¿Cómo hacer colectivamente medios revolucionarios democráticos y con alto rating?

Diversos actores y sectores de la vida nacional vienen llamando la atención sobre la necesidad y urgencia de repensar la faz mediática revolucionaria.

Domingo Alberto Rangel acaba de comentar que una reciente medición arroja lo que ya se intuía: que los medios públicos (de radio y televisión sumados) alcanzan apenas un 5% de rating.

Y no sólo yo me pregunto: ¿para una revolución construida desde la lógica político-electoral, esto es de la compleja construcción de la hegemonía, ¿hay algo más grave y preocupante que esto?

¿Es este dato dramático en un año electoral y con toda la derecha nacional y mundial solapada como caimán en boca e caño algo como para hacer bromitas como gusta entretener a algunos?

De no ser capaces de construir una comunicación otra, es decir, respetuosa de la alteridad, concientizadora, pedagógica del oprimido, pero simultáneamente mediáticamente sexy como para competir con Hollywood, por lo visto que tendremos que irnos acostumbrando a una idea. La de vivir lo que en Nicaragua tras la derrota electoral de los sandinistas. Y este escenario me parece cándido, en vistas de la fase de capitalismo terminal que tiene rato mostrando sus colmillos genocidas en diferentes regiones del mundo.

El gran reto

¿Qué elementos debería asumir una comunicación televisiva y radial de servicio público, moderna, seductora, progresista y, además, revolucionaria en los política, social, económica, militar e ideológicamente agitados tiempos que corren?

Si la respuesta fuese obvia, ya estaríamos alegremente navegando en yate del 60% de audiencia, como de hecho lo tuvo a veces RCTV. Pero no es el caso. Nos movemos en la lanchita monomotor del porciento del rating... y la tendencia es probablemente hacia la baja.

Como ha afirmado el lingüista y analista político usamericano Noam Chomsky,

responder a la pregunta sobre los tipos y calidades de medios progresistas con capacidad para responder a la andanada ideológica de la derecha nacional e internacional, sólo será viable en la medida en que desmenucemos y diseccionemos con intrepidez teórica, hermenéutica y con periodicidad nuestra propia televisión.

Una posición apocalíptica ante la cultura de masas no va a contribuir en lo absoluto a distinguir cómo y hasta qué medida la ideología se inocula, reproduce y se torna epidemia a través de sutiles y efectivos atajos. Las mediciones de rating no suelen equivocarse y en lenguaje televisual operan con el peso de una verdad irrefutable.

Urge por tanto ver, explorar y, más aún, escudriñar analíticamente las diferentes ofertas y cartografías programático-ideológicas y estéticas que, vía relato televisual y radial, reconfiguran constantemente los distintos lados de la ecuación mediática [de derechas y de izquierdas].

Una premisa inicial: no hay una televisión alternativa y revolucionaria que no dialogue, polemice y reconfigure constantemente los formatos industriales y los códigos conceptuales y estéticos que ha construido durante casi un siglo la televisión capitalista.

La televisión y la radio comerciales son la que han ideado, facturado y fríamente perfeccionado las acomodadas clases hegemónicas capitalistas con el concurso de expertos en análisis del discurso, la imagen, la recepción, la relación entre medios y comunicación y de la filosofía del lenguaje, entre otros. Y no podría ser de otra manera. La fría racionalidad mercantil del capital busca y a la larga termina penetrando todos los intersticios de la vida social.

La forma es el contenido

La forma es el contenido conceptualiza el teorico Hyden White, una de las voces académicas más innovadoras por estos días en materia de teorías del discurso e interpretación de la historia.

Según White, a semejanza de cualquier otro género de ficción como la novela, el cuento o el teatro, por ejemplo, la escritura de la historia se funda sobre un conjunto de procedimientos retórico-simbólicos que le otorgan un carácter ficticio a esta disciplina, es decir, un cruce creativo de convencionalismos interpretativos con una buena dosis de intereses, visualidades e imaginación.

La historia, al igual que cualquier otro discurso, incluyendo el de las ciencias duras,

también es un género políticamente posicionado. Y como todo presente al día siguiente se torna historia, y además como para las mayorías buena parte de la interpretación que recibimos del presente es historia compactada como noticias, de ello puede y debe seguirse que la televisión y los otros medios no facturan un relato cualquiera. Desde su instantaneidad, en tiempo real, la televisión, la radio y mucha de la comunicación via web nos cuenta su parcializada historia del presente.

Ante nuestros desprevenidos ojos desfilan los espejismos producidos por los piratas neoliberales disfrazados de “libretistas”, “directores”, “ejecutivos” o “directivos” de la televisión o radio o prensa comercial, nos venden sus propias visiones e intereses con la excusa de transmitirnos “la realidad objetiva”.

