Entre las especies animales que más caza el Águila Calva norteamericana, se encuentran los peces. Es común avistarla sobrevolando lagos y ríos, en búsqueda de algún pez distraído que sin darse cuenta es atrapado con sus afiladas garras en su depredadora cacería. Su esqueleto de ave de rapiña no está diseñado para sobrevolar mar profundo en búsqueda de presas marinas, por eso éste no es para ella un hábitat natural. De allí que, en su errática estrategia de pesca en el caribe profundo, el Águila Calva se haya percatado qué su agresividad es menor y se convierte en presa fácil para quienes pretendía convertir en un ansiado manjar alimenticio.
En el mar profundo no hay montañas donde reposar, ni árboles donde descansar. El calor abrasivo le quema el plumaje, la desnuda y la convierte en un "ser" vulnerable. Los vientos en el mar caribe son demasiado cálidos y fuertes, para sus alas acostumbradas a los aires fríos del Dakota y Montana. En el mar caribe tampoco hay peces distraídos, no hay salmones agotados por nadar contra la corriente.
Hay habilidosos meros, pargos, atunes, jurel, y pez roncador que son de pelea y no se dejan pescar fácilmente. El Águila Calva del norte, en su invasión al caribe, creyó que le sería fácil pescar; pero, se topó con más dificultades de las que había calculado. Se volvió a equivocar. Ahora se dispone a regresar sin saber cómo. Busca con desesperación un trofeo de consolación.
Vuelve su mirada hacia Colombia, pero la sierra de Santa Marta le impide ver el horizonte de la Patria de Jorge Eliecer Gaitán. Prepara su retorno sin trofeo, con más pena que gloria. En su desvelo, le da vueltas a la poca imaginación que le queda, buscando como justificar el fracaso ante sus aves amigas. Recoge unos cuatro bagres y diez cangrejos que llevaban unos pescadores en una piragua y, como consuelo, se dice "éste es mi trofeo".
El Águila Calva del norte, por su ignorancia y la de sus "mascotas" en tierra firme, despertó el espíritu de los Dioses Marinos. Guaycaipuro, Tamanaco, Chacao, Jaruma y Murachi se reunieron con Tiuna, Naiguata, y Guaicamacuto para trazar la estregia de la defensa de sus mares, montañas y ríos ante las pretensiones aniquiladoras del Águila Calva imperial.
Ante tanta dignidad de un pueblo que siente que el suelo en donde está enterrado su ombligo es un suelo sagrado, el ave invasora no ha tenido otra alternativa que regresar a las montañas de Dakota y Montana. Lo cierto es que tan irresponsable y desmedida pretensión imperial, provocó la fuerza del Mar Caribe, quien le enseñó porque las Águilas no cazan mar adentro, sino que, en su lugar, son aves de estanques y lagos. Pero sobre todo, le enseñó que los peces del mar caribe son indomables y soberanos