El Motor N°15

Agradecidos. Así supongo que piensa la Ministra del Poder Popular para el Servicio Penitenciario, Abogada Iris Varela, que deben estar los margariteños con el desalojo del Internado Judicial de San Antonio, allá en la Isla. Luego de haberse suscitado allí la mayor balacera de la historia neoespartana, con ocasión de la muerte del tristemente célebre pran  Teófilo Alfredo Rodríguez Cazorla, alias “El Conejo”, lo que le ha seguido no puede calificarse de victoria, porque el desalojo del mencionado recinto, no ha hecho sino dejar literalmente en pelotas ese desastre que ha sido y que es la gestión de la ministra al frente del no menos funesto organismo. En cualquier país serio del mundo, esta funcionaria hubiese sido inmediatamente removida de su cargo. Y si fuese el caso que la misma tuviera un mínimo de vergüenza, ella solita habría renunciado. Pero no, ni seriedad, ni vergüenza. Ante la afrenta que fue para el país, el hecho de que cientos de presos – privados de libertad, según la jerga socialista – se subieran a la azotea del internado armados hasta los dientes, frente a la indiferente presencia de los funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana, se echo mano del manoseado expediente de echarle la culpa a la derecha criolla, sincronizadamente articulada con el imperialismo norteamericano. Sin embargo la realidad siempre supera a la ficción y es así como hemos podido ver en imágenes - que por favor, le pido a las autoridades no decir que forman parte de una campaña mediática – difundidas por medios de comunicación y redes sociales, como prácticamente todos los espacios de este internado con régimen, llevaban la impronta del mal llamado “Conejo”. Murales pintados con el conejito de Playboy, Vende – Paga, donde los internos podían apostar con comodidad al caballo de su preferencia para las carreras de los Hipódromos de La Rinconada, Valencia y Santa Rita. Gallera. Directv. Piscina. Todas estas actividades poderosamente lucrativas donde quien las regentaba ganaba mucho dinero, seguramente con el aderezo del infaltable licor y de la droga, que junto a las armas y al cobro de protección de cada interno, transformaron esa cárcel, al igual que todas las del país en vigorosas industrias del crimen, desde donde se ordenan por teléfono asesinatos, secuestros y extorsiones sin que el rimbombante e inútil ministerio de marras se haya percatado de ello.

Así las cosas, la política penitenciaria del país, es que no hay política penitenciaria. Claro está, a menos que ahora alguno de los funcionarios del citado ministerio en medio de un arrebato de dignidad diga por fin, esta boca es mía y asuma como la política del ministerio, ese bodrio que significó la llamada Cayapa Judicial, donde la ministra Varela, se abrogó para sí, el otorgamiento de beneficios a peligrosos criminales, sin ningún criterio procesal y que una vez en la calle, libres como las aves, cobraron luego la vida de muchos venezolanos decentes, que tuvieron el valor de denunciarlos o de testificar en los órganos de investigación penal y en los tribunales, las tropelías de las que fueron víctimas.

¿Desalojar las cárceles es la solución ministra? ¿Eso de andar como los bomberos, frente a candelita que se prende, candelita que se apaga es la gestión penitenciaria que merece la ciudadanía de un país acoquinado por el hampa? ¿Cuándo usted se leyó el artículo 272 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que establece como posible que los establecimientos penitenciarios puedan ser sometidos a modalidades de privatización, entendió que dicha privatización era entregarle el régimen interno de los penales a los pranes para que hicieran billete vendiendo droga, armas, municiones y protección a los presos, así como ordenando secuestros y asesinatos desde sus centros de reclusión? No ministra. ¡Los venezolanos no nos merecemos esa vaina carajo! Hugo Chávez no se merece estar pintado en un mural junto al “Conejo” y mucho menos se merece que una chavista fanática como usted, siendo ministra de asuntos penitenciarios, se haga la loca frente a ese irrespeto tan grande y venga a decirnos que la cosa es culpa de la IV República. Para ponerle la guinda a la torta, sólo falta que a la industria en la que se han vuelto nuestras cárceles, la conviertan en el decimo quinto motor de la Agenda Económica Bolivariana.



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Rubén Villafañe


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