La última falsa narrativa (falso positivo) de Estados Unidos, evidenciando claros indicios de una desesperación cada vez más acentuada frente a diversas dinámicas internacionales, ha optado por dirigir señalamientos hacia Venezuela y China al acusarlos de participar en una presunta red global de tráfico de fentanilo. Según estas declaraciones, el territorio venezolano estaría siendo utilizado como un paso estratégico para el tránsito ilícito de esta sustancia. Este nuevo planteamiento resalta una crisis de considerable profundidad, en la que las estrategias tradicionales para argumentar posibles intervenciones militares parecen haber llegado a un punto crítico de desgaste. Paralelamente, a este contexto se añade un escenario económico particularmente inquietante, caracterizado por el evidente y constante retroceso en la influencia del dólar como moneda dominante dentro del sistema financiero global. Estas circunstancias no solo subrayan las tensiones políticas y económicas actuales, sino que además revelan un panorama global en transición que plantea interrogantes sobre el futuro del liderazgo estadounidense en ambos frentes.
Por otra parte, el país norteamericano también desempeña un papel como productor de fentanilo, una sustancia extremadamente peligrosa que impacta de manera severa y directa a su propia población a través de la actividad de laboratorios clandestinos. A pesar de esta problemática interna evidente, resulta frecuente observar cómo dicho país opta por trasladar la responsabilidad a agentes externos, buscando culpables más allá de sus fronteras. Esta actitud evoca comportamientos similares observados en ciertos sectores opositores a nivel local, quienes suelen recurrir insistentemente al señalamiento más indiscriminado como estrategia para adjudicar culpas. En este contexto, suele ser el gobierno el que termina siendo blanco principal de las críticas, incluso cuando los argumentos presentados carecen por completo de una base lógica razonable o sentido común, volviéndose, en muchos casos, meros intentos de desacreditación sin fundamento sólido.
La administración en funciones, encabezada por figuras como presidente naranja Donald Trump, parece estar mostrando señales crecientes de desesperación en su accionar político y estratégico. Su principal objetivo parece ser asegurar el control sobre las mayores reservas de petróleo a nivel mundial, lo que representa un esfuerzo mayor por reforzar una influencia global que ha visto un marcado debilitamiento en los últimos años. Este debilitamiento se ha hecho particularmente evidente en su interacción con el llamado Sur Global, donde China ha emergido como un actor clave que desafía de manera directa la hegemonía estadounidense. La nación asiática no solo ha logrado consolidarse como el principal contendiente frente a la antigua potencia dominante, sino que también ha desplazado sistemáticamente la posición que Estados Unidos había mantenido como líder global durante décadas, marcando un cambio de poder significativo en el escenario mundial.
El establecimiento de una narrativa distorsionada en torno al narcotráfico en la región del Caribe comienza a dar señales claras de debilitamiento, dejando al descubierto la inestabilidad y la falta de sustento en los argumentos defendidos por un imperio que, día a día, evidencia síntomas de un declive inevitable. Mientras tanto, la verdadera dinámica del problema muestra una realidad mucho más preocupante: cerca del 90 % de las rutas del tráfico de drogas se mantienen operativas sin mayores obstáculos ni intervenciones significativas, transitando con relativa libertad a través del inmenso océano Pacífico. Esta situación parece desarrollarse bajo una complacencia alarmante, especialmente por parte del aliado estratégico de los Estados Unidos, Daniel Noboa, cuya administración aparenta carecer de acciones efectivas y contundentes para enfrentar y combatir de manera seria esta problemática que sigue expandiéndose sin control.
Para concluir, la acelerada desesperación de Estados Unidos por restablecer su dominio en terrenos estratégicos que ha venido perdiendo frente a la consolidación y avance del Sur Global representa un desafío de creciente complejidad. Este contexto genera una confrontación cada vez más ardua y llena de obstáculos, lo que lleva al país a adoptar estrategias que se vuelven alarmantes tanto por su naturaleza como por sus implicaciones. En este escenario, las acciones emprendidas evidencian una disposición de este país a recurrir a tácticas extremas, algunas de ellas de carácter cuestionable e incluso impactantemente atroces, con el único objetivo de mantener su lugar preeminente en el orden global. Todo esto pone de manifiesto que el que se presenta como imponente y dominante no es más que una ilusión desprovista de sustancia; el imperialismo estadounidense se revela como un tigre de papel, frágil y dependiente de maniobras desesperadas para preservar su hegemonía.