Mitos y realidades de la guerra económica en Venezuela

"Mito, falsa narrativa que padecemos como realidad cuando no sabemos interpretarla. Cuando toda lógica nos es arrebatada, queda el oráculo de las leyendas primordiales" (Luis Britto García).

"He oído a mucha gente decir que el comercio y la economía son humanos, y que sólo la guerra es inhumana. Pero resulta que, en primer lugar, ni el comercio ni la economía son humanos, y en segundo lugar, nos conducen a la guerra […] La barbarie procede de la barbarie, puesto que la guerra procede de la economía" (Bertolt Brecht).

La presente reflexión tiene como finalidad realizar una lectura crítica de las narrativas hegemónicas en torno a la crisis actual de la formación social venezolana y de la denominada guerra económica como factor de la misma. La intención es denunciar el signo mistificador de dichas narrativas, y poner en evidencia las contradicciones de clase que han determinado dicha crisis.

Contexto

Durante los últimos años (2012-2015), Venezuela ha experimentado una crisis económica que ha derivado en la pauperización de las condiciones materiales de la mayoría de la población, especialmente de los sectores más vulnerables. Se trata de un retroceso drástico en la calidad de vida del pueblo y en una reducción importante de su capacidad de acceso a bienes y servicios (respecto al periodo 2004-2011).

La crisis se expresa de múltiples formas, pero su manifestación más grave se aprecia en el mercado, que han condicionado el desarrollo de prácticas de usura por parte de los comerciantes, y de envilecimiento y descomposición social en una proporción importante de la ciudadanía y de los funcionarios del Estado con competencia en su control, tales como el contrabando de extracción y la creación de un mercado interno paralelo[1][1].

Tales fenómenos han agudizado los problemas de escasez e hiperinflación que afectan significativamente el bolsillo y el estómago de las familias venezolanas, y que está socavando las conquistas socioeconómicas alcanzadas durante los gobiernos sucesivos de Hugo Chávez (durante el periodo 1999-2012).

Interpretaciones hegemónicas: la construcción de los dos grandes mitos

La problemática en cuestión, es interpretada con base en las lecturas polarizadas del escenario político venezolano. En términos generales, hay dos grandes narrativas que pretenden explicar la situación, las cuales se sintetizarán a continuación:

Primer Mito:

Desde el gobierno, se afirma que se ha desatado una guerra económica, de los capitalistas contra el pueblo, según esta hipótesis, el haz de fuerzas que ha determinado al conjunto de fenómenos mencionados, forma parte de un plan sistemático, diseñado desde lo centros de poder del capitalismo, e implementado por la oligarquía criolla para destruir la economía nacional (para tal efecto ha creado un ejército de bachaqueros y raspacupos), como medio para derrocar al presidente Nicolás Maduro, a partir del socavamiento de la base social del chavismo, e imponer la restauración del capitalismo en Venezuela.

De acuerdo con esta lectura, se requiere de la intensificación de los controles y las regulaciones para el flujo de bienes y servicios, y del consumo de la población, de tal manera de recobrar la normalidad del mercado.

Segundo Mito:

Mientras que los diversos sectores de la oposición, coinciden en aseverar que existe una guerra económica (del gobierno hacia el sector productivo), y plantean una hipótesis según la cual, la crisis actual es producto del fracaso del modelo socialista implementado en Venezuela, cuyas medidas económicas destruyeron el aparato productivo venezolano (tales como el control de cambio como mecanismo para regular el flujo de divisas, el control de precios y la expropiación-nacionalización de industrias).

Según esta lógica, la mano invisible del mercado se encargaría de equilibrar la realidad económica, por tanto, son urgentes medidas como el desmontaje del control de cambio, la apertura del mercado nacional a la inversión extranjera en condiciones de confianza mediante regla claras y estímulos, así como la privatización de las industrias estratégicas de la nación y la devolución de empresas y unidades productivas agropecuarias expropiadas.

