Del hiperliderazgo a la izquierda huérfana. El chavismo en busca de un taita

La oleada neoliberal en Latinoamérica tuvo como respuesta la emergencia de una multiplicidad de nuevos sujetos en las diferentes escenas políticas nacionales. El neozapatismo mexicano, los movimientos sociales étnicos en Bolivia y Ecuador o las manifestaciones de los excluidos urbanos en Venezuela, son expresiones de dicho fenómeno. Algunas luchas de resistencia latinoamericanas lograron materializar parte de sus demandas alcanzando victorias electorales y haciéndose con los gobiernos nacionales. Otras, que no pudieron concretar su ascenso en victorias electorales quedaron marginadas a espacios de lucha y resistencia local. Las victorias que se alcanzaron fueron en buena medida debido a la capacidad de liderazgos fuertes con posibilidades de articular y aglutinar múltiples demandas. Si bien la victoria de ese sector de la izquierda no fue generalizada, si es cierto que logro un cambio geopolítico en la región favorable a un marco de políticas más incluyentes, democráticas y redistributivas. Ahora bien, algunos de estos modelos han entrado, en los últimos tres años, en una profunda crisis que algunos autores han denominado "el fin del ciclo progresista". Creemos que el fallecimiento de algunos liderazgos tiene una influencia significativa en esta crisis.

Antes bien, queremos señalar que no es objeto de las siguientes líneas cuestionar o refrendar el carácter de "ciclo" al ascenso de gobiernos variopintos que se inscriben en el rótulo de "progresistas" o de "izquierda", ni tampoco disertar si se trata de un "fin" o simplemente un "reflujo" como lo llamaría García Linera. Mucho menos tratar el escabroso dilema sobre en qué medida fueron incorporadas efectivamente las demandas sociales -que estos gobiernos dicen representar- a los programas de políticas públicas.

Lo cierto es que los gobiernos de izquierda y centro izquierda vienen recibiendo varias derrotas electorales y políticas en los últimos años. La primera derrota electoral se dio en Argentina, el candidato presidencial "peronista" fue ampliamente derrotado por el empresario Mauricio Macri. Más allá de las características propias del candidato peronista y de las "virtudes" del marketing político que potenció a Macri, hay un elemento característico en el que coinciden múltiples analistas: las discrepancias y conflictos a lo interno del kirchnerismo llevó a la derrota a Scioli. La ausencia de un liderazgo que manufacturara el consenso kirchnerista alrededor de un candidato denota el vacío que dejó en ese movimiento la muerte de Néstor Kirchner.

En segundo lugar, la estrepitosa derrota del chavismo en las elecciones parlamentarias venezolanas de diciembre del 2015, es otro síntoma indiscutible del revés político y electoral del sector de la izquierda en el gobierno. Sin lugar a dudas, la crisis económica que vive el país a causa de los bajos precios del petróleo influyó activamente en esta derrota. Sin embargo, la dispersión del chavismo y la pérdida de popularidad de Nicolás Maduro, demuestran que el capital político de Hugo Chávez resulta intransferible y que la conexión privilegiada del líder fundador del chavismo con la población era un baluarte insustituible para el chavismo.

El liderazgo social y político de Kirchner y Chávez, aunque con características particulares, son modelos que reflejan el descrédito o apatía que sienten los sectores populares a las formas tradicionales de mediación de la política (partidos, sindicatos).También, son ejemplos indiscutible de los peligros que implica la dependencia de procesos nacional-populares en liderazgos únicos.

Algunos intelectuales se habían anticipado a los problemas que generaría esta clase de liderazgo a los procesos sociales en curso. Reunidos en el Centro Internacional Miranda, en junio del 2009, un conjunto de intelectuales venezolanos hablaron de la tendencia al hiperliderazgo que estaba presente en la Revolución Bolivariana. Aunado a esto, señalaron los peligros que implicaba este fenómeno para la construcción del Socialismo del Siglo XXI. Sin embargo, estas posturas fueron censuradas, condenadas y etiquetadas de "traidores" y hasta "envidiosos". Allí quedó sepultada o más bien opacada esta tesis.

Aunque debamos admitir, no es mentira que una parte importante de la izquierda tradicional que se autodenomina "crítica" a estos procesos, descarga de contrabando en sus posiciones políticas un conjunto de frustraciones ante las derrotas de sus viejas fórmulas políticas en el pasado y el presente y que ven con cierto recelo las victorias de las izquierdas no convencionales. También es importante señalar que no resulta sano para una construcción democrática de una sociedad alternativa al capitalismo, la existencia permanente de liderazgos tan poderosos que no abran espacio para el disenso y la construcción de liderazgos colectivos.

