"La reconstrucción del país no es posible con el PSUV, ni con la MUD"

UPP 89 y el MEP llaman a la reconstrucción del país

Reinaldo Quijada – Wilmer Nolasco

Reinaldo Quijada – Wilmer Nolasco

27 de abril de 2017.-

Los partidos UPP 89 (Unidad Política Popular 89) y el MEP (la fracción deslegitimada por el TSJ) se pronuncian y hacen público un nuevo documento que lleva como título "La reconstrucción del país no es posible con el PSUV, ni con la MUD", donde alertan que el proceso revolucionario vive "momentos de evidente involución revolucionaria en medio de una espiral creciente de confrontaciones y violencia que pudiera tornarse indetenible". El documento viene suscrito por Reinaldo Quijada y Wilmer Nolasco. La UPP 89 es una de las cinco organizaciones que están actualmente vigentes al igual que el PSUV, la MUD, IPP y PUENTE.

"Tenemos un país estancado y no hay horizonte previsible. Su tiempo pareciera girar sobre sí mismo, pero ya no en el líquido amniótico que conocimos en los primeros años de la revolución, en ese fluido de vida, de presencia y de continuidad, sino en unas aguas estáticas donde todo alumbramiento es imposible." señalan. Cuestionan duramente a la dirigencia psuvista y al gobierno: "Nuestros políticos hablan sin cesar y sin rigor alguno de revolución y de socialismo pero sólo parecieran preocuparse por sí mismos y tener como único objetivo la conservación del poder. No se busca superar nuestra situación desastrosa, se busca enmascararla, manipularla o encubrirla".

También denuncian la intromisión extranjera y de la OEA: "No podemos dejar de señalar, la campaña agresiva y sesgada contra Venezuela, de una derecha nacional e internacional, sin credenciales morales que exhibir, las acciones injerencistas de la OEA y de su engreído y desmedido Secretario General Luís Almagro".

Consideran que la reconstrucción del país debe ser política, institucional y económica. Y debe estar signada por una visión honesta – una dimensión moral – de la política. Llaman a la construcción de una "alternativa revolucionaria nueva", sin vinculación con el PSUV, ni con la MUD. "Lo viejo y corrompido debe desaparecer, porque de ello no puede nacer lo nuevo".

A continuaciòn el documento completo:

UPP 89 - MEP[1]: la reconstrucción del país no es

posible con el PSUV, ni con la MUD

Reinaldo Quijada – Wilmer Nolasco

Entrevistadora: ¿Qué piensa de Venezuela?

Noam Chomsky: Venezuela tiene realmente una situación desastrosa. La economía se basa en el petróleo en mayor medida aún que en el pasado, a niveles muy altos. Y la corrupción, los robos, etc., han sido enormes sobre todo tras la muerte de Chávez. Si vemos el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, Venezuela todavía aparece por encima de Brasil. De ahí que haya esperanza y posibilidades de reconstrucción y desarrollo. Pero las expectativas de los primeros años se han perdido de forma significativa.