Crítica a las interpretaciones hegemónicas

Las dos concepciones que se presentaron de manera breve, son dominantes en los medios de comunicación, en el discurso público de la clase política, en las comunidades científicas cuyo objeto de estudio está relacionado con la problemática, e incluso en los múltiples escenarios de debate de la ciudadanía, y las mismas, son la expresión concreta de la polarización política-electoral existente en Venezuela entre los dos grandes bloques del país. Por tal motivo la subjetividad de la mayoría de la población, está mediada por dichas interpretaciones en la lectura de la problemática, y en las posibles soluciones que se puedan implementar.

Las interpretaciones referidas, presentan lagunas teórico-prácticas, en la medida en que carecen de un análisis sistémico, por tal motivo, se reducen a identificar los indicadores de la crisis como elementos aislados, y presentan múltiples contradicciones teórico-prácticas, que tienden a mitificar la problemática en cuestión.

A continuación, se expone una síntesis de los elementos mistificadores de ambas narrativas, y su interpretación crítica, contrahegemónica y desmitificadora, mediante la cual se explicitarán sus debilidades y contradicciones para aproximarnos a la comprensión de las raíces de la grave crisis que experimenta la formación económico-social venezolana en la actualidad.

Crítica a la narrativa del gobierno:

Mito

Realidad

En Venezuela se ha desatado en los últimos años una guerra económica por parte del imperialismo

La guerra económica es inherente al capitalismo, por tanto siempre ha existido, ya que su metabolismo y sus relaciones sociales constituyen una guerra de saqueo y opresión permanente, en la cual, la burguesía como clase dominante (propietaria de los medios de producción), de manera orgánica y sistemática y sobre la base de su plena conciencia del orden social, garantiza la presencia de los mecanismos necesarios para extraer ganancia del trabajo y/o la desposesión de las clases explotadas, mientras éstas últimas son dominadas material e ideológicamente gracias al mito de legalidad y consideran que esos mecanismos son inmanentes e inevitables.

La escasez es artificial, y la misma es producida porque el imperialismo ha organizado un ejército de bachacos (para producir escasez) y de raspa cupos (para robarse las divisas de la nación). Se trata de una conspiración de un grupo de apátridas cuya intención es destruir la revolución.

La escasez no es artificial, es un hecho tangible en Venezuela.

Los bachacos y raspa cupos como fenómeno social, no son una causa sino un producto de las condiciones estructurantes dadas por la combinación de la política económica nacional y las acciones del capital monopólico trasnacional para apoderarse del ingreso petrolero[2][2]. Se trata de toda una cultura que reproduce el rentismo arraigado en la subjetividad del venezolano, que se fundamenta en la lógica de beneficio (la denominada viveza criolla). En un primer momento, fue implementado por la oligarquía y las capas medias, a través del fraude con la divisas asignadas por CADIVI, y en un segundo momento, a partir de las devaluaciones consecutivas dadas desde 2013, se convirtió en una actividad masiva controlada y aprovechada por grupos poderosos que curiosamente no son denunciados ni perseguidos.

Otro hecho paradójico, es que existen carteles de capital financiero y comercial que manejan a su antojo el mercado nacional, sea porque constituyen oligopolios, o porque controlan el flujo de mercancías importadas, gracias a que la arquitectura económica del Estado venezolano les permite la captación y gestión (a su discreción) de una proporción importante de la divisas de la nación (la burguesía nacional produce el 3% de las divisas, pero requiere del 46% de las mismas para que su aparato productivo funcione).

También llama la atención que el gobierno se escandalice y tome medidas enérgicas ante el denominado cadivismo (que en 2013 significó el 8% del volumen de la divisas asignadas),mientras hay un silencio obsceno en torno a la denuncia de desaparición más de veinte mil millones de dólares, y además, mientras persisten las condiciones que permiten la fuga de divisas y la exportación de capitales por parte de la burguesía trasnacional[3][3], con la cual, el gobierno instala mesas de negociación muy cordiales, y concreta acuerdos (aún desconocidos por todos), precisamente con el sector que en los hechos está saqueando la nación.

