El escualidismo dentro de la revolución

Para muchos lectores resultará contradictorio la frase que identifica éste artículo, pero lamentablemente es totalmente viable y creible en los actuales momentos que atraviesa la revolución bolivariana.

Frecuentemente escuchamos a líderes y seguidores de izquierda referirse a aquellas personas que los adversan ideológicamente como "escuálidos", pero también emplean éste término para calificar a sujetos de izquierda revolucionaria que se atreven a realizar alguna crítica, observación o sugerencia para una situación en particular que ha sido erróneamente interpretada por los funcionarios que ostentan el poder para corregirla, pero que por intereses políticos o particulares no tiene la más mínima voluntad de realizar los correctivos necesarios, sino que por el contrario, se sacuden el paquete señalando a quien los enfrenta como escuálidos, según sus propios intereses, echando por tierra aquel sentido colectivo de los propósitos revolucionarios.

Es así como poco a poco se han tildado a revolucionarios comprobados e incluso emergentes, sólo por no consentir ciegamente los deseos de los poderosos, recordándonos tal vez aquella frase que muchos de nosotros hemos escuchado en las filas castrenses que pregona "LA INMORALIDAD ES LA BASE DE LA DISCIPLINA", con la que pretenden justificar la ciega obediencia, aun cuando están conscientes que la inmoralidad conlleva al fracaso, y que "EL EJEMPLO" si sustenta el verdadero liderazgo, aquel que no tienen los escuálidos pero que lamentablemente poco a poco ha perdido la revolución y que los seguidores patriotas exigimos de nuestros compatriotas que hoy dirigen los destinos de la Patria y del partido.

Chávez, recuerdo, en su última alocución pública al pueblo venezolano nos llamó a la unión, unión, unión y a eso le hemos apostado todo éste tiempo y por la unión lucharemos los siglos que nos siguen sin descanso, porque desafortunadamente, no lograremos la unión así de sencillo, mientras no demos "El EJEMPLO".

No lograremos la merecida unión, mientras sigamos humillando y atacando a aquellos compatriotas que en pleno juicio crítico, objetivo y reflexivo realicen una interpretación distante de aquella que nos quieren vender día a día con el discurso, pero no con las acciones.

No lograremos la merecida y apreciada unión mientras no seamos capaces de asumir la crítica como una oportunidad para enmendar los errores y enderezar el rumbo revolucionario con el legado que nos dejó Chávez, y me refiero al legado moral, al político, al social, no a la bonanza petrolera que lamentablemente, vuelvo a repetir ésta palabra, no hemos sabido aprovechar.

Tampoco lograremos la unión mientras sigamos reciclando contra revolucionarios, Adecos, Copeyanos, que se burlan descaradamente de un pueblo y que hoy pretenden presentarse ante la sociedad venezolana como Caperucita cuando por años los conocimos como Lobos. Dicen que la gente no cambia, realmente consiento ésta frase, porque pienso que aquí en las filas revolucionarias hay muchos disfrazados de Caperucitas porque o nos están haciendo la ccontrainteligencia o temen quedarse sin empleo, pero que nosotros le hemos dado una oportunidad de hacernos daño desde adentro, creyendo inocentemente de su arrepentimiento, pero que en cualquier momento volverán a saltar la talanquera como ya lo han hecho por ejemplo, WILIAM OJEDA, RICARDO SÁNCHEZ, por nombrar algunas figuras de la palestra política nacional, pero que si bajamos un poco la mirada, ésta nefasta historia, no es diferente en organizaciones sindicales y del Poder Popular.

Nos cansamos de tildarnos a nosotros mismos de escuálidos, mientras los verdaderos contrarrevolucionarios hacen su trabajo desde adentro, sonrientes, tranquilos, seguros que no serán descubiertos porque se visten de rojo, marchan de rojo, tienen la sangre roja, se pintan la bemba de rojo pero su corazón que no es visible a los ojos humanos, sigue siendo blanquito, amarillito o anaranjadito.

No lograremos la verdadera unión hasta tanto no asumamos con conciencia revolucionaria, con madurez política las designaciones de funcionarios públicos que en la práctica deberían asumir las responsabilidades que se le confían en nombre de la Patria pero que éstos luego emplean para destruir un proyecto, para sabotear una gestión, porque sencillamente no se indagó sobre su pasado, sobre su formación política.

A estas alturas en la guerra por la libertad y la independencia no se nos puede escapar ningún detalle, debemos todos ser contralores y corresponsables de la función pública y los gobernantes deben ser todos oídos a las críticas del pueblo, y asumirlas con madurez y conciencia política de lo contrario, nos seguirán destruyendo desde adentro. Sobran en las filas revolucionarias, personas capaces de asumir las distintas responsabilidades que amerita la conducción de un proyecto político como el nuestro, como para darnos el fútil lujo de confiar estos destinos en un ser que no congenia con los propósitos socialistas y revolucionarios.

Ya basta de asegurar que el poder lo tiene el pueblo, cuando nos creemos más poderosos que la fuerza que nos dio origen, ya basta repetir que el pueblo es quien manda, cuando nos hacemos sordos ante la crítica sana y objetiva de los que padecen los desaciertos de una gestión pública que está saboteada desde lo interno por los verdaderos escuálidos que intentan destruirnos, mientras golpeamos, humillamos, vilipendiamos e intentamos desmoralizar a los revolucionarios que exigimos y luchamos a diario, cada hora, cada minuto, cada segundo para que se enderece el rumbo y se vuelva al proyecto Chavista, al verdadero programa socialista, inclusivo, participativo.

Por tal motivo, concluyo que el escualidismo está dentro de la misma fila revolucionaria y no hemos querido atacarla porque sencillamente está vinculada a otros factores de interés personal de quienes los protegen, con la única exigencia de mantenerse pasivos, tranquilos ante el escrutinio público y que al menos cuiden el detalle de vestirse de rojo cada vez que la diana suene.

 

legisven@gmail.com



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