Entrevista en Democracy Now – 04 de abril de 2017

Vivimos momentos de evidente involución revolucionaria en medio de una espiral creciente de confrontaciones y violencia que pudiera tornarse indetenible. Y en medio de una verborrea superficial y politiquera, soez, irresponsable y deprimente, del gobierno y de la oposición, a la cual jamás nos sumaremos. La reciente afirmación de Noam Chomsky, reconocido e influyente intelectual de la izquierda radical del mundo, muy apreciado por el Presidente Chávez, es elocuente en cuanto a la regresión que vivimos. Tenemos un país estancado y no hay un horizonte previsible. Su tiempo pareciera girar sobre sí mismo, pero ya no en el líquido amniótico que conocimos en los primeros años de la revolución, en ese fluido de vida, de presencia y de continuidad, sino en unas aguas estáticas donde todo alumbramiento es imposible. Lo que llegó a ser una esperanza para América Latina y para muchos países oprimidos del mundo, es ahora la imagen imprecisa de un amasijo amorfo de promesas artificiales, anuncios intrascendentes, desplantes retóricos y consignas huecas. Un estado de infertilidad que va de la "Venezuela potencia" que sólo existe en la propaganda oficial o de una "soberanía alimentaria" que sólo se evidencia en el impreso de las cajas del CLAP que vienen de México o Panamá. Nuestros políticos hablan sin cesar y sin rigor alguno de revolución y de socialismo pero sólo parecieran preocuparse por sí mismos y tener como único objetivo la conservación del poder. No se busca superar nuestra "situación desastrosa", se busca enmascararla, manipularla o encubrirla. La revolución, si es que aún puede dársele ese nombre a nuestro proceso político, es más hoy un recuerdo en el imaginario de muchos venezolanos que una realidad, aunque, en esa confusión de información y desinformación, debemos admitirlo con preocupación, muchos aún se aferran, como si se tratase de un acto de fe, a esas ideas, antes ciertas, de inclusión y emancipación, y aún vivas pero suspendidas en el tiempo, y se niegan a reconocer los hechos duros y contundentes. Otros las defienden por intereses grupales y personales, o por la perversa práctica clientelar ya común en nuestra política de ayer y de hoy.

La revolución también ha perdido contenido humano, no sólo han desaparecido las ideas, y se asemeja, cada vez más, en sus prácticas, en sus métodos y en sus códigos al modelo de desarrollo político, económico y social que dice o pretende superar. La irresponsable emisión de dinero inorgánico que ha generado una inmensa inflación es una evidente expresión de ello ya que afecta a la población en su conjunto y, muy particularmente, a los sectores más pobres. Tampoco existe una democracia verdaderamente participativa y protagónica, ni se cree realmente en las comunidades. Las leyes del Poder Popular le transfieren, si acaso, algunas competencias al pueblo, pero no le transfieren poder político y la burocracia estatal no le permite desarrollar sus propias potencialidades. Toda revolución, si de verdad lo es, debe ser total, en todos los planos o campos de la vida. Debe serlo en la realidad interior, en la conciencia de cada uno de nosotros, y en la realidad exterior, en la práctica cotidiana. Debe serlo, y evidenciarlo, incluso en sus expresiones más pequeñas. No sucede así. El uso indebido y discrecional de los dineros públicos que muchos funcionarios hacen para la propaganda o la promoción, y para el disfrute personal es una práctica que por recurrente, se ha vuelto normal o natural. Se ha perdido el límite, y se confunde, lo que son bienes de uso público de lo que es privado y ese despropósito se ha extendido a todos los niveles de la administración pública. El ejemplo de una dirigencia verdaderamente comprometida con la transformación social no se ve por ningún lado. Y eso genera la pérdida de valores en la sociedad y una desmoralización creciente. En términos generales, desde la UPP 89, afirmamos que el hermoso proyecto político plasmado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 es irrespetado con excesiva frecuencia, desdibujándose en sus propósitos e intenciones. Y no se trata de desconocer los logros de estos últimos 18 años, particularmente en el ámbito social. Al mismo tiempo que seguimos viendo la construcción de viviendas, la mayor atención en salud, la municipalización de la educación, la alimentación subsidiada, vemos también un deterioro creciente en los servicios y una calidad en retroceso en los hospitales y en las escuelas, indebidos privilegios o ventajismos en el otorgamiento de los beneficios sociales, mayor número de jóvenes y niños abandonados a su suerte en las calles y un evidente salto atrás general en la calidad de vida del venezolano con relación a los primeros años de la revolución. La involución, o la regresión, en la revolución son de contenido y de alcance.