Ahora bien, El rol histórico de las excepcionales personalidades de Hugo Chávez y Néstor Kirchner es inconmensurable. También los impulsos democratizadores, de satisfacción de demandas colectivas y avances económicos, sociales y culturales que generaron estos liderazgos resultan difíciles de cuestionar. Sin embargo, hay que señalar la incapacidad de las organizaciones políticas que acompañaban a estos liderazgos de construir formas colectivas de mediaciones políticas locales y nacionales, que sirvieran, no sólo para equilibrar el papel de estos liderazgos, sino para trascenderlos.

En esta misma dirección, es importante reconocer el lugar que jugó Fidel Castro en este nuevo reordenamiento político de la región. Colocando el acento en el liderazgo internacional de Fidel y particularmente en los niveles de ascendencia que tenía sobre el resto de liderazgos de presidentes latinoamericanos, pudiéramos ponderar con mayor precisión el rol del líder cubano. Lamentablemente, Fidel tampoco fue capaz de influir dentro de los movimientos de la región para construir formas alternas a los hiperliderazgos nacionales de la izquierda.

Por ello, La muerte de Néstor Kirchner el hombre del consenso peronista, el fallecimiento del líder carismático excepcional que encarnaba la figura de Hugo Chávez y la más reciente, el deceso de Fidel Castro, el gran arquitecto de la estrategia de la izquierda latinoamericana, dejan un gran vacío. La izquierda latinoamericana y los sectores populares que se aglutinaron alrededor de figuras representativas potentes, del ideal de guía, de líder fuerte, de padre, quedan hoy en una terrible orfandad política que la sumerge en una profunda crisis, Las derrotas electorales son reflejo de ella. Otras expresiones emblemáticas del fenómeno del hiperliderazgo la podemos observar con las complicaciones de la victoria de Lenin Moreno en Ecuador, aun estando Rafael Correa para acompañarlo y la crisis política del MAS boliviano al no poder ser reelecto a la presidencia Evo Morales.

En una reciente entrevista el vicepresidente boliviano García Linera enumera cinco debilidades que tuvieron como consecuencia las derrotas electorales de las izquierdas latinoamericanas, entre ellas, señala: "Un cuarto elemento, (…) es un elemento que se presenta en la experiencia latinoamericana, y que no la vivieron ni Rusia, ni Cuba, ni China, el tema de la continuidad de liderazgo en regímenes democráticos". Sin lugar a dudas, la participación de la izquierda en el marco de las democracias occidentales implican un reinvención de su práctica política en múltiples áreas, una de ellas es la renovación de liderazgos. García Linera sentencia de esta manera la importancia del liderazgo para las actuales experiencias de la izquierda latinoamericana:

"las Constituciones tienen límites, 5, 10, 15 años, para la elección de una autoridad ¿como se da continuidad al proceso revolucionario cuando tiene esos límites? (…) ¿Cómo se revuelve el tema de la continuidad del liderazgo? Van a decir: lo que pasa es que los populistas, los socialistas, son caudillistas. Pero, ¿Qué revolución verdadera no personifica el espíritu de la época? Si todo depende de instituciones, eso no es revolución. Ninguna revolución late en las instituciones. No hay revolución verdadera sin líderes ni caudillos."

En este sentido, nos permitimos hacer mención a la Razón Populista de Ernesto Laclau, que creemos, nos permitirá abrir reafirmar el complejo papel de la formación de liderazgos y representación en las experiencias latinoamericanas:

"Vamos a concentrarnos en lo que está implicado en un proceso de representación que tiene lugar bajo condiciones democráticas. La teoría de la democracia, comenzando con Rousseau, siempre ha sido muy recelosa de la representación y la ha aceptado sólo como un mal menor, dada la imposibilidad de una democracia directa en comunidades grandes como los modernos Estados nación. A partir de estas premisas, la democracia debe ser lo más transparente posible: el representante debe transmitir lo más fielmente posible la voluntad de aquellos a quienes representa. ¿Sin embargo, es esta una descripción válida de lo que realmente está implicado en un proceso de representación? Existen buenos motivos para pensar que no. La función del representante no es simplemente transmitir la voluntad de aquellos a quienes representa, sino dar credibilidad a esa voluntad en un milieu diferente de aquel en el que esta última fuera originalmente constituida. Esa voluntad es siempre la voluntad de un grupo sectorial, y el representante debe demostrar que es compatible con el interés de la comunidad como un todo. Está en la naturaleza de la representación el hecho de que el representante no sea un mero agente pasivo, sino que deba añadir algo al interés que representa. Este agregado, a su vez, se refleja en la identidad de los representados, que se modifica como resultado del proceso mismo de representación. Así, la representación constituye un proceso en dos sentidos: un movimiento desde el representado hacia el representante, y un movimiento correlativo del representante hacia el representado."

