“Como el niño pobre ante el juguete caro”, para un control de las propagandas en TV

Valen los esfuerzos por organizar a las poblaciones de bajos recursos en Consejos Comunales, etc. -aunque nuestros gobernadores y alcaldes todavía no entienden lo revolucionario de otorgarles poder popular-, la formación de Empresas de Producción Social, repartición equitativa de las tierras productivas, inclusive en las zonas de nuestras etnias (acción del Libertador), y de las tierras urbanas urbanizables, pero soy de los que insiste, junto a muchos, en que nuestra transformación revolucionaria tiene que ser mental. Todas, lejos de repetir consignas (que luego no expresan ni en sus casas) ante el Presidente o ministros y gobernadores, no fortalecen para nada la Revolución, mucho menos hacia un socialismo que todavía casi nadie entiende ni percibe, menos en las calles de la provincia donde no se siente la revolución gracias al silencio de las autoridades, y más que al silencio, a la negligencia de desempeñar con eficiencia sus obligaciones que no tienen nada de revolucionarias sino que simplemente son cumplir con un deber.

Dentro de tantos planes, excelentes misiones, no hemos visto nada conciso en ese sentido. Una Misión Conciencia, por ejemplo, que abarque desde la formación del buen ciudadano, el vecino solidario, la convivencia en las vecindades, en los nuevos desarrollos habitacionales, convivencia en los institutos educacionales, la capacidad de organizarse para el desempeño colectivo en todas las áreas, en emergencias de todo tipo, etc. Conciencia anticonsumista que es la que agobia a todos no permitiendo que los pocos ingresos alcancen. Por el contrario el excesivo mundo del consumismo, el que le gusta a Consecomercio y a una parte de Fedecámaras con las que califican lo bueno que es un gobierno porque están vendiendo más o el malo porque están vendiendo menos, genera los grandes desequilibrios.

Desequilibrios que causan angustias a los niveles medios ideologizados para gastar y gastar y en los estratos de menos recursos porque no tienen como adquirir lo que ven como obligado de adquirir para “ser gentes”. Desequilibrios que para enderezarlos se requiere de una verdadera Revolución. Ah, pero no se puede porque estamos inmersos en uno de los más fuertes capitalismos totalitarios y porque, una pendejada, si hacemos una verdadera Revolución nos invade USA. Sí con las pequeñas (grandes) cosas que hemos hecho estamos a puntico de ser invadidos cómo sería si apretamos el cambio que requiere Venezuela y Latinoamérica y todos los mal llamados países Tercermundistas.

Sin embargo como navegamos contra vientos y mareas opositoras adelantando algunas políticas y planes a favor de los más necesitados, no está demás que arranquemos seriamente una política que para no llamarla “ideologizante” porque dirán que el comunismo viene con todas las hoces y los martillos podríamos llamarla “desideologizante”, “anticonsumista en exceso”, porque si decimos “anticonsumista” a secas sería la hecatombe para los que sólo venden y no producen nada y explotan a los trabajadores pagándoles solamente una base y lo demás deben ganárselo en comisiones por ventas, o pagando el salario mínimo. Menos mal que nuestro gobierno eliminó la restricción del pago de cesta ticket, y ahora nuestros trabajadores -con todo y la chilladera escuálida porque llevarán un poquito menos en sus frecuentes viajes de placer, o para adquirir carros lujosos y apartamentos- cuentan con un aumento que, aunque no va a las prestaciones sociales, ayuda para la consecución de alimentos y otros rubros importantes para el hogar como son los detergentes y el papel toilet.

Estos elementos para el anticonsumismo deben desarrollarse con una contundente campaña en los medios de comunicación. Mostrar por ejemplo qué se debe comer, que de paso es más nutritivo y barato que de lo que nos acostumbramos (granos, etc.), cómo lavar, cómo cuidar la ropa y los calzados, lo innecesario de la obligatoriedad de estar a la moda impuesta por las grandes cadenas productoras y vendedoras de ropas.

Como no quiero extenderme porque sería demasiado, lanzo ésta que tiene que ver con la frase muy elocuente de un poema del gran Andrés Eloy Blanco “como el niño pobre ante el juguete caro…” y es que las promociones de juguetes (caros todos) las de zapatos y ropas infantiles (caros todos) no sean pasados en horarios infantiles (los domingos son una inclemente carga de caballería mientras los padres están tranquilos porque sus niños están distraídos viendo televisión) Dirán que porque esta tonta propuesta, ah, uno de los grandes desequilibrios está en la necesidad de darle a nuestros hijos lo que ellos exigen y que pueden cumplir los que tienen recursos económicos, los empelados que cargan sus tarjetas de crédito y los que s endeudan, pero los pobres -y no todos, por favor- hacen cualquier cosa por complacerlos, en muchos casos hasta delinquir. Y si no los hermanos que, de paso, cometerán actos delincuenciales para satisfacer su apariencia como la de los “ricos”. Claro, nunca se ha concientizado sobre la conciencia de clases. Que pasen sus propagandas en horarios no infantiles para que lo vean los padres que puedan, y con un cintillo como el de la precaución sobre lo dañino del consumo de cigarrillos, donde se lea “no es un producto necesario para que seas considerada una persona importante, como sí lo es ser un buen lector”. Por ejemplo.

De paso que tampoco nunca hemos visto intensas campañas de lectura, ni siquiera por las empresas editoriales de la inmensa cantidad de libros que se producen, más por las editoriales del gobierno, sólo queda en las ferias del libro (muy buenas) pero no alcanzan sino a los interesados lectores de siempre, y a unos pocos nuevos entusiasmados.

¡Patria socialista o muerte! ¡Venceremos! y que se recupere Chávez pronto

simnelacir@gmail.com


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Simón E. Lacise R.


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