No podemos dejar de señalar la campaña agresiva y sesgada contra Venezuela, de una derecha nacional e internacional, sin credenciales morales que exhibir, las acciones injerencistas de la OEA y de su engreído y desmedido Secretario General Luís Almagro, las manipulaciones mediáticas y las amenazas crecientes contra nuestra soberanía, sin embargo nuestra clase política con sus inconsistencias ideológicas y éticas, sólo le facilita la tarea a la intervención e intromisión extranjeras. Valga la oportunidad para recordar los versos del gran poeta español Miguel Hernández que muere, enfermo de tuberculosis, en una de las cárceles fascistas de Franco, cuando aún no cumplía los 32 años:

Nosotros no podemos ser ellos,

los de enfrente,

los que entienden la vida

por un botín sangriento:

como los tiburones

voracidad y diente,

panteras deseosas de un mundo

siempre hambriento.

El dilema existencial entre lo ético y lo "ateo de toda ética", entre un socialismo verdadero y el capitalismo, debe ser un elemento de consideración fundamental de cualquier iniciativa que se plantee el proceso de reconstrucción del país. Sin embargo, la realidad nos indica que la confrontación ideológica es utilizada, por nuestra dirigencia, como una justificación permanente e indigna para encubrir su claudicación moral. Llevamos 18 años diciendo lo mismo, que no hemos sido capaces de superar los códigos y los métodos de nuestros procesos electorales capitalistas o que no hemos logrado superar las estructuras propias de un Estado burgués. Y debemos preguntarnos: ¿En esos 18 años que hemos hecho para lograr esa aspiración? Y también: ¿En estos 18 años que hemos hecho para enfrentar la nociva maquinaria ideológica capitalista? Nuestra única respuesta ha sido el uso de dinero en grandes proporciones, el mercadeo publicitario masivo de un populismo atroz, el clientelismo, la compra de conciencias y el exhibicionismo vulgar en los actos públicos. Todos estos elementos, propios de la estructura capitalista, han prevalecido por encima de la conciencia y el compromiso revolucionario real.

La única redención posible de nuestro gobierno y del partido de gobierno, el PSUV, como ya sucediera con el MVR, a instancias del propio Presidente Chávez, pareciera ser su FIN, para que pueda darle paso a una alternativa revolucionaria nueva. En política, existe una ley universal e inmemorial tácita, de inexorable cumplimiento: cuando las contradicciones, los errores y los vicios se acumulan, y se conforman en una madeja de compromisos y pactos, de esos mismos compromisos y pactos se es esclavo, y sólo el nacimiento de algo distinto puede lograr el reencuentro con los principios y valores perdidos. Lo viejo y corrompido debe desaparecer, porque de ello no puede nacer lo nuevo. Del resto, de no hacerse así, la derecha irremediablemente volverá al poder, con todo su significado de atraso, exclusión y privilegios, y de deshonra a nuestra identidad y a nuestra nacionalidad, que conocimos en la IV República, y como viene sucediendo en otros países de América Latina. Algo nuevo, distinto, debe surgir que rompa con las prácticas, los métodos e incluso el lenguaje convencional de la IV República, y que se ha venido repitiendo, de manera casi idéntica, en los últimos años de la V República. Ya las ansias iniciales de futuro, la creatividad, la espontaneidad y la naturalidad, al igual que la irreverencia se han perdido y sólo queda una triste caricatura de ello. ¡Lo viejo y corrompido debe morir!

Todo esto nos lleva a plantearnos, una vez más y sin cesar, la política desde la dimensión moral de ella, desde los valores que le son inherentes, centrados en el ser humano, en la singularidad, diversidad y unicidad irrepetible de él, en sus "infinitas posibilidades de ser", única vía para salir del marasmo – propio y mundial - en el que nos encontramos. Esa visión de la política honesta o decente no es una utopía irrealizable, aunque la escasa calidad política de hoy día, tanto en los grandes países industrializados, como en los países en desarrollo, parecieran contradecir esa posibilidad. ¡No es así, estamos absolutamente convencidos de ello! Una política que se aparte de la política real sustentada, por un lado, en el dinero y en los privilegios de los grupos económicos de poder y, por el otro, en el pragmatismo, el oportunismo y la propaganda o, en lo que podríamos resumir, en una tecnología del poder por el poder y en el populismo. Esa política propia del mundo actual, que excluye e inhibe al ser humano, que cercena su creatividad y su voluntad de participación, que provoca la apatía del individuo, particularmente de la juventud, al considerarla como algo ajeno a él, debe ser superada pero, antes, debemos interrogarnos, cómo y por qué se llegó a esa apatía y cuál fue su origen. Veremos contundentemente que la inconsistencia o la deshonestidad política e intelectual es la respuesta a ello. Revertir esa situación que implica una forma distinta de hacer política es indispensable. ¡El punto de partida moral debe ser el elemento inicial de todo proceso político de reconstrucción del país! ¡No olvidemos la IV República, veámonos en el espejo de la V República! ¡Y también veamos al deplorable mundo actual!