De los liderazgos latinoamericanos que reproducen esta "lógica de construcción de lo político" de la que habla Laclau, Hugo Chávez es el ejemplo más emblemático. En el caso venezolano, podemos afirmar que pocos liderazgos marcan tan profundamente la forma de hacer política y el espíritu colectivo de una sociedad como lo hizo Hugo Chávez. Sin embargo, la gestión ineficiente de la crisis económica y las pugnas intestinas dentro del chavismo han ido dilapidando el capital político legado por Chávez. La dirección colectiva encabezada por Maduro, que fue designada por Chávez antes de su muerte, no ha logrado vertebrar una política que permita hacer control de daños de la situación económica y mantener unificado al chavismo alrededor de unas consignas de lucha clara. Además, la actuación descoordinada de tribus internas, con patriarcas que se disputan cuotas de poder, ha producido el distanciamiento parcial o total de importantes cuadros que estuvieron en cargos de dirección durante el mandato de Hugo Chávez.

La ausencia de Hugo Chávez y sus extraordinarios vínculos sentimentales, comunicacionales y reflexivos con el pueblo, ha llevado a la proliferación de fracciones chavista. Precisa el profesor Javier Biardeau en su texto "Retos y problemas en la construcción de un partido revolucionario" "mientras las fracciones se organizan en torno a personas, a caudillos, las corrientes y tendencias se organizan en torno a proyectos, a perspectivas y enfoques". Creemos entonces que desde el fallecimiento de Chávez se han reafirmado comportamientos gregarios dentro de las filas del chavismo, que llevan a constituir tribus en torno a patriarcas, en donde el eje programático y la discusión teórica no esta presente o en los mejores casos, lo está en segundo plano.

Ante este escenario, un chavismo proveniente de la izquierda tradicional, que se acostumbró a sentir el manto protector de un liderazgo fuerte que difundía sus ideas en los sectores populares, construía identidades nacionales y articulaba demandas, hoy no encuentra estrategias claras para salir de la crisis. Algunos recurren a los viejos dogmas y se aferran a ellos, condenan el fracaso del hiperliderazgo, pero no hablan del fracaso de los partidos, vilipendian el carácter "policlasista" de los movimientos latinoamericanos, pero son incapaces de ver las identidades emergentes y las nuevas demandas sociales.

Otro chavismo, más apegado a la lógica oficialista, se aferra al patriarca que lidere su corriente, resaltan las características personales que se asemejen a Hugo Chávez, potencian las anécdotas en común que tenga el pequeño jefe con Hugo Chávez o apelan a los lazos filiales y de parentesco con su antiguo líder. Este chavismo busca un líder que se declare leal a Chávez, que se muestre intransigente con la oposición, que sea capaz de sortear la crisis dejando intacto los postulados y símbolos chavistas. Para esta tendencia Diosdado Cabello, Adam Chávez y las hijas de Chávez se han convertido en posibles candidatos a asumir el liderazgo político rojo.

Por último, el llamado chavismo disidente o lo que también podría denominarse chavismo periférico, busca sin sonrojo alguno, un liderazgo mesiánico, un pastor alrededor del cual aglutinarse para salir cual rebaño del peligro. Un líder que se desmarque de la línea oficial del chavismo, pero que tenga las credenciales suficientes para demostrar ser leal a Chávez. En esta dirección, Rodríguez Torres ha intentado aglutinar a un sector de la periferia chavista en función de un proyecto de candidatura presidencial alternativa a la línea oficial del chavismo.

Sin lugar a dudas, la crisis del chavismo, para usar una distinción gramsciana, ha llevado al sector "dominante" a dejar de ser un sector "dirigente" del país. Por tanto, la pérdida de popularidad de los líderes del chavismo se traduce en falta de capacidad para conducir la sociedad. Paradójicamente, podemos decir, para continuar la línea gramsciana, que no ha habido "una ruptura entre las masas populares y las ideologías dominantes", el chavismo, colectivamente hablando, sigue teniendo un "liderazgo intelectual y moral" en el país, que se expresa en la forma de entender la política, en los rasgos personales de Chávez que amplios sectores siguen buscando en otros lideres, características que se han constituido en parte de una cultura política chavista que impregna a la sociedad, pero que ninguna corriente o jefe político ha podido capitalizar.

