En los últimos días las tensiones siguen escalando, pero no en el caribe, los marines siguen disfrutando de los días soleados en la alta mar cerca de las costas de Puerto Rico, donde disfrutan de las bondades de la isla cuando no están acuartelados o haciendo sus ejercicios de rutina.
La presión tampoco está en Caracas, la ciudad es un enjambre de multitudes de personas que exploran fascinados y con sonrisas las plazas de la capital que se adornan con hermosas luces, arboles altos, pesebres coloridos y las majestuosas decoraciones navideñas. Las familias venezolanas han comenzado a adornar sus hogares, visitando las tiendas aprovechando las promociones antes de que aumenten los precios, para conseguir todos los adornos y regalos, así como los respectivos preparativos para las tradicionales hallacas. Están, como quien dice, preparando la mesa.
Pero más allá del caribe, al norte donde el golfo sigue siendo mexicano, más allá de la frontera hacia donde el frio es inclemente, se encuentra un imperio en lo que probablemente son sus últimos días. En la Casa Blanca, donde alguna vez durmieron hombres de gran liderazgo y templanza como Abraham Lincoln pero también hombres de guerra, reside hoy un Calígula, que desea ver su Roma arder por el simple hecho, que le causa placer saber que, si así lo ordenará, sus súbditos cumplirían.
Washington D.C y muchas otras ciudades son el epicentro de persecuciones abusivas por organismos paraestatales conformados por radicales disfrazados de cazarrecompensas que tapan sus rostros, pues saben que su labor es deshonrosa y fuera del marco de la ley, donde usan chalecos antibalas, porque saben que sus víctimas, aunque no logran hacerlo, tienen el derecho legitimo a la defensa, pues no portan ordenes de aprehensión firmadas por tribunales, solamente llevan consigo armas con las que amenazan a trabajadores, estudiantes, ciudadanos pacíficos, cumplidores de la ley, pero cuyo único delito es tener un apellido latino.
... "deberíamos usar algunas de estas ciudades peligrosas como suelo de entrenamiento para nuestro ejército" declaro Calígula a sus generales, con duda en su voz, con una sonrisa nerviosa, pues aquellas declaraciones, como todo el monologo improvisado no generaba aplausos, ni risas, solamente la mirada fija de un cuerpo de alto mando militar que ponía en duda la credibilidad de un mandatario que ordenaba a su ejército combatir contra sus propios compatriotas.
…"yo reconstruí el ejército" afirmó Calígula, como si aquella frase tuviese valor para un cuerpo de hombres y mujeres que toda su vida les enseñaron que la violencia es para defender su patria, que el enemigo esta afuera, usa turbantes, barbas largas y cree en otros Dioses que no son los suyos, pero que también hablaba español, tiene piel tostada, y aunque fuera alegre y sonriente, era peligroso, que aun cuando llegaba a su país con la ilusión de vivir aquel "sueño americano" a pesar de que en su país natal se graduaron de médicos, ingenieros y abogados, aquí, son considerados como potenciales homicidas y violadores.
Aquellos Generales no mostraron ninguna reacción, pero quedaron sorprendidos, sorprendidos de que las ordenes eran militarizar sus propias ciudades como alguna vez hicieron en Beirut, Bagdad, Damasco y otras más, sorprendidos que ahora sus armas apuntarían a estudiantes, amas de casa, trabajadores de construcción, albañiles, es decir, contra estadounidenses.
Al mismo tiempo que Calígula daba su discurso y se retiraba al son de la canción presidencial y algunos aplausos de cortesía, en el Congreso se preparaba un nuevo escenario, un complot para poner pausa a los decretos incoherentes que pronunciaba el mandatario, 55 votos a favor y 45 votos en contra, determinaron el cierre técnico del gobierno, con ello, se congelaron los activos y presupuestos de funcionamiento de operaciones en todas las ramas, hasta la militar. Calígula, molestó, arremetió contra los demócratas que pretendían retrasar sus planes, y afirmó, que despediría masivamente empleados públicos, si el Congreso no aprobaba el presupuesto y reactivaba así las operaciones.
Inmediatamente, tomó su pluma y firmó un nuevo decreto, donde afirmaba que iniciaría la guerra contra los carteles del narcotráfico, esos mismos que continuaban produciendo cocaína en las selvas ecuatorianas disfrazando el cargamento con plátano, y enviándolo por las costas del pacifico, a pesar de la gran movilización militar en el caribe – atlántico, aquellos que continuaban operando desde el canal de Panamá, a pesar de las amenazas de Calígula de invadir a México, y por supuesto, aquellos Carteles que seguían lavando dinero desde las cómodas y lujosas oficinas de Wall Street, a pesar de que había impuesto sanciones contra Venezuela.