La derecha pretende restaurar el capitalismo en Venezuela

"No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros" (Hugo Chávez, 2015). Ante una sentencia tan explícita del propio líder histórico de la revolución bolivariana, resulta por lo menos contradictorio, que desde el gobierno se afirme que en Venezuela se pueda restaurar un sistema, modelo y modo de producción que jamás ha dejado de ser dominante en la formación económico-social venezolana.

Se requiere de la intensificación de los controles y las regulaciones para el flujo de bienes y servicios, y del consumo de la población, de tal manera de recobrar la normalidad del mercado.

Las medidas que ha implementado el gobierno para atender la crisis se han orientado primordialmente a crear y/o reconfigurar los controles (control de cambio, control de precios, regulaciones para acceso a bienes y servicios, tales como: como las capta huella en los supermercados para la adquisición de productos regulados, lo dispositivos para abastecer combustible en las zonas fronterizas, cierre parcial de la frontera colombo-venezolana entre otros); los cuales, no han podido garantizar el abastecimiento de esos rubros y tampoco han reducido el contrabando de extracción, la escasez o la inflación.

Ante cada control, regulación, o instancia creada por el gobierno para enfrentar el desabastecimiento, surgen nuevas formas d eludir los controles (con la complicidad explícita de la agencias del Estado responsables de aplicar los mismos).

El mercado capitalista es una entidad caótica, en la cual, las necesidades del ser humano están subordinadas a la lógica de acumulación de capital. Por tanto, un mercado en condición de normalidad no es sinónimo de justicia social o de condiciones que permitan la satisfacción de las necesidades fundamentales de la población

Crítica a la narrativa de la oposición:

Mito

Realidad

La crisis actual es producto del fracaso del modelo socialista implementado en Venezuela

En Venezuela no se ha llevado a cabo el programa mínimo para la transición al socialismo, que incluye los siguientes elementos: socialización de los medios de producción e intercambio; subversión de las relaciones sociales de producción, distribución y consumo; destrucción del Estado burgués; nacionalización de la banca, el crédito y el comercio exterior; planificación y centralización democrática de la economía sobre la base de las necesidades de la población, por mencionar solo algunas medidas fundamentales.

Ciertamente durante el gobierno de Hugo Chávez se materializó una experiencia extraordinaria de inclusión, dignificación y justicia social, y se ejecutaron algunas políticas que en apariencia son afines al programa socialista, tales como la nacionalización de algunas industrias, sin embargo, la esencia de esas políticas nunca trascendió la lógica del capital, las relaciones sociales no fueron transformadas, y quedó intacta la división jerárquica del trabajo inherente al modelo capitalista. Además, la función directiva del proceso revolucionario desde el punto de vista político-militar está en manos de la pequeña burguesía, y desde el punto de vista económico sigue en manos de la oligarquía tradicional que ha regentado el país durante su existencia republicana.

Lo más socialista que se ha realizado en la experiencia venezolana, ha sido plantear una lógica de distribución de la renta que como se señaló, permitió la inclusión y dignificación de gran parte de la población venezolana, pero estructuralmente la sociedad venezolana no ha dejado de ser capitalista.

El modelo que ha fracasado rotundamente en Venezuela es el del extractivismo y el rentismo petrolero como forma de acumulación (Terán, 2014), ese mismo que ha regentado a la formación económico-social venezolana desde la segunda década del siglo XX hasta la actualidad, ese mismo que no fue superado en la práctica (sino más bien profundizado[4][4]) por los gobierno de Hugo Chávez, ese mismo que pretende continuar la derecha venezolana pero en una versión neoliberal y supeditada a los designios del complejo militar-industrial norteamericano.

El gobierno destruyó el aparato productivo venezolano

La industria nacional se caracteriza por su incapacidad para desarrollar sus propias fuerzas, en razón de que el ingreso petrolero es la base material del mismo, y su dinamismo está condicionado por la dependencia tecnológica y económica de la nación. Por ejemplo, el aporte al PIB de la Industria Manufacturera pasó de 18 a 4,5 por ciento desde 1983 a 1998" (Wexell, 2010).