La UPP 89 nace entonces de ese imperativo moral. De alzar nuestras voces, de no quedarnos callados ante ninguna circunstancia. De enfrentar el orden establecido y ser irreverente ante él. De observar las limitaciones de nuestros partidos, tanto los de izquierda como los de derecha, y también de estar conscientes de nuestras propias limitaciones, como organizaciones sociales o de base. De buscar revertir esas deficiencias propias. De ejercer influencia sobre las decisiones políticas y los asuntos públicos. De plantearnos el tema del poder político desde el fortalecimiento del poder popular. De recuperar la fuerza creativa de la política. De colocar por encima de todo al ser humano, su propio ser, sus sueños y su espiritualidad.

Reconstrucción política.

Ya lo decíamos una forma distinta de hacer política es necesaria. Las organizaciones político sociales no pueden estar por encima de la sociedad, de las comunidades, de la gente, deben ser sólo un instrumento de acción de ellas. Partidos políticos como el PSUV o la MUD, idénticos en su concepción como tipo de organización, buscan a las masas para crear su base social; es decir, se colocan por encima de ellas y se sirven de ellas. Por el contrario deberían ser las propias fuerzas sociales quienes busquen crear su propia herramienta política para intervenir en las cuestiones del poder. El partido, y la propia política, al servicio de la sociedad, y no al revés. En ningún caso las organizaciones comunitarias o los liderazgos de base deben estar subordinados al partido, y menos aún disolverse en él. Es lo que pretendemos contribuir a establecer desde la UPP 89.

No sólo sucede en Venezuela, la política hoy, en el mundo, se ha alejado de la noción de "persona". Eso hace que la gente suele entusiasmarse cada vez menos con unas democracias, que la mayoría de las veces, son insustanciales y lo son sólo en la apariencia o en las formas. No se identifican con ellas y se van desvinculando de los procesos políticos al sentirlo ajenos a sus anhelos y a sus necesidades. El triunfo de Chávez en 1998 y el proceso revolucionario que se inició en ese momento fue, en ese sentido, un punto de ruptura y de inflexión, con una democracia que buscaba redefinirse bajo los conceptos novedosos de la participación y el protagonismo. Despertó un interés adormecido y generó un gran entusiasmo en América Latina y en otras latitudes del mundo. Sin embargo ese cambio se quedó a medio camino, el mismo Chávez entró en algunas contradicciones y, muy particularmente, la mayor parte de la propia dirigencia del partido de gobierno no supo entenderlo y, poco a poco, el proceso revolucionario fue entrando en la actual regresión.

El contacto directo y espontáneo de Chávez con el pueblo, las pedagógicas e inteligentes improvisaciones de los "Aló, Presidente", la ruptura de protocolos en las acartonadas cumbres internacionales – el "Aquí huele a azufre" de la ONU o "el ALCA… AL CArajo" de Mar del Plata – fueron expresiones de esa política que toma en cuenta, de manera primordial, al ser humano, se asemeja a la vida cotidiana de cualquier persona, no se coloca por encima de él, ni se ufana de supremacía social. Conoce de humildad. No sucede lo mismo con las innumerables cadenas presidenciales que invaden el espacio privado de la gente, el culto a la personalidad o la difusión excesiva de una iconografía cuyo uso, otros grandes líderes, como Fidel Castro, Rafael Correa o Pepe Mujica, han rechazado. Una forma distinta de hacer política, que no anule o avasalle al individuo, requiere necesariamente de una desmitificación y de una desacralización permanente, no en sentido religioso sino profano, del poder, en primera instancia, de la política y de la propia acción diaria de un partido político. Ese eslabón perdido de la política que se expresa en su dimensión moral, es indispensable y debe recuperarse, aunque reconocemos que es poco común, hoy, en nuestro mundo.

