Anclas hundidas

La semana pasada marcó un hito histórico en la política venezolana. Las razones son por todos conocidas, pero confieso que aún no salgo de mi asombro cuando a partir del lunes 4 pude apreciar todas, absolutamente todas las anclas de la cadena mediática nacional, desfilando una tras otra ante la pantalla, visiblemente afectadas por el indiscutible y arrollador triunfo del teniente coronel, como le llaman despectivamente.

Por cierto, una verdadera cadena de acero, la que nos viene imponiendo el quinto poder desde hace ya demasiado tiempo. Es hora de esperar cambios radicales en la conducta dolosa, impune y atentatoria contra la salud mental del colectivo, sostenida por la mayoría de nuestros medios de comunicación privados. La mutación de comunicadores a operadores políticos tuvo inicios coyunturales, pero se les fue de las manos hasta transformarse en conducta estructural. Un verdadero cáncer corroe aceleradamente la credibilidad de estos medios sesgados por la manipulación que amenaza el ejercicio ético del periodismo, degrada las nuevas generaciones de comunicadores, enfermando a no pocas víctimas entre los usuarios. En toda familia hay algún miembro, profundamente afectado por estos nuevos operadores políticos velados, que aún no regresa del mal viaje desinformativo al que fue llevado, sorprendido en su buena fe.

Les comentaba, las caras de estas anclas (plumas de opinión y voces radiales también) eran un verdadero poema lírico, que por fortuna quedará reseñado para la posteridad en las respectivas hemerotecas, para dar cumplimiento a la única máxima sobreviviente de la extinta Coordinadora Democrática: prohibido olvidar.

Además de la obvia consternación visible en esos rostros, había algo más que no lográbamos enfocar con claridad. Analizando la actitud ante las cámaras y el contenido de sus dichos, nos percatamos; eran víctimas de su propia mentira, terminaron creyendo que los límites de Venezuela se circunscriben a la urbanización donde viven, al lugar donde laboran, al supermercado, centro comercial frecuentado o al centro donde ejercen el voto. Los supuestos comunicadores terminaron atrapados en su propia política desinformativa, desconociendo a la porción mayoritaria del país, esa masa de pobreza y problemas por resolver, subestimada hasta el cansancio.

La expresión de sorpresa y desencanto reflejaba que realmente esperaban una victoria segura de su candidato, muy a pesar de las encuestas y tantos otros indicadores que ocultaron hasta creer lo contrario. Probaron el sabor de su propia medicina y la mentira dicha mil veces terminó ocupando el lugar de la realidad en sus mentes.

Se han hundido las anclas de la oposición mediática, las empresas cortarán las sogas, botarán el lastre y muy pronto exhibirán nuevas caras. Lo que no podemos vaticinar es si aprendieron la lección como para no repetirse.

cordovatofano@hotmail.com


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Daniel Córdova Tofano


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