Los complejos industriales de importancia en el país, son apenas sucursales (subordinadas) de firmas del capital monopólico trasnacional, por tanto, la industria venezolana depende de las importaciones de patentes e insumos con valor agregado, de tecnología y de capital constante, de acuerdo con Araujo (2010: p. 42), "la industria manufacturera es una planta que vive superficialmente, sobre el tronco petrolero y comercial de la economía venezolana".

El aparato productivo venezolano presenta una tendencia sostenida a decrecer. Esa es una de las críticas fundamentales hacia el modelo económico de la revolución bolivariana, el cual reproduce el extractivismo y el rentismo petrolero.

En cuanto al sector agropecuario, el modelo de la denominada cuarta república también presenta una carga histórica de atraso y dependencia, acentuada por el dominio de fenómenos como el latifundio.

La ausencia de una política agropecuaria por parte del Estado venezolano, signada por el rentismo y la reproducción de una concepción en la que persiste y se profundiza la contradicción campo-ciudad inherente al capitalismo, siguen dominando la lógica de la productividad en el campo.

La crisis es producto de políticas económicas erradas, tales como el control de cambio como mecanismo para regular el flujo de divisas, el control de precios, y la expropiación-nacionalización de industrias.

La crisis venezolana no es un fenómeno aislado de la totalidad social, por tanto, está condicionada por la crisis estructural del capitalismo, en virtud de la relación orgánica de su economía y sus relaciones sociales con la economía mundial.

Por tal motivo, a pesar de que durante el siglo XX, en apariencia Venezuela ha presentado transiciones de estabilidad y crecimiento, en esencia, esa estabilidad es efímera (se ha sostenido en burbujas económicas) y ese crecimiento es parasitario (dependiente del ingreso petrolero). Se trata entonces de un espejismo de bonanza, que fluctúa cada vez que el mercado mundial capitalista impone una caída de los precios internacionales de los hidrocarburos. Además, las determinaciones sociales de la crisis actual también son estructurales, por tal motivo, los controles tienen una incidencia reducida en sus manifestaciones.

El problema no son los controles (los países capitalistas de la metrópoli, tan admirados por la derecha política y la burguesía, son expertos en controles a sus mercados, e incluso a los de otros países), sino su mala implementación, porque los mismos pretenden controlar un problema atacando sus síntomas y nos sus causas sistémicas, y porque desconoce el signo multifactorial de dichos problemas.

En cuanto a la expropiación-nacionalización de industrias y unidades productivas y su inconveniencia, hay experiencias de industrialización y crecimiento económico extraordinarias de naciones mediante este tipo de medidas. Sin embargo, es un hecho cierto que el gobierno venezolano ha sido incapaz de activar las empresas que tiene a su cargo, y más bien ha paralizado su potencial.

Aunque es necesario destacar que, el problema no se reduce a determinar si el Estado o la burguesía dirigen con mayor eficiencia (con mayor margen de rentabilidad –de ganancia- sobre la base de la explotación humana y de recursos naturales) esas unidades productivas, sino para qué y cómo se manejan, el problema de fondo es que tanto el Estado burgués como la burguesía reproducen la lógica de explotación del capitalismo, y ponen al capital por encima del ser humano en sus relaciones sociales de producción.

La mano invisible del mercado se encargaría de equilibrar la realidad económica, por tanto, son urgentes medidas como el desmontaje del control de cambio, la apertura del mercado nacional a la inversión extranjera en condiciones de confianza mediante regla claras y estímulos, así como la privatización de las industrias estratégicas de la nación y la devolución de empresas y unidades productivas agropecuarias expropiadas.

La receta neoliberal es inviable en Venezuela, a menos que se produzca una ruptura del orden constitucional y se genere una situación de terrorismo de Estado que la sostenga. En primer término, porque la población no va a perder de manera pusilánime las conquistas sociales alcanzadas en el marco del proceso revolucionario. En segundo lugar, porque precisamente la aplicación del programa neoliberal a finales de los ochenta y durante los noventa del siglo pasado, determinó el estallido social de 1989, las rebeliones militares de 1992, y las múltiples acciones de convulsión social de esas décadas.

