202 años de la Independencia de Venezuela. Lucha bicentenaria por la emancipación de América Latina

Para América Latina, las primeras tres décadas de este siglo XXI, son años de conmemoración del Bicentenario de su Independencia.

El período independentista representa un hito histórico en el proceso revolucionario que se venía gestando en Hispanoamérica, producto de la gran cantidad de acontecimientos que comenzaron a presentarse en todo el continente americano, promovidos por los movimientos sociales y las insurrecciones populares que intentaron expresar su necesidad de libertad y justicia, a finales del siglo XVIII.

Rebeliones protagonizadas por distintos actores sociales: movimientos contra la opresión de aborígenes, negros, mestizos, pardos, criollos descendientes de españoles, cuyo ascenso de la lucha alcanzó su punto más alto, con la rebelión de los Túpac Amaru en el Perú; y entre otras, la insurrección de negros y zambos desarrollada en la serranía de Coro en Venezuela, liderada por José Leonardo Chirinos. Movimientos localistas y regionalistas, como las guerrillas montañeras del Alto Perú y el movimiento agrario popular de Montevideo, encabezado por José Gervasio Artigas. Movimientos nacionalistas, aborígenes y agrarios, comandados por sacerdotes, como Hidalgo y Morelos, en México. Insubordinaciones de los blancos criollos, descontentos por el incremento de los impuestos, la asignación de puestos públicos y las trabas en el comercio; tal fue la rebelión de Nueva Granada en 1781. Actividades conspirativas, en logias y clubes clandestinos, realizadas por criollos educados generalmente en Europa.

Todos estos hechos, aunados al debilitamiento del imperio español por la invasión napoleónica y las reformas borbónicas del siglo XVIII, que intentaron modernizar las relaciones coloniales, y no satisficieron las demandas de los criollos, hicieron posible la lucha por la emancipación de América Latina; que luego de grandes batallas, guerras civiles, exterminios y traiciones logra su independencia política del imperio español invasor. Cuya conquista, entre 1492 y 1650, arrasó con más de 70 por ciento de habitantes que vivían en este territorio antes de la llegada de Cristóbal Colón; y con gran parte de su riqueza, sobre todo con los minerales preciosos, los cuales fueron fundamentales para el desarrollo industrial de Europa, principalmente de España, Gran Bretaña y Holanda.

Lamentablemente, la independencia económica y social constituye una deuda que aún, luego de 200 años, no se termina de saldar con los pueblos de América Latina. Las principales reivindicaciones sociales de los verdaderos protagonistas de las luchas pre independentistas, las masas pobres, aquellos que conformaron los ejércitos libertadores de Bolívar y Artigas, los que fueron olvidados en los libros de historia, no fueron concretadas.

Hoy, los pueblos de América continúan luchando para solventar los problemas que no fueron resueltos por la “Revolución de la Independencia”.

Ante el incremento de la pobreza, la concentración de la riqueza en pequeños grupos ligados a la industria y a las finanzas transnacionales, el desmantelamiento de los Estados-Nación, el estancamiento de la economía, la dependencia respecto del capital financiero trasnacional, el abandono del Estado de las políticas sociales, el incremento de la deuda externa, la apertura indiscriminada al capital extranjero, los bajos salarios, el deterioro de las condiciones de trabajo y de seguridad laboral y el desempleo, un importante número de países latinoamericanos, luego de múltiples luchas de sus movimientos sociales, abandonaron las políticas neoliberales de la década de los años 90, impuestas por el Fondo Monetario Internacional: políticas monetarias y fiscales restrictivas, privatización, desregulación, reducción en términos reales del salario, aumentos persistentes en el nivel de precios, entre otras, para optar por políticas progresistas.

Lo que permitió el triunfo de gobiernos como el de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, el retorno al poder del Frente Sandinista y Daniel Ortega en Nicaragua, Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, José Mújica en Uruguay, Néstor Kirchner y Cristina Fernández en Argentina.

Así, producto de la voluntad política, han ocurrido importantes avances en diferentes áreas, tales como:

En materia de integración, la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), iniciativas que reivindican el sueño de los próceres venezolanos, Francisco de Miranda y Simón Bolívar, de crear una confederación de naciones americanas; el cual fue frustrado por los intereses de una clase dominante contrarrevolucionaria, que no estuvo dispuesta a correr el riesgo de ser sobrepasada por las clases populares.