Reconstrucción institucional.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela es el proyecto político que nace del proceso revolucionario y que fue aprobado democráticamente por el pueblo el 15 de diciembre de 1999. El llamado "libro azul" del cual hace referencia y alarde permanente nuestra dirigencia, mostrándolo en cualquier acto público y frente a las cámaras de televisión, como el libro sagrado de cualquier fiel devoto, es irrespetado constantemente. Tanto por el gobierno, como por la oposición.

Nuestra Constitución rompe con la clásica división de los poderes públicos – Ejecutivo, Legislativo y Judicial – y establece dos nuevos Poderes: el Poder Ciudadano y el Poder Electoral. Los dos primeros se eligen por votación universal, directa y secreta y los otros tres mediante postulaciones, presentadas ante Comités de Postulaciones establecido para tal fin, que deberían garantizar una "selección pública, objetiva, transparente e imparcial de los candidatos" que, en definitiva, deben ser escogidos por la Asamblea Nacional. Eso es imposible lograrlo ya que falta cultura y madurez política en ambos bandos, para que puedan cumplirse dichas premisas y ninguno de los dos sectores tiene la suficiente autoridad moral – sus propias trayectorias públicas hablan por ellos – para que sus criterios reciban el reconocimiento del país, si es que estos fuesen honestos.

El contenido de la Constitución es particularmente explícito en lo que concierne a la colaboración general de los poderes, el control y el equilibrio entre los diversos poderes, y la prevención de las prácticas obstruccionistas, y además contiene un Título especial, "De la Protección de esta Constitución", cuyo Capitulo Primero se denomina "De la garantía de esta Constitución" y le da a la Sala Constitucional del TSJ la potestad exclusiva de ser el máximo intérprete y garante de ella. Sin embargo, nada se cumple y las decisiones del TSJ han sido una suerte de "patente de corso" para cualquier arbitrariedad y violación de ella.

En los primeros años de la Revolución se decretó una "emergencia judicial" y se creó una "Comisión de Reestructuración del Poder Judicial" para lograr adecentar esa institución y eliminar el cúmulo de vicios heredados de la IV República. Eran los tiempos de las "tribus judiciales". Rápidamente todo ese loable esfuerzo inicial se fue desvirtuando, y sólo terminó habiendo un cambio de nombre, dejó de hablarse de "tribus", y ahora se habla de "bandas". Sólo un cambio de máscaras.

La "Exposición de Motivos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela" es digna de analizarse. Se hacen consideraciones respecto a la necesidad de "cambiar la cultura política generada por tantas décadas de paternalismo estatal y del dominio de las cúpulas partidistas", acerca de "los límites de gastos en las campañas electorales", del "clientelismo político" y la prioridad de "la honestidad, la eficiencia y la eficacia" en la función pública, sobre "la estabilidad macroeconómica que se establece con base a tres principios fundamentales: equilibrio fiscal y un nivel prudente de deuda pública, autonomía del BCV y coordinación transparente de las políticas macroeconómicas", por sólo citar algunos pocos ejemplos, y nada puede cumplirse o realizarse, ni siquiera parcialmente, porque existe, más allá de la falta de honestidad, de voluntad y de valentía de la dirigencia política, de izquierda y de derecha, un inmenso vacío institucional. Se ha violado el texto, el orden y el hilo constitucional y es difícil, o imposible, que bajo tales condiciones de minusvalía institucional, un país pueda funcionar.

Reconstrucción económica.

