Algunos autores señalan que la mayor gravedad de la invasión fue el genocidio de millones de seres humanos, y sin duda alguna, tienen toda la razón, más vale la pena destacar que el ejercicio de poder más duradero en los propósitos colonizadores fue y sigue siendo la introducción del concepto de propiedad sobre todo, la concepción del mundo que pretende al ser humano capaz de adueñarse de la naturaleza, de otros seres humanos, del producto del trabajo de otros seres humanos, de la cultura, de las artes, de la fe colectiva, en fin de todo lo que el hombre produce y reproduce material y espiritualmente hablando y mas allá incluso lo que está en la naturaleza. La propiedad, ese poder sobre un objeto o bien, que atribuye al titular capacidad de disponer del mismo. El problema no es complicado mientras un bien es alguna cosa que el ser humano haya construido por sí mismo o cuando haya sido adquirido como producto del trabajo propio, el conflicto se presenta cuando este bien u objeto es el producto del trabajo de otros, del trabajo colectivo de otros, cuando en definitiva la propiedad se convierte en el derecho exclusivo de una persona sobre bienes materiales y culturales construidos por otros o colectivamente con otros.
La modernidad capitalista a tenido como supremo objetivo societal la mercantilización de la vida entera de los seres humanos, pero para poder convertir todo en mercancía y poder sacar ganancias de ello le ha sido necesario a las clases poseedoras convertir todo en propiedad, es un requisito indispensable para mercantilizar y traficar. Es así como en el esfuerzo inmenso que la Burguesía internacional hace por mercantilizar todos los aspectos de la vida humana no podía faltar la apropiación de la riqueza cultural y espiritual que la humanidad como un todo ha construido desde su remota existencia.
Es en este marco que el concepto propiedad intelectual se yuxtapone a la tradición del derecho de autor, convirtiendo este ultimo en un derecho de propiedad. La propiedad intelectual como concepto jurídico, es el esfuerzo ya expresado en norma, por concretar la mercantilización de la cultura humana, es el intento de trasponer el derecho de propiedad burgués sobre los bienes materiales hacia los por ellos llamados bienes culturales o intangibles.
No es de interés en el presente artículo analizar las implicaciones jurídicas del tema, mas si las implicaciones sociopolíticas del mismo. Sin embargo, intentare aproximarme un poco a una vista general del teme jurídico para poder analizar sus implicaciones en el orden ético y político luego. La Doctrina jurídica sobre los derechos de autor proviene de dos tradiciones jurídicas distintas. Por un lado el derecho euro-latino o continental que pretende proteger los derechos morales del creador a que le sea reconocida su autoría sobre una obra. Por otro lado se encuentra el derecho Anglo-americano que pretende proteger a la obra misma, su reproducción y su uso. El primero lo denominan simplemente Derecho de autor, el segundo es el llamado Copyright que literalmente se traduciría como de Derecho de Copia. Por otro lado, la Burguesía y sus parlamentes y sistemas de “justicia” han construido toda una tradición jurídica sobre el derecho de propiedad.
De alguna manera, los derechos de autor, que en principio buscan proteger la originalidad de una obra y el reconocimiento al creador en relación a su autoría sobre la misma, se ve atravesado de manera intencional y mercantil por el Derecho propiedad. El argumento ciantifico-juridico es que toda la producción y reproducción no material de los seres humanos se constituyen en bienes duraderos que por lo tanto al ser bienes intangibles son emulables a los bienes tangibles y por lo tanto ser susceptibles de derechos de propiedad. Este argumento jurídico halado por los pelos, en realidad se constituye en la base jurídica para la consecuente eliminación del derecho de todos y todas al disfrute pleno de nuestra riqueza cultural y espiritual.
Las consecuencias ético-políticas de esta yuxtaposición de una forma de derecho sobre otra para garantizar ganancias en el marco del capitalismo a fuerza de la cultura humana son múltiples, pero acá de manera un tanto anecdótica tocaremos una.