Anhelo impulsado, durante estos largos años, por pensadores como el colombiano José María Samper, a mediados del siglo XIX, quien propugnó la creación de una Confederación Iberoamericana Internacional. Los puertorriqueños, Eugenio María de Hostos y Ramón Emeterio Betances, junto al haitiano Antenor Firmin, los cuales fundamentaron la necesidad e importancia de la integración caribeña, como la defendía el cubano José Martí. Proyectos que calaron en el panameño Justo Arosemena, el que abordó la identidad desde el concepto bolivariano de "mancomunidad" y fomentó la organización de una Confederación de Naciones de Sudamérica. En sintonía, el chileno Francisco Bilbao alentó a fomentar la unidad de ideas por principio y la asociación como medio entre los latinoamericanos. En tanto, el también chileno, José María Torres Caicedo intentó denotar la identidad cultural y el principio de integración, evidentes antes de la centuria decimonónica. El filósofo mexicano, Leopoldo Zea refiere a La Gran Nación de Naciones. Torres Caicedo, colombiano, ratificó la visión bolivariana al demandar la conformación de un Estado supranacional. Y la defensa de la integración económica continental argumentada por el argentino Juan Bautista Alberdi; entre otros. Lo que constituyó un gran avance en materia de integración latinoamericana, que espera poder concretarse, también, en la naciente Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Aunado a ello, en algunos países se reconocieron los derechos de los pueblos aborígenes y su autonomía, consagrándose en la Constitución política de los Estados, como en los casos de Venezuela y Bolivia.

También, se han creado espacios para la participación ciudadana; se ha combatido la exclusión social: disminuyendo la pobreza, creando más empleos y propiciando el acceso a la educación básica, media y universitaria; y se ha impulsado el respeto a los derechos humanos.

Sin embargo, a pesar de estos importantes esfuerzos, la mayor lucha de los pueblos de América Latina es por la independencia económica y cultural. Hace 200 años se independizaron políticamente de España; no obstante, las nacientes naciones se hicieron más dependientes de nuevos imperios: Inglaterra, Estados Unidos, Holanda, Francia, etc. Lo que ha socavado los acervos y las identidades culturales, y ha imposibilitado un verdadero desarrollo sustentable de la región; reproduciendo el modelo primario exportador, con todas las consecuencias que produce al medio ambiente.

Por otro lado, en estos países latinoamericanos, de gobiernos progresistas y de izquierda, en los que se han impulsado importantes avances en materia de transformación social, aún es preciso, como en el caso de Venezuela, continuar profundizando.

Hoy, a raíz de la partida física del Presidente Chávez, líder de la revolución bolivariana, el proceso de cambio que se ha gestado en Venezuela, durante catorce años, padece un incesante ataque de la derecha nacional e internacional. Grupos económicos y sociales dueños de los medios de producción y de comunicación de la región, quieren apoderarse de los recursos naturales, principalmente, de los dividendos que genera el petróleo, auspiciados y estimulados por el imperialismo norteamericano, contra el pueblo venezolano.

Por tal razón, la derecha obsesionada por el poder, desde hace algún tiempo, viene ejecutando acciones sistemáticas de desestabilización, a fin de dividir a la población: desabastecimiento, acaparamiento, operaciones especiales con paramilitares, entre otras; lo cual constituye una estrategia de guerra psicológica, posesionada por una amplia cobertura mediática.

Ante este panorama de riesgo y crisis económica, se requiere la plena conciencia de tales intenciones. Una conciencia clara de las circunstancias y de los escenarios que se puedan presentar. Aunado a ello, es necesario que las organizaciones sociales sean la base del poder, respetando su diversidad cultural, abandonando el sectarismo, respondiendo con eficiencia y eficacia a las expectativas de la mayoría, e impulsando espacios que permitan la participación de todos los sectores sociales. Lo que implica el reconocimiento de los liderazgos que surjan del seno de la organización social, y la toma de decisiones consensuadas desde lo colectivo. Así como, el impulso de un modelo económico sostenible y diversificado; lo cual supone hacer funcionar la economía al servicio del ser humano, en armonía con la naturaleza. Todo esto, a fin de conquistar un nuevo modelo cultural basado en la solidaridad, lo social y lo colectivo, por encima del interés individual; integrador y movilizador de la capacidad creadora del pueblo, sus valores, creencias y su gran diversidad.

Éste es el reto de Venezuela, a los 202 años de su independencia, el cual revindica la lucha de sus libertadores, y de quienes a lo largo de estos doscientos años han batallado por la liberación del pueblo, con su pensamiento y acción, como Hugo Chávez, símbolo de América Latina de la lucha por la independencia y la libertad, en el siglo XXI…


eluzparedes@gmail.com


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