El virus A H1N1, popularmente llamado gripe porcina

Las primeras noticias llegaron de México, desde donde el virus rápidamente se trasladó a Estados Unidos y de ahí al resto del mundo, en la actualidad los muertos se cuentan por centenas y los contagiados por decenas de miles. A Venezuela llegó retrasado hace pocos días, pero llegó, y en poco más de una semana tenemos 13 infectados.

La ONU acaba de emitir un comunicado en el cual destaca la impecable batalla que dio México para controlar la enfermedad: cerraron colegios a riesgo de que se perdiera el año escolar y no porque se hubiese infectado algún estudiante, sino para que no se infectaran, cerraron los restaurantes de las principales ciudades, los cines, prohibieron los partidos de futbol y echaron a la calle el ejercito, la policía, a la defensa civil y a miles de voluntarios, quienes repartieron millones de mascarillas protectoras y distribuyeron millones de panfletos con las recomendaciones del caso.

Los medios de comunicación lanzaron una campaña impresionante de publicidad y advertencias relacionadas con la prevención, el Presidente de la república en varias alocuciones televisadas, en compañía de los ministros responsables y usando sus respectivas mascarillas, se dirigieron a los mexicanos para informarles en detalle de los acontecimientos y de las medidas que se estaban tomando para proteger al público de la mortal, en muchos casos, enfermedad.

Yo vivo en Anzoátegui, aquí, aparte de las noticias de prensa muy escuetas por cierto y de las apariciones del Gobernador, a quien se observa profundamente preocupado por controlar el brote en la región, no ha pasado más nada. No veo a nadie repartiendo panfletos, ni repartiendo mascarillas, ni prohibiendo las aglomeraciones públicas, no se si en Caracas y otras importantes ciudades ya defensa civil, la Fuerza Armada, la policía, los bomberos etc. han tomado el metro, las calles, los aeropuertos para defender a los venezolanos de un virus que no se detiene con retórica, ni con buenos deseos, si no con acciones contundentes.

Todos conocemos la debilidad de nuestro sistema de salud, no de ahora sino de hace muchos años: hospitales colapsados, falta de medicamentos, pobre mantenimiento de las instalaciones, bajos sueldos médicos, servicios privados costosos. Por lo tanto es lógico que la población se sienta preocupada por la forma como las autoridades van a atacar el problema y como se organizará la asistencia médica preventiva y curativa.

La red barrio adentro puede jugar un papel importante en las comunidades pobres y los sitios apartados, en el control y tratamiento de la enfermedad, y no hay duda que los médicos cubanos quienes desde hace tiempo enfrentan la enfermedad en Cuba, conjuntamente con los abnegados médicos venezolanos pueden ser de gran ayuda.

Pero es en realidad todo el sistema, todo el país liderado por sus más altos representantes, quienes deben ponerse ya su mascarilla y meterle el pecho al problema con todos los hierros. Como dice el viejo adagio: después de ojo sacado no hay Santa Lucía que valga.

Por si acaso recemos al Nazareno de San Pablo quien dicen salvó Caracas de una gripe parecida hace muchos años, como lo contó en versos el poeta Andrés Eloy Blanco en su bella poesía El Limonero del Señor.

cjcarpio44@hotmail.com


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Carlos Carpio


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