Durante los años 60 el mundo musical sufrió grandes transformaciones, la cultura musical fue afectada por el fenómeno de la fusión musical. La fusión siempre ha existido en la cultura artístico-cultural de todos los pueblos del mundo, pero nunca antes se había apuntalado a propósito para crear nuevos géneros y subgéneros con tanta fuerza como ocurriera durante aquella década. Hay razones sociales para explicar dicho fenómeno y es principalmente que en el arte se estaba reflejando más o menos lo que estaba ocurriendo con el mundo, el mundo se hacía mas sincrético, los aviones con capacidad de volar a grandes distancias, el uso extensivo del teléfono, la radio y la televisión, así como la posibilidad más técnica de grabar en fonogramas la producción artístico musical de los seres humanos, había achicado al mundo y a la vez dado posibilidad de aproximar las culturas diversas del mundo entre sí. Durante esa década huboo muchos artistas novedosos, creativos y poderosamente arriesgados a crear cosas nuevas a partir de la fusión de lo viejo. Pero dentro de todo ese universo de artistas, se encontraron unos agrupados en una banda que tuvieron en esa empresa fusionadora de culturas musicales más éxito que todos los demás, y el nombre de esa banda es los Beatles.
Durante 8 años el mundo veía estupefacto como aquellos cuatro jóvenes ingleses aparentemente creaban nuevas obras de la nada, mas los estudiosos de la etnomusicología ya en esa época advertían que aquellos jóvenes habían realizado realmente un esfuerzo por juntar sincréticamente diversos géneros musicales como el Blues afroamericano, el Rock and Roll (Rockabili), la música celta, el baledo francés, la balada alemana, el vals checo, el chachacha afro caribeño, la música indu, la música china, la música indoamericana, la música sinfónica, la música del áfrica subsahariana e incluso la música árabe. Aquella abierta y arriesgada fusión fue maravillosamente recibida por el público, tanto de los críticos como los sujetos de disfrute. Pero como siempre ocurre en el marco de la sociedad capitalista, el capitalismo metabolizo aquella propuesta creativa y la utilizo para volver a estabilizar el mercado musical, estandarizando la música, ajustando toda la producción musical de la industria al patrón Beatle, que según muchísimos expertos no ha sido abandonado aun.
Ahora bien, el hecho es que aquellas obras creadas por los 4 de Liverpool, al ser convertidas por el derecho burgués en bienes susceptibles de apropiación legal, por diversas razones fueron traficadas a muy altos precios de “mercado” y terminaron una buena parte de ellas en manos de una sola persona, que en ningún caso fue alguno de sus autores, más bien fue el archiconocido personaje del Pop internacional Michael Jackson. El traslado de la racionalidad jurídica del derecho de propiedad hacia los derechos de autor, ha traído como consecuencia político-social inmediata la apropiación de unas obras de arte, que habían sido en origen una mezcla y fusión de muchas culturas musicales que el ser humano a creado y reproducido durante milenios, por parte de un solo individuo. La cuestión es que muchas obras de los Beatles son versionadas y grabadas por miles de bandas y artistas en todo el mundo, algunas de sus canciones son las más versionadas de todos los tiempos como la súper conocida Yesterday que es la canción más veces versionada hasta hoy, y todos absolutamente todos deben pagar derechos de “autor” a Miguelito Jackson, claro como lamentablemente ya murió, pues el derecho lo seguirán usufructuando sus familiares.
La pregunta que debemos hacernos en la dimensión ética es, si efectivamente es justo (ya que hablamos de derecho y el derecho no se puede separar del debate sobre la justicia) que habiendo estas obras sido el resultado de la fusión musical de decenas de géneros musicales creados colectivamente por la praxis creadora de los seres humanos, hoy día una familia tenga el derecho de propiedad sobre estos temas musicales que ni siquiera han sido el producto de su creación artística sino de otras personas. Nos preguntamos por ejemplo si es justo que algunos de los ex integrantes de los Beatles ni siquiera puedan grabar sus propias canciones y creaciones sin el consentimiento de “los dueños” de dichas obras.
Al final, solo resta decir que la cultura no es ni puede jamás ser una propiedad, ni siquiera un creador debería tener derechos exclusivo sobre sus obras sin tener limitaciones legales que obedezcan al (esta vez sí) natural derecho de los pueblos a disfrutar de la cultura, pues esta última es el resultado de miles de años de creaciones colectivas de subjetividades, sonidos, imágenes, lenguajes, espiritualidades y cosmovisiones del mundo, y aun respetando el derecho a que sea reconocida la originalidad de una obra, también es necesario frenar la yuxtaposición del derecho de propiedad sobre el derecho de autor para parar de una vez y para siempre la aspiración de las corporaciones trasnacionales de privar a través del derecho de propiedad intelectual a los pueblos de disfrutar de manera libre de la creación cultural.
(*) Estudiante de Sociología UCV