El voto vacío y la reconstrucción de la izquierda



De manera singular, las próximas elecciones presidenciales obligan a la participación. Todos quedamos dentro, no importa la decisión que se tome. La jugada del voto nulo o la abstención de la oposición-oficial hará aparente la totalidad del disenso, si bien no lo representa, no le pertenece. De allí que la negación del sistema electoral, de los candidatos y de las mismas elecciones quedará resignificada como un aval a las decisiones soberbias de los dirigentes de la MUD, una repetición de errores ya cometidos, apropiándose con astucia del cansancio que ellos mismos provocaron en sus seguidores. Una vez más, incapaces de medir la fuerza de su contendor o de hacerse las preguntas pertinentes para plantear alternativas ante cada fracaso, se han metido en calle ciega. No fue otra la consulta de julio de 2017, que intentado frenar la ANC rescató al gobierno en el momento de su mayor debilidad. Sin embargo, no hubo responsables ni reflexión alguna. La abstención y el voto nulo les dará entonces un respaldo a esa oposición que no sabe qué hacer con ello: una postergación más, un voto vacío.
Votar por el mejor, que es una alternativa honesta, es insuficiente ante la urgencia de una alternativa. Ciertamente y de lejos, ese es Reinaldo Quijada. Pero ¿cuánto del electorado votante conquistará? ¿2%? ¿5%? Quizás ni siquiera eso. Samán no logró mucho más, con condiciones y experiencia que hoy permanecen en silencio. En cambio, ese voto será instrumentalizado por el gobierno, y ayudará a dar claridad a unas elecciones oscuras con ventajas que el abstencionismo suicida radicalizará, para hacer hasta de la trampa algo innecesario.
Por otra parte, resulta casi una burla el que Maduro asegure que hará lo que no ha hecho en todos estos años. Nunca una promesa electoral fue más insincera. Como mucho será lo mismo, cuando no peor (siempre se puede), porque la crisis arrecia: inercia ante la destrucción del aparato productivo, escasez general con disposición de recursos para la componenda importadora, hiperinflación con apoyo a los especuladores, corrupción rampante en ciclos crecientes de ineficiencia administrativa, entrega del territorio al capital extranjero (profundización del Arco Minero del Orinoco y de la Faja… ¿dónde está el oro?), más endeudamiento y del más odioso y sospechoso, violencia, militarización y censura, ilegalidad constitucional, borramiento del marco jurídico, etc., etc. Ese será también un voto vacío que nos encierre en un vacío de años.
¿Cómo expresar, entonces, el descontento general y profundo que invade Venezuela? Quizás con Henry Falcón, pero no para gobernar con él, sino para oponérsele. Si no logra defender su victoria ante el ventajismo y la manipulación (y el sabotaje de la oposición), obligaría al gobierno a desplazarse aún más hacia la ilegalidad, hacerse más anticonstitucional, más autoritario, ponerse más en evidencia, acercar su cola de paja al fuego de la ira de quienes se sienten traicionados. Siempre será políticamente más provechoso denunciar una victoria no reconocida, trampeada, que defender la no representatividad de una elección. Es que la abstención tendrá que ser contada, demostrada, defendida, pues es también vulnerable a las manipulaciones que puedan hacerse en las mismas mesas, sin defensores, sin testigos. Con toda su precariedad, ha sido mejor la pugna de funciones que se da entre una AN invalidada y una ANC ilegal, a que tuviéramos una asamblea controlada por el oficialismo en pleno. Son las frágiles máscaras de la democracia. No hay otra alternativa para un cambio tanto del gobierno como de la oposición oficial. Salir de ambos para construir nuevas tensiones de convivencia, volver a lo político, ajeno a las dinámicas mafiosas de la cancelación del otro como toda estrategia.
A Falcón, al menos, podríamos exigírsele una negociación plural y abierta, acorde con la urgencia del momento. Que se abra la discusión sobre una PDVSA arruinada, antes de que arrastre todo consigo a un pozo quemado. Apostarle a que gane para construir una oposición de izquierda desde su negación. Un gobierno frente y contra el cual pueda emprenderse el balance de lo que fue Chávez y el chavismo, deslindar su potencialidad frustrada de su responsabilidad culpable, hoy confundidas en la falsa maraña de la herencia, y reconstruir una visión social del país. Oponerse a las aspiraciones antinacionalistas de la derecha, y a la entrega al capital internacional al cual, no paradójicamente, ha cedido el gobierno. Un cambio de involucrados y cómplices que haga posible evaluar la deuda pública, contratada en condiciones dudosas, y que hoy pesa sobre el hambre de la población. Relaciones distintas que permitan intentar la repatriación de los capitales robados y fugados, por los que nada se ha hecho. Quizás podamos lograr, entonces, esa auditoría pública y ciudadana que ha propuesto Marea Socialista por años, de manera infructuosa, para ponerle coto y darle el nombre del estigma a la banda de ladrones del erario, que no están sólo detrás de las taquillas herrumbrosas del gobierno. Es abrigar la esperanza perdida hoy de volver a la política. Gobierno y MUD (y todos sus eufemismos nuevos y viejos) no han hecho más negarse mutuamente, hundiendo al país con ellos. Corrupción y pillaje. Con Falcón habría, al menos, la posibilidad de ver rostros ajenos al enroque circense.
Con desparpajo cínico, la oposición oficial se mueve más contra Falcón que contra el gobierno. Parece querer obstaculizar el surgimiento de un nuevo liderazgo ante el desgaste de los anteriores. Siente debilitados sus referentes y pone en evidencia sus fracturas. No les ha bastado con resucitar a AD como segundo partido nacional. Para darle sentido a su decisión, la abstención tendría que alcanzar al menos un 75% del electorado, que si apoyara a Falcón le daría una victoria apabullante (…igual de hipotético). El irrespeto de números tales, con actas en mano, con testigos y hasta observadores internacionales, los que puedan encontrarse, sería siempre un escenario más optimista que el de intentar explicar una derrota real con el argumento de su no representatividad, demonizando a quienes hayan votado.
La abstención se reducirá a una denuncia más de un triunfo que podrá jactarse de ser “prístino y limpio” sobre sus débiles contendores, asegurando equivalencia a muchos otros países: consuelo de tontos ya anunciado. Desperdiciar las elecciones del 20 de mayo arrastrará una nueva condena histórica, pero nos llevará a todos a sufrir el segundo aire del desahucio de la nación.

los espacios abiertos para la trampa y las mesas sin testigos, y las alternativas ingenuas como la del mismo Quijada, le dará una “limpia” victoria al oficialismo, porque la abstención también tendrá que ser demostrada.
Este es un gobierno sin respaldo, pero también sin verdadera oposición. Todo ha sido, ambos, no dejar gobernar al otro, como decía el caricaturista Mingote.



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Alejandro Bruzual

Alejandro Bruzual es PhD en Literaturas Latinoamericanas. Cuenta con más de veinte publicaciones, algunas traducidas a otros idiomas, entre ellas varios libros de poemas, biografías y crítica literaria y cultural. Se interesa, en particular, en las relaciones entre literatura y sociedad, vanguardias históricas, y aborda paralelamente problemas musicales, como el nacionalismo y la guitarra continental.


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