Por su parte, la oposición, hoy desacreditada, es mirada con apatía por sectores mayoritarios de la población, que aunque rechazan rotundamente al gobierno, son poco receptivos a las convocatorias de la MUD. Carente de un liderazgo convincente y de unas propuestas claras, algunos miembros de la oposición quieren proyectar liderazgos que se asemeje al chavismo. El caso de Henri Falcón, quien en algún momento formó parte del chavismo, es un ejemplo notorio de ello. Estos sectores, aunque minoritarios dentro de la oposición, han ido ganando fuerza, especialmente a raíz de la condena a Leopoldo López y la inhabilitación de Capriles. Es así como la oposición también tiene su candidato "chavista" con un programa antichavista.

En plena ausencia de un consenso por parte del gobierno y de la oposición en torno a un cronograma electoral, la oposición se afianza en las movilizaciones violentas de una minoría activa pero organizada y el amplio respaldo internacional mostrado a este sector. Por otro lado, el chavismo, aunque disminuido en su popularidad, aún cuenta con una base dura, un partido sólido, importantes recursos económicos y hasta ahora ha sido acompañado con firmeza por la institución armada. Pudiéramos, tomando las palabras de Gramsci, hablar de "un empate catastrófico" y avizorar los peligros de la "destrucción mutua", pero también de la aparición de un cesarismo, que pudiera ser un "cesarismo regresivo".

El cesarismo regresivo puede estar conformado o bien por un nuevo liderazgo autoritario surgido del seno del chavismo oficial o del chavismo periférico o un liderazgo opositor con rasgos personales del chavismo pero un programa de gobierno abiertamente conservador. Lo cierto, es que los momentos de crisis tienen a invocar liderazgos tiránicos o verdaderamente revolucionarios.

La economía colonial produjo en los Llanos un tipo particular de liderazgo: el taita. Este fenómeno se proyectó en el imaginario nacional desde la guerra de independencia. El taita era el propietario del hato ganadero, el jefe de guerra feroz, el administrador de justicia que imponía la ley hasta donde le alcanzara la fuerza, era una suerte de patriarca para la peonada. Esas características de liderazgo fuerte y paternal fue proyectado por Hugo Chávez. Hoy, la sociedad venezolana busca los rasgos personales de Chávez en nuevos liderazgos que puedan sacarlos del desasosiego de los actuales momentos.

Por ello, La clase política en vísperas de la discusión electoral no está colocando en debate el problema de las soluciones a la crisis sino que está buscando un taita que los guie. Si bien coincidimos con Gramsci en tanto que "mientras haga falta el Estado, mientras sea históricamente necesario gobernar a los hombres, cualquiera sea la clase dominante, se planteará el problema de tener jefes, de tener un jefe" también creemos que resulta peligroso que la discusión interna y externa al chavismo gire alrededor de la cuestión del jefe. Creemos que en el marco de un chavismo cada vez más heterogéneo, fragmentado y dividido, es necesario colocar el acento a la discusión programática sobre las salidas a la crisis, sobre cómo renovar las ideas y postulados del chavismo y cómo generar una nueva gama de símbolos y narrativas acordes con el momento histórico. El chavismo, en este momento, no solo necesita un taita, necesita un nuevo programa político que tenga vigencia y sea efectivo para combatir la crisis.

En fin, creemos que si bien no se debe desconocer el papel del líder en cualquier construcción política, es fundamental que este papel sea más equilibrado, menos dependiente, para que las organizaciones de izquierda tengan un mayor margen de maniobra para combatir posibles desviaciones o fenómenos como corrupción o clientelización de la política. No obstante, comprender que las carencias de la izquierda no solo se deben a su reciente orfandad sino a una ausencia de nuevas teorizaciones, reflexiones prácticas, estrategias y organizaciones de nuevo tipo. O en otras palabras, las derrotas tácticas electorales se deben a la ausencia de liderazgos, pero la derrota estratégica se debe fundamentalmente a la falta de nuevos horizontes teóricos y prácticos. Un chavismo huérfano de líderes nacionales como Chávez y de referentes internacionales como Fidel o Néstor, busca salidas desesperadas, sin embargo, solo el debate profundo, crítico y democrático en su seno podrá producir soluciones acertadas.



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Damian Alifa

Combatiente en la batalla de las ideas

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