Calígula en medio de sus delirios de superhombre, aseguraba que había salvado la vida de 300 mil estadounidenses porque detuvo el ingreso de drogas por vía marítima, pero que ahora miraría hacia la vía terrestre, a pesar de que el Fentanilo no se produce en el caribe, y que este se encuentra solamente en las calles de Estados Unidos.
Por lo tanto, no, la guerra no es en el caribe contra lanchas pesqueras, la guerra no es en Caracas, donde los venezolanos se preparan para sus navidades en familia, la guerra esta en Norte América, en el corazón del imperio, en Filadelfia, en San Francisco, en New York donde la juventud son zombis inutilizados por el Fentanilo, donde se postran en las calles incapaces de hablar, incapaces de moverse, de pensar, de sentir, donde a diario mueren en promedio 222 personas (más de 80 mil en todo el 2024 según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU) por sobredosis de narcóticos. La guerra es en Alligator Alcatraz, donde desaparecieron 800 personas sin rastro alguno, sin base de datos que refleje su última ubicación o describa si fueron trasladados. La guerra está en las calles de las ciudades estadounidenses, donde pelean por mejores salarios, donde luchan por el fin de las persecuciones y redadas inconstitucionales que vulneran la seguridad de los ciudadanos.
La Guerra es en Washington D.C donde el Congreso se ha cansado de los abusos de Calígula, donde buscarán, dentro de lo posible, impugnar su mandato, y reestablecer el orden, donde la asignación de cargos sea nuevamente por méritos y preparación y no por lealtad ciega hacia el gobernante, que ha llevado a que un alcohólico sea Secretario de Guerra (confesó por Pete Hegseth en su audiencia de asignación, donde juró controlar su adicción para poder asumir el cargo) y un adicto a heroína sea Secretario de Salud (confesado por el mismísimo Robert F. Kennedy Jr.).
Mucho se especuló, si la guerra que acabaría con el Imperio Yankee sería entre Moscú y Washington D.C, si sería en un conflicto global, de gran impacto como la Segunda Guerra Mundial. Si sería bajo lanzamientos nucleares como en la crisis de los misiles, en la década de los sesenta en Cuba, pero no, el fin del Imperio Yankee, tal cual el del Imperio Romano es interno, la corrupción en el seno del mismo que acaba con sus instituciones y pudrió las bases de los cimientos de donde surgieron las doctrinas con las cuales expandieron su poderío, y que ahora solo quedan escándalos de orgias y pedofilia, de consumo excesivo de drogas recreativas y extorsión para llevar a cabo la agenda preestablecida del Sionismo, son realmente el fin por el cual sucumbirá y ardera Washington.
Pero Calígula no morirá, Casio Querea no le apuñalará, a pesar que lo mira con recelo por sus constantes burlas, y por el hecho de dejarlo por fuera del caso Venezuela, colocando en su lugar alguien con más experiencia diplomática que le permita salirse del problema como logro salirse Kennedy de la Crisis de los Misiles y no quedar como Nixon ante Vietnam. Casio Querea, espera pacientemente, pues a pesar de que le han asignado tareas pequeñas y lo han sacado de la visibilidad política, sabe que pronto caerá Calígula, y podrá optar al trono de Cesar. Esta vez no se escribirá como fue asesinado Calígula, los Pretorianos apoyarían al Congreso en esta ocasión, pues a pesar de que les han enseñado a cuidar y proteger del Cesar, entienden que la República es primero, y que las acciones de Calígula han traicionado y se han mofado de las tradiciones "democráticas" del Imperio.
No será hoy, no será mañana, quizás no sea en este año, pero si llega a ver una guerra, no será en Venezuela, no será en el Caribe, los marines no entrarán por La Guaira, drones no volarán sobre Miraflores, en su lugar, los Marines ya están en Washington D.C, Chicago, Nueva York, Los Ángeles y San Francisco, los drones sobrevuelan los barrios afroamericanos y latinos, patrullas arrestan concejales y alcaldes que intentan ingresar a centros de detención de ICE para ver de primera mano los horrores de estos nuevos campos de concentración. Los Soldados miran con cautela el escenario, aguardan ordenes, jamás han vivido un contexto en donde les toque disparar contra su propia gente. En sus casas, los estadounidenses ya se preguntan ¿Podrá Estados Unidos soportar cuatro años de Donald Trump?