Intento de respuesta a Algo anda mal en el poder popular de Toby Valderrama Y Antonio Aponte

Los deseos no preñan, dice la conseja popular. El texto de Toby Valderrama y Antonio Aponte, no pasa de ser una retahíla de buenas intenciones. Algo así como los buenos deseos que se da la gente cada fin de año. Ambos autores no sopesan ciertos imponderables históricos-materiales a partir de los cuales emerge eso que ellos, sin mayor soporte conceptual, llaman "masa desposeída". En su precaria definición observamos lo siguiente: "Una definición preliminar de Poder Popular podría ser: es (debe ser) la masa desposeída organizada de tal manera que se constituya en dirección, fuerza consciente del proceso, de su liberación, esto es, del Socialismo". Y saz, listo; hágase el Poder Popular, y el Poder Popular se hizo. Lo que no señalan estos autores es desde dónde, con qué caja de herramientas se establecerán los procedimientos para la emergencia de un poder popular consciente de su propia auto-emancipación.

Yo les pregunto a ambos autores: ¿Es que acaso esta experiencia de tutelaje, ad infinuitum, del poder popular por parte del aparato Gobierno-Estado-Partido en los últimos 17 años no nos ha dejado algunas lecciones? ¿Por qué estos cándidos señores hablan del Poder Popular en forma tan absolutamente positivizada, como si aquél fuese una entidad impoluta, ontológicamente noble y buena? ¿O acaso el capitalismo no ha creado también un tipo de subjetividad popular que termina siendo funcional a sus propios intereses, cuando hace que la voluntad de la "masa desposeída" termine amalgamándose con los intereses de clase y visiones del propio hegemón (ver hegemonía en Gramsci), el "interés general"? ¿Como si el Poder Popular, esa "masa desposeída" de la que tan asépticamente hablan los autores, no estuviese profundamente impactada por la lógica rentista?

¿O es que acaso al rentismo vamos a seguir leyéndolo sólo desde una visión meramente economicista-instrumental, sin tener en cuenta el profundo impacto que aquél tiene en la subjetividad del venezolano (100 años de rentismo petrolero)? No estimados autores, esas trazas ideo-culturales y económicas del rentismo no pueden borrarse sólo por los buenos y nobles deseos que ustedes tengan. El rentismo se tatuó en la piel de adentro de ese sujeto histórico; de allí que el proceso de reseteo, acaso reingeniería (el "destatuaje"), debe atender a otras consideraciones más complejas, ir más allá de una carta de intenciones llena de buenos deseos.

Por ejemplo, habría que ver cuánto se ha avanzado en una pedagogía política que vaya más allá de lo meramente electoral—propagandístico. Habría que ver si realmente estos últimos 17 años arrojan luces sobre este asunto tan importante; máxime si entendemos que no siempre hay correspondencia entre lo electoral y lo político, sobre todo en el marco del clientelismo político-partidista que nos atraviesa como país. En este segundo plano (en el político) a mi modo de ver, el chavismo ha salido reprobado. Y de ello, sin duda, la teoría de masas mucho puede decir. No voy a referir a los textos de Ortega y Gasset, Alexis Tocqueville, T.S. Eliot, Swingewood, Sloterdijk, entre otros. Sólo señalaré que la "masa desposeída" necesita más que buena voluntad para romper con el despojo y la expoliación; en esa "dialéctica del amo y del esclavo" (Hegel) los intereses del hegemón terminan por deslizarse en los intereses de la "masa desposeída", subyugándola lábilmente; atrapándola en su madeja discursiva, adecuando a la "masa desposeída" a las formas e intereses de la clase dominante. De allí que decretar deportivamente la muerte del consumismo y sus correlatos, implica no tener consciencia de la dimensión compleja del problema.

Insisto: trabajar por una conciencia de clase popular y emancipada, requiere de más que buenos deseos. Requiere de la reconfiguración profunda de una materialidad incivil y hostil. Demanda del Gobierno y del Estado la cobertura eficiente y profunda de condiciones materiales de existencia realmente inclusivas; dejando atrás cualquier viso de asistencialismo, cortando los circuitos de la dejadez y la apatía, proveyendo al pueblo de trabajo estable y duradero, con seguridad social y seguridad jurídica. Si esa materialidad es solamente atendida desde lo accesorio, desde la visión de la pinturita y el arreglo de fachadas de los ranchos o las viviendas precarias, entonces las formas de emancipación tardarán en llegar; se perpetuarán las formas y lógicas que habilitan la dejadez, la apatía, la mediocridad, el desgano. Ello sin atender a las formas delincuenciales que, de facto, se dan en esos espacios de exclusión.

Los grandes retos serían, según observo: ¿Cómo hacer para deshabilitar los circuitos de la cultura de masas y todo lo que de ella prospera? ¿Cómo impactar en la subjetividad de la "masa desposeída" para que ésta realmente se politice? El problema está en que si no se reconfigura la propia materialidad de la existencia, poco o nada podrá avanzarse hacia mayores estadios de conciencia participativa y protagónica. Una buena iniciativa tenía que ver con la Nueva Geometría del Poder. Esta Nueva Geometría del Poder implicaba la desconcentración de las grandes ciudades y la creación de nuevo polos de desarrollo; ello implicaba, entre otras cosas, sacarle a Caracas, por ejemplo, unos 4 millones de habitantes; eso sí, proveyéndolos de las condiciones objetivas y subjetivas para una nueva vida fuera de la urbe capital.

Desde luego que esta empresa urbano-política, implicaba echar mano de todas las estrategias de marketing publicitario (así como lo hace el propio capitalismo con suma eficiencia) para ganar a la gente (desde su propia subjetividad proclive a estas estrategias) en esta aventura de refundación, de desplazamiento urbano hacia mejores formas de estar juntos. Si eso se hubiese pensado y ejecutado así hace 17 años, estaríamos hablando de la posibilidad cierta de politización popular, y no de los festines electoreros y proselitistas que, aún hoy, auspicia de forma entusiasta el Gobierno y que sin duda, son expresión de la cultura de masas. Esa emancipación no se da por decreto, ni por deseos; se da en tanto haya voluntad política para reconfigurar la materialidad opresora.

Me permito hacer uso de un breve ejemplo para ilustrar esta situación, pido excusas al lector por la simplificación, pero ésta tiene un carácter ilustrativo importante: Un recluso que vive en condiciones de hacinamiento, insalubridad, hambre y profunda violencia física y simbólica no deviene, de la noche a la mañana, en un sujeto emancipado, solidario, participativo y protagónico; así como tampoco lo harán sus compañeros de reclusión; esos lugares son reproductores de todo lo contrario: violencia, dejadez, apatía, sinrazón. Pensar en la emancipación innata, producto de la espiritualidad y la metafísica del amor infinito, es más un asunto de Hermes El Iluminado o Carlos Fraga, que de las ciencias sociales.

Finalmente, habría que reconocer que estas ficciones y meta-relatos de la que nos hablan autores como Valderrama y Aponte, han contribuido a desformalizar las discusiones; sus "aportes" no hacen más que avivar las arengas y vítores; auspiciando toda clase de psudo-análisis, construyendo sentidos comunes simplificadores de la compleja realidad socio-económica del país. Tanto Valderrama como Aponte, desdicen del marxismo, sus posturas "aéreas" poco o nada contribuyen a la generación de debates; sobre todo en una sociedad que exige, cada día más, responsabilidad política, seriedad conceptual.



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Johan López


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