La banalización televisual de la vida cotidiana

Desde esta perspectiva, los medios privados comerciales venezolanos no son meros

medios de “comunicación social”. Son instrumentos en manos de quienes, al igual que los proxenetas, sólo promueven la degradación social. De allí que nuestra oferta mediática deba cuidarse de caer en parecidos recursos para obtener audiencia.

Por ejemplo, tras los aparentemente inocentes formatos de la telenovela (rosa, “cultural” o cardiaca [estilo Sala de Emergencias], los programas mal titulados “cómicos”, los “muy serios” informativos, los retazos infantiles y juveniles, los estrambóticos programas de concursos, los enlatados salpicados de “acción”, es decir, de persecuciones, torturas, ríos de sangre, traiciones y cadáveres, entre otras bellezas, tras todo esto, no hay sino un plan masivo de distracción (más que de sano entretenimiento) , banalización y falsa conciencia tras el cual se camufla un proyecto privatizado de ciudadanía.

Una ciudadanía comercial-televisiva que radica, y por tanto promueve, una reducción de la vida misma a un banal espectáculo en el que unas mayorías pasivas y borregas aplauden (siempre tras la pantalla) cómo ciertas elites los conducen al basurero de la historia mediante la promoción del consumismo como más alto sentido de vida, los valores más innobles de la condición humana, la chabacanería y el mal gusto, mientras tratan de repartirse y de entregar el país a bastardos intereses foráneos.

El sistema público de medios, ¿una alternativa?

En la otra orilla del espectro hertziano, en nuestro caso, tenemos la televisión estatal y alternativa venezolana y los otros medios del sector público. Hoy en la búsqueda de un norte conceptual y de gestión de un horizonte libertario, anticapitalista, revolucionario, en tránsito y trámite al socialismo. No obstante, nuestra actual televisión estatal y alternativa generalmente se concibe a sí misma desde una doble textura: por un lado, la cobertura noticiosa soportada en un noticiero estelar mañanero, otro de mediodía y un tercero, nocturno, algunas veces salpicados de avances informativos.

Y, por el otro, una estructura de opinión muchas veces construida desde una sucesión de programas de entrevistas básicamente auto-justificados en el formulismo de glosar la actualidad y dar visibilidad a políticos y periodistas. Lo demás no lo examinamos por ser o enlatado made in USA u OTAN, o televisión comunitaria experimental aunque generalmente ayuna de reflexión/acción en torno al contenido, significado y alcances de la recepción de los destinatarios de dicho experimento. Si no, ¿cómo explicar los datos objetivos de audiencia?

Así, aun cuando las estadísticas documentan que el grueso de la audiencia venezolana enciende el televisor buscando introducir una cierta dosis de ficción y sano entretenimiento a su acalambrado día, la programación de nuestros canales oficiales y alternativos corrientemente nos ofrece un dietético menú empedrado de entrevistas y rociado de avances informativos propagandísticos de la acción de gobierno pero generalmente vaciados de política, al menos política dialogica. No es que le tengamos ojeriza a los programas de entrevistas. En todas las televisiones del planeta existe un fragmento matutino y otro nocturno de la programación especialmente dedicado al asunto.

Pero una cosa es competir con CNN o Globovisión a las 11 de la noche con una

entrevista a Noam Chomsky frente a un gélido show como el de Oppenheimer, y otra cosa muy distinta es poner a competir a las joviales cinco de la tarde al presidente del Consejo Municipal de Achaguas contra un especial sobre cómo se realizó Happy Feet, el pingüino. Un filme que llegó a estar en el primer lugar de la cartelera a nivel global y se hizo acreedor a dos globos de oro por mejor film animado y mejor canción.

Una cosa es ser televisualmente revolucionario....

...Y otra muy distinta es creer que se va a rastrear en dicho mapa etario a algún teen- ager por debajo de los 17 años de edad, a las seis de la tarde, entre la multisápida marejada de canales con programación de corte juvenil, sintonizando una entrevista, por ejemplo, sobre la nueva dimensión ética de la Contraloría General de la República.

A esta hora y con esta audiencia nadie compite con Chiquititas, El robot adolescente o Jetix, al menos para quienes gozan de TV por cable, y en nuestras barriadas populares hay abundancia de antenas de DirecTV. Por supuesto con nadie nos referimos a un público infanto-juvenil que interesa involucrar en la vida social y política del país, si es que queremos tener generación de relevo comprometida con el proceso de transformaciones sociales del país.

