Una Sin Piedad Cobarda y cuasi uribista

No pensaba que ayer, bien tempranito en París —bajo la ducha—, me enteraría por radio del final de novela que tuvo la reunión colombo-venezolana la noche anterior en Miraflores. Qué sorpresa, enterarse por Radio France del triunfo diplomático de quien a partir de ahora tendré que llamar Sin Piedad Cobarda (por no asumir las consecuencias para su país que le depara el guerrerismo de Uribe, y tener en cambio el tupé, la inescrupulosa voluntad de venir a exprimir la generosidad de nuestro comandante, cuando en vez de "pedir" debería aportarnos un verdadero apoyo, solidarizándose con nuestro país por su honor y por la amenaza real que cae sobre él desde el suyo).

Pero así son las cosas: y he aquí que Chávez... ¡reenvía nuestro embajador a Colombia!

"¿Para qué?", nos preguntamos en coro. Confieso que al principio, y durante muchas horas, no lo entendía. Pero ahora sí: para quitarse de un sombrerazo a esta adulante plaga indecente, y salir del paso, haciendo como si estuviese realmente cambiando algo. ¿Qué puede significar, después de todo, reponer al embajador? El mismo pudiese regresar allí y ponerse (por órdenes privadas) a hacer crucigramas. Lo importante son LAS MEDIDAS...

Pero la noticia, al menos por Radio France International (RFI), fue de primera plana —sépanlo en Venezuela—, llegando a ocupar un tercer lugar entre los principales titulares del mundo (ninguna bagatela si consideramos los hábitos primer-mundistas de la prensa gala). Eso sí, fue tratada como un chisme político más, presentada por la redacción del noticiero con un sabor a refrito de ironía enlatada. Traduzco de memoria: "Chávez ha ordenado a su embajador en Colombia regresar a Bogotá, luego de haberlo retirado repentinamente la semana pasada en respuesta a una posible colaboración militar colombo-estadounidense. A pesar de su acostumbrado tono elevado, el líder radical de la izquierda latinoamericana sigue abonando dudas sobre la consistencia de sus decisiones, siendo ésta la tercera vez que rompía "definitivamente" relaciones con el vecino país."

A lo largo del día lo único que me ayudó a drenar la arrechera fue la aparición de algunos artículos en aporrea, especialmente uno de Sant Roz. Y es que la noticia de la radio, para colmo, había terminado con una mentira ponzoñosa, propia del villano que escupe sobre el muerto: "Venezuela obviamente depende del comercio con Colombia."

En fin, el día de ayer fue bien duro para muchos de nosotros: confusión, rabia (rabia contra el mismísimo Comandante, sí, por la ingenuidad de esta abrupta finta que no comprendimos —ni podíamos comprender entonces— y que tomamos por un burdo cambio de medidas, pero que en realidad estuvo afortunadamente basada sólo en razones de... puntual cortesía..., o simplemente en el pudor ajeno que le habrá producido al Presidente tanto halago pedigüeño de sus visitantes); pero sobre todo rabia, repudio, desprecio por esa detestable y babosa compra de afectos con que literalmente asediaron al Presidente, abusando de su nobleza con regalitos y adulancia pareja.

Uno diría haber estado presenciando un reality show, por demás horrendo y nocivo para la estabilidad emocional de un colectivo revolucionario. No olvidemos que la extensa familia de un movimiento (en este caso la familia chavista) puede verse afectada frente a una exposición excesiva de la humanidad de sus líderes, quienes no son perfectos, sino humanos y falibles. La exposición sistemática de todas sus acciones puede convertirse en un factor que bajo ciertas circunstancias se vuelva contra ellos, especialmente cuando en pleno ejercicio de sus responsabilidades políticas hacen pensar que están dejando de par en par para millones lo que están guardando por necesidad en silencio para unos pocos. A un momento dado, podemos declararnos incompetentes para entender lo que vemos por la pantalla o alrededor nuestro, sobre todo durante esos cambios tan bruscos en política que parecen quitarnos el suelo bajo los pies.

No hay que olvidar que unas cuantas horas pasaron ayer antes de que pudiésemos enterarnos —el país entero— que las relaciones con Colombia de hecho SEGUÍAN congeladas, a pesar del retorno del embajador. Hubo un intervalo de sufrimiento y desgaste totalmente inútiles, y que hubiera podido evitarse si se nos hubiesen dado las informaciones como tendrían que dársenos siempre: completas, objetivas, sea por rueda de prensa o por escrito, pero siempre en forma ulterior; es decir, integralmente pensadas, cuidadosamente formuladas.

Es el problema de vivir al filo de lo espontáneo. A fuerza de tubazos que por definición no pueden incluir todas las implicaciones y detalles de que están compuestos. Y que dada la confusa parcialidad que conllevan no sólo desubican internamente al pueblo chavista. Sino que caen blanditos en las manos del enemigo local e internacional. Cual flaicitos sobre un campo lleno de hollas hirviendo. Listas para la manipulación.

Mientras escribo estas líneas voy escuchando con audífonos (para no perderme de nada) el Aló Presidente de hoy. No puedo evitar imaginar que así habrán de hacerlo decenas siempre, especialmente en los laboratorios de la CIA y otros tantos antros de llamada Inteligencia, aunque sólo para seguir de cerca los pasos de nuestra revolución e ir escribiendo simultáneamente los libretos posibles de su ruina.

Ahora bien, asumiendo que no sepamos nunca todo lo que el Presidente sabe al momento de tomar sus decisiones, hay que ver cómo pudiésemos, sin embargo, evitarnos tantos momentos de crisis interna, de arrecheras rojas —pero bobas—, y cómo pudiésemos burlar y revertir tantas estocadas que nos anota a diario el enemigo. Qué distinto sería si adoptásemos cierta disciplina comunicacional —¡oh bienvenida discreción!—, o mejor dicho, disciplina gubernamental sobre nuestras propias estrategias.


xavierpad@gmail.com



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Xavier Padilla


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