Nuestra economía depende cada vez más del petróleo, como bien lo señala Noam Chomsky, aunque el gobierno declare lo contrario todos los días y nos presente, a cada rato, unos escenarios fantasiosos y unas perspectivas falsas. "El país del disimulo" como algunos nos han descrito acertadamente. Al igual que ha sucedido en los últimos años, en otros países como Brasil o Argentina, hemos querido depender exclusivamente de nuestras materias primas. No hemos sido capaces de desarrollar una industria y una agricultura, un sector manufacturero o agrícola que procese nuestras riquezas naturales y genere valor agregado nacional. Seguimos proyectando, en lo económico, nuestra mentalidad colonialista y con ello la supresión de nuestra identidad. La dependencia del producto terminado del exterior. Con el desarrollo del llamado "Arco Minero", más allá de las válidas críticas, desoídas por el gobierno, que se le han hecho desde las mismas filas de la revolución, sucederá lo mismo, si no logramos imponer otra concepción del desarrollo económico.

Somos campeones, la propia "generación de oro", en nuestra retórica soberana e independentista pero actuamos de manera diametralmente opuesta, porque la voluntad política a tales fines ha sido inconsistente. Soberanía autentica es crear las condiciones legales, sociales y económicas verdaderas para lograr un crecimiento económico, sólido y permanente en el tiempo, que genere fuentes de trabajo, que tome en cuenta la necesaria formación educativa y técnica del individuo, que se proponga elevar el nivel de vida de la población y que propicie una justa distribución de la riqueza. Que no desprecie los valores del trabajo y del conocimiento, y de la experiencia, que tome en cuenta al ser humano – de nuevo el ser humano, y siempre el ser humano – como factor fundamental de la economía, al igual que no desestime, de manera infantil y dogmática, la tecnología de punta y los avances tecnológicos, de los cuales quieren apropiarse los grandes países industrializados pero que son realmente acervos de la humanidad.

Somos y seguiremos siendo un país petrolero. Es decir, seguiremos viviendo en buen medida de la renta petrolera, no es su uso natural lo que es cuestionable, sino su uso dispendioso, ineficiente, malversado y éticamente indebido. La manida y trillada expresión de la "diversificación económica" debe hacerse realidad, y dejarse de lado en los discursos y las frases grandilocuentes que ya obstinan y aburren. La mentira, y la manipulación de cifras, deben darle paso a las estadísticas, científicas y certeras, de producción y de productividad, sin las cuales ninguna planificación o diseño económico es posible.

La economía no es una ciencia de sabios gurús, prestidigitadores o alquimistas. La economía responde, en buena medida, al sentido común, y a leyes propias de ella que deben cumplirse. Por ejemplo, la vigilancia irrestricta del equilibrio fiscal y el control racional sobre los niveles de endeudamiento. Sin embargo, como ya lo señaláramos en nuestro anterior documento, el elemento humano tanto en la conceptualización, como en la realización económica es fundamental. La misma política económica puede dar resultados distintos según la calidad de su realización o implementación. Y sobre esto último debemos señalar que lo usual es que los grupos económicos, los lobbies o cualquiera de los factores de poder impongan sus intereses y condicionen las políticas, y no sea la racionalidad económica, ni el bienestar colectivo quienes las dicten. En nuestro país, la IV República, y en el mundo, los gobiernos capitalistas son ejemplos nefastos de ello.

Una política decente y honesta es necesaria. No pretendemos convertir a la política en un decálogo o en un discurso moralista pero tampoco podemos dejar de lado la responsabilidad personal y la convicción que de la ética son conceptos inseparables.


[1] El MEP originario. En fecha 17 de julio de 2015, la Dirección Nacional del MEP de 13 miembros, electa por las bases y encabezada por Wilmer Nolasco, fue destituida por una sentencia del TSJ (sentencia 155, Sala Electoral, ponente Magistrada Indira Alfonzo) y reemplazada administrativamente por una Directiva de 6 miembros, encabezada por Gilberto Jiménez Prieto, ex – Presidente de "Mi casa bien equipada".



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