que hoy la inversión en educación alcanza alrededor del 10%. La Unesco ha reconocido el enorme esfuerzo de Venezuela en la erradicación del analfabetismo, de la misma manera nuestro país posee la segunda matrícula universitaria de América Latina y la quinta en el mundo en la tasa de matriculación universitaria (83 %) comparándonos en ese aspecto con los países llamados desarrollados. Según la cifras oficiales, hasta año 2011 se crearon nueve universidades, lo que constituye una cifra record. De la misma manera, políticas como el Programa de alimentación escolar (PAE) y el Proyecto Canaima y los Centros bolivarianos de informática y telemática ( CEBIT) revelan la magnitud de la inversión en el sector educativo. Hoy, los institutos educacionales públicos albergan más del 70% de la matrícula escolar en la etapa inicial, básica y media de todo el país. Nos faltaría espacio para describir cada una de las misiones que, en materia educativa, ha creado el Estado en estos últimos 14 años. Es indudable que el tema de la inclusión ha sido asumido de manera seria. Si la evaluación que en esta área de la acción de Gobierno, se centrara en lo meramente cuantitativo, deberíamos concluir que el éxito ha sido arrollador. No obstante, es preciso hacer algunas consideraciones en el ámbito de lo cualitativo, allí en donde los fríos números no pueden enmascarar la realidad.

Siendo que el proyecto socialista pretende construir una sociedad que erradique los valores del capitalismo, sustituyéndolos por los del socialismo humanista, bolivariano y cristiano, resulta poco menos que frustrante que la escuela venezolana reproduzca en cada uno de sus espacios, los principios de la lógica capitalista. Sus vicios están perfeccionados a tal punto que hacen impensable que de su seno puedan salir los ciudadanos que construyan un nuevo modelo de sociedad . La seguridad que tenemos muchos docentes, de que aún cometiendo cualquier tipo de irresponsabilidades, faltando a nuestras labores, dejando de lado el compromiso con la calidad y violando el derecho a una educación que forme integralmente, permaneceremos inamovibles en nuestros cargos, impide altos niveles de compromiso, búsqueda de la calidad y la excelencia. De igual manera, la seguridad que tienen muchos estudiantes y sus padres de que , vía remediales, aprobarán a como dé lugar cada grado, empeora la situación. El panorama se hace más sombrío cuando evaluamos el papel inquisidor de los Consejos de Protección de niñas, niños, jóvenes y adolescentes, que han aportado mucho a la pérdida del respeto a la escuela y a los educadores, justificando a veces todo tipo de irresponsabilidades tanto de jóvenes, como de sus representantes, cuando se trata de los deberes escolares. No hablemos mucho de la improvisación en políticas educativas, ya que la intención no es escribir un libro.

El papel del Estado como ente rector de las políticas educativas está aún lejos de garantizar lo que en su momento propusiera el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa cuando se refería a la educación de masas “…la forma en que está administrada (la educación de masas) reduce en tal formas sus alcances que se desvirtúa su verdadera naturaleza; porque no basta que el Estado haga gratuita la educación en todos sus ciclos, que la universidad esté al servicio de la generalidad de la población, sino que es necesario, a demás de esto, arbitrar medios para que los mejor dotados y con ambición de servir, encuentren oportunidad para culminar una profesión, sin que sea obstáculo la miseria, que el único patrón de selección sea la capacidad, la vocación y el ansia de servir”. Hoy, el Estado venezolano, preocupado por la inclusión, lo que constituye, sin dudas, un logro importante , reflejado en las misiones educativas, en la erradicación del analfabetismo y los programas de incorporación de las tecnologías de la comunicación a la escuela básica y media general, está olvidando peligrosamente que la educación tiene un carácter estratégico y está jugando a conseguir efectos electoreros, más que de creación de una verdadera educación para el logro de una sociedad alternativa a la sociedad de consumo, alienante, egoísta y hedonista. Es decir: la educación fundamentada en valores socialistas.

El Gobierno del Presidente Maduro debe entender que de nada servirá elevar el nivel material de vida de las personas, si las politicas educativas continúan ignorando que lo que único que elevará espiritualmente al pueblo es una educación que, en lugar de privilegiar y consentir la flojera, la desidia, la irresponsabilidad, la mendicidad académica y la improvisación, persiga con obstinación la eficiencia y la calidad, sin discriminar. Que así como se debe garantizar el estudio a quien quiera y tenga capacidad para ser ingeniero, médico, físico, etc., también cree las condiciones para que aquellos que así lo requieran, puedan adquirir las destrezas que le permitan ganarse la vida, mediante la preparación en instituciones creadas por el Estado en las cuales, no sólo reciban conocimientos técnicos, sino financiamiento para emprender empresas de producción social . Así el Estado optimizaría el uso de los recursos e iniciaría el camino hacia una educación que posibilite el socialismo y no una educación tan mala como la que ahora tenemos y totalmente contraria a los verdaderos principios de una educación realmente liberadora.



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Jorge Ochoa

Licenciado en Educación

 Jorgeochoa004@gmail.com

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