Se decía que toda la parafernalia de Estados Unidos en el Caribe contra Venezuela era solo propaganda trumpista. Esto, claro, hasta que hubiera aviones en el área. La razón es que los gringos evitan el combate cercano. Quieren prevenir bajas y no afectar la opinión pública. Por eso, prefieren atacar desde lejos con sus cazas y misiles, usando su tecnología.
Luego, el gobierno de Trump ordenó desplazar su portaaviones más grande, el USS Gerald R. Ford, desde el mar Mediterráneo hasta el Caribe para unirse al Comando Sur y reforzar la lucha contra el presunto narcotráfico de Venezuela. Esa decisión cambió los cálculos sobre las intenciones de Estados Unidos hacia el país bolivariano.
Si se necesitaba aviación para atacar, el navío aporta unos cincuenta cazas. Esto dobla el inventario aéreo de Venezuela. Esta cuenta, junto con los diez F-35 en Puerto Rico, completa el mapa para empezar la incursión.
Este argumento se ha debatido mientras el portaaviones se acerca al Caribe. Va acompañado de destructores y helicópteros de combate. Ya navega sobre el Atlántico y se estima su arribo para mediados de noviembre, momento en que se dilucidará el tamaño de los cojones de Estados Unidos frente a Venezuela.
A los gringos les gusta la guerra desde lejos, como los arqueros. O prefieren hacerlo a través de otros, así no se raspan la piel.
Es claro que agredirán a Venezuela. Las circunstancias políticas y militares así lo determinan. Tienen a todo el estado cubano-venezolano de Florida presionando a Trump para que derroque a Nicolás Maduro. También, sería una gran ofensa retirar esa enorme flota del Caribe sin hacer nada al país petrolero.
Sin embargo, hay que considerar lo siguiente: lo que los gringos tienen en el mar Caribe, incluyendo el portaaviones, no basta para una invasión terrestre. Solo califica para ataques aéreos, similar al que realizaron contra Irán. 10 mil tropas no bastan contra Venezuela. Panamá tenía 15 mil y obligó a los gringos a utilizar 30 mil.