La llegada de Hugo Chávez al poder estuvo determinada por la crisis orgánica acentuada por la fe ciega en la mano invisible del mercado, es decir, por la puesta en práctica de medidas neoliberales por parte de los gobiernos de turno.

En cuanto a las políticas fomentadas por la derecha política, cabe decir lo siguiente:

- Desmontar el control de cambio implicaría una fuga de divisas y exportación de capitales exponencial (aún más intensa y profunda que la producida hasta ahora).

- La inversión extranjera produce un crecimiento económico relativo, pero se sustenta en la desposesión mediante la superexplotación y el saqueo (con lo cual se reproduce y agudiza la crisis).

- Lo que denominan reglas claras, estímulos y condiciones de confianza, significa sacrificar los intereses de la nación para el beneficio exclusivo del gran capital. ¿Por qué será que los países de la metrópoli capitalista exigen a los países periféricos esas condiciones, pero los mismos no las aplican en sus jurisdicciones?

- El modelo privatizador forma parte del recetario neoliberal que precipitó la crisis. Además,devolver las industrias y unidades productivas a sus propietarios no garantiza la dinamización de la economía nacional, tal y como se mencionó anteriormente, el aparato productivo de la oligarquía es insostenible por su naturaleza parasitaria.

Análisis de cierre

Las dos narrativas dominantes presentan enormes lagunas, en razón de que carecen de un análisis sistémico y porque mitifican la problemática, mediante la construcción de una narrativa fundamentada en una visión que no reconoce los intereses y las tensiones sociales presentes en las diversas manifestaciones concretas de la crisis.

Curiosamente (¿?), las dos hipótesis hegemónicas, coinciden en la reproducción de la polarización política-electoral (cada bloque responsabiliza al otro de la crisis), y además tienden a desconocer las contradicciones internas (de clase) que se producen en el seno de dichos bloques.

En los hechos se está produciendo un proceso de acumulación por desposesión del ingreso petrolero, en la cual, el capital monopólico transnacional y sus agencias subordinadas (la oligarquía del dinero organizada en diversos carteles constituidos por factores de provenientes del concierto para delinquir de los sectores financiero, comercial, burocrático, militar, paramilitar y del crimen organizado), están captando un volumen de capital extraordinario a través de la distorsión de la moneda, que genera condiciones inmejorables para actividades como el contrabando de extracción de alimentos, combustibles, y minerales, actividades que en las circunstancias actuales permiten una rentabilidad fuera de serie (idóneas para la legitimación de capitales provenientes de otras actividades ilícitas, y para sostener aparatos paraestatales de poder económico, político y militar).

Mientras tanto, voceros de los dos bloques en pugna por el poder político (como medio para controlar el ingreso petrolero), tergiversan y mistifican la realidad ¿Será por ignorancia o por conveniencia?, con lo cual establecen una polarización falsa (electoral), cuando en la práctica se está profundizando la lucha de clases, mediante la agresión directa y desproporcionada (saqueo económico) de agentes del Estado y del capital contra la clase trabajadora.

Es lógico que FEDECÁMARAS, VENANCHAMP, CONSECOMERCIO entre otras agencias del capital nos roben y esquilmen, pues es su naturaleza y es lo que han hecho siempre, pero resulta insólito que el Banco Central de Venezuela de un gobierno que se autodenomine revolucionario y socialista, sea tan inerte y tan pusilánime ante la situación monetaria.

También es inaudito que el control de cambio sea un instrumento para que unos pocos se enriquezcan de manera exponencial (a través de la fuga de divisas y la exportación de capitales), mientras se empobrece a la mayoría de la población.

En las condiciones actuales, determinadas por la combinación de la política económica del Estado y por las presiones del capital monopólico transnacional para saquear al país, no hay mecanismo de control (estatal o popular) capaz de detener el flujo de capitales y de mercancías que se exporta desde la nación.

