Las
de María Machado se veían brillantes, afiladas, un poco
desproporcionadas, cabezonas, asomadas por encima de unas pantorrillas
algo desmejoradas y proseguidas por unos muslos que no son los mejores
que háyanse visto. Da la impresión de que María andaba por ahí en las
cercanías del templo espiritual de todos los adversarios políticos
venezolanos y en un envión de audacia se acercó para preguntar si sería
posible que la recibiera el malhadado George Dobliú. La agarraron fuera
de base cuando le respondieron “immediately”, te estamos esperando. Y
tuvo que proceder tal como andaba, en ropa de andar por ahí, de
compras, y calzada con unas babuchitas que la hacían parecer más
chaparrita de lo que en realidad es, sin darle tiempo para acicalarse
como la ocasión ameritaba. Porque viéndolo bien, una entrevista con el
rey del imperio, éste tambaleante pero imperio al fin, hubiera merecido
una presentación más elegante, más acorde con la sobriedad y formalidad
que se estila en estos casos. Peló ese boche María y estamos seguros de
que una querida amiga tiene razón sobrada cuando dijo: “nada de eso, no
hay mujeres feas, sólo hay mujeres sin reales” y a María le sobra, de
manera que la presentación de sus rodillas lastimeras fue sólo
circunstancial.
Y
no es que uno se ande fijando en las rodillas de las políticas de
oficio. A uno le gustaría fijarse en sus ideas, en sus enseñanzas, en
sus opiniones orientadoras, pero si lo que enseñan son las rodillas,
pues a esas hay que verles hasta el hueso.
De esa
mostradita de rodillas, que es poco en las artes de la picardía
femenina de la pasarela, ha quedado muy poco de sustancia. Sólo se ha
mantenido el tema, la inspiración para tanto jodedor de oficio que
también pulula por estas tierras. Por ejemplo, en la Asamblea Nacional
María no pega una, ni que muestre más arribita de las rodillas. Los
Diputados del régimen sólo tienen que dejarla ir que ella se mata
solita. Las cifras estadísticas provenientes de sus asesores más
malintencionados que ilustres, son apabullantemente desmentidas por la
UNESCO, la OMS o el PNUD quienes parecieran más bien redomados chavistas
porque viven confirmando lo que el Dr. Eljuri dice con mucha más
sobriedad. Para rodillas como esas, es mejor atender a la dolencia de la
del Comandante.
Pasando
a estas últimas, han saltado dos hechos o realidades que se sabe que
están ahí y que solo esperan la ocasión oportuna para asomarse. Por un
lado y en primer lugar, el afecto, el amor, la cercanía del pueblo con
su líder se ha solidarizado con la rodilla del Presidente en forma
sorprendente. Definitivamente, hasta con las rodillas el Comandante le
da lecciones de política a sus opositores. Mientras que las de aquélla
solo sirven para la socarronería de los guasones, las del Comandante se
convierten en una romería, en un fervor revolucionario apenas conocido
entre nosotros cuando Maradona se encontraba enfermo, aunque no era de
las rodillas propiamente. Y en segundo lugar pero tumultuoso, está el
médico, piache, curandero, yerbatero o sobador que todos los venezolanos
llevamos in péctore quienes se han dedicado a repasar
desde la farmacopea de las abuelas, pasando por el recetario
homeopático hasta las más modernas estrategias de la medicina moderna.
Por radio y televisión han brotado miles de doctos con sus milagrosas
recetas para que la rodilla del Comandante se alivie. Han abundado las
indicaciones de pócimas, filtros, unturas, y sahumerios, desde árnica,
pasando por belladona, hirudoid, voltarén, preparados con enjundia de
gallina, ron de culebra, llantén en cataplasma y bebido en infusión,
cogollo de mango tierno, dos palos de ron en ayunas uno untado y otro
tomado, mentol caliente en fricciones, fricsol, y un interminable
etcétera que concentra toda la sabiduría popular y académica sobre el
particular, además de afectuosos saludos, oraciones votivas y promesas a
José Gregorio para que mejore pronto la rodilla dolorida.
Eso
sí, nadie se ha atrevido a decirle al Comandante Presidente que rebaje
de peso. A quién se le ocurre ponerse a trotar con esa maleta de kilos
por más investidura presidencial que ostente. Sabemos porque él lo ha
dicho urbi et orbi, que se zumba tres tazas de mazamorra que le
prepara doña Elena y que es asiduo de las areperas socialistas. Porque
en eso no da ejemplo y solo predica con la palabra. Anda denostando la
obesidad por peligrosa mientras se administra los pasteles barineses de
la familia Omaña y las exquisitas como abundantes parrillas del Estribo
propiedad de integrantes de la misma familia. Con diez o quince kilos
menos ni la rodilla le duele. Mi receta es diferente de la de tanto
sabio curandero que ha saltado. No sé si será por respeto que se han
abstenido de llamarlo gordo. Sé muy bien que este calificativo puede
resultar molesto. Conozco a una dama que decidió eliminar de su alfabeto
la letra G porque todito ella lo consiente menos que la llamen gorda.
Ahora pienso que me estoy pasando de confianzudo, pero como la rodilla
del Comandante es un tema público una recomendación adicional no sobra.
mavet456@cantv.net