Si no se toman medidas enérgicas para cambiar esas condiciones (para detener este desastre), la acumulación delictiva del capital seguirá dominando la economía nacional, con lo que se profundizará la pauperización de las condiciones de vida de la población, y se acentuará la descomposición social, con repercusiones nefastas a corto, mediano y largo plazo.

La dirigencia del gobierno debe demostrar si de verdad tienen la intención de seguir el legado de Chávez. Para enfrentar esta compleja situación, se precisa de hechos concretos (desde una concepción integral), con responsabilidad ante la historia y sin victimizaciones fútiles y estériles.

En nombre del imaginario radical sembrado en esta patria durante las últimas tres décadas y robustecido sobre la base de la pedagogía popular de Chávez, la clase obrera y los trabajadores en general del campo y la ciudad, los comuneros y las comuneras, han demostrado coherencia y disposición para la lucha, así como una resistencia ética-política y económica excepcionales.

Aunque muchas personas estén desmoralizadas, la mayoría abrumadora de la población vive de su trabajo y no participa de la acumulación delictiva del capital. Tal situación es extraordinaria, y demuestra la disposición para cambiar la sociedad y la calidad humana del pueblo venezolano.

Pero si la crisis persiste y no hay una respuesta de los sectores que en teoría dicen "defender el pueblo", se hará inevitable un nuevo estallido revolucionario. El pueblo trabajador, verdadero sujeto social de los procesos revolucionarios, unido como clase (más allá de las polarizaciones electorales que imponen colores politiqueros), volverá a las calles a la lucha para recuperar lo que le corresponde.

Es imposible predecir las formas y los momentos, pero los antecedentes, como la revolución campesina del siglo XIX, o el caracazo del 27 de febrero de 1989 (por mencionar dos hechos históricos), así como el curso de los acontecimientos, permiten reconocer que la intensificación de la acción bélica del capital contra los(as) trabajadores(as), producirá nuevos escenarios que reconfiguren o transformen radicalmente las correlaciones de fuerza políticas.

Hoy más que nunca es vigente una revolución social, clasista y auténticamente socialista. Ante cada agresión de la burguesía, se generarán más condiciones objetivas para una revolución.

¡No hay pueblo vencido!

¡LUCHANDO VENECEREMOS!

Referencias

§ Araujo, Orlando (2010), La industrialización de Venezuela. Revista BCV, Vol. XXIV. N° 1. Caracas, enero-junio 2010.

§ Chávez, Hugo (2015) Programa de Gobierno "Independencia y Patria Socialista". MINCI, Caracas.

§ Terán, Emiliano (2014), El fantasma de la gran Venezuela. CELARG, Caracas.

§ Wexxel, Luciano (2010), Economía venezolana (1899-2008). La lucha por el petróleo y la emancipación. Editorial El Perro y la Rana, Caracas.

 


 

[1][1] Según el presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, el contrabando en la frontera colombo-venezolana ha producido pérdidas superiores a los seis mil millones de dólares. Además, es conocido que dicha frontera, esta actividad está mediada y subordinada a organizaciones criminales que realizan operaciones de legitimación de capitales y además, captan una tasa de ganancia extraordinaria a través del control de esa economía mafiosa.

 

[2][2] http://www.aporrea.org/actualidad/a208947.html Los bachacos Por: Feijoo Colomine (2015).

 

[3][3] http://www.aporrea.org/tiburon/a178809.html Fuga de capitales (Venezuela y A.L.), fraudes, devaluación y la Estatización del comercio exterior. Por: Manuel Sutherland (2013).

 

[4][4] La base material del Plan de la Patria 2013-2019 no es el trabajo productivo y emancipado, sino la explotación de la faja petrolífera del Orinoco, es decir, se reproducen y afianzan el extractivismo y la dependencia del ingreso petrolero.



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Jorge Forero

Integrante del Colectivo Pedro Correa / Profesor e Investigador

 boltxevike89@hotmail.com      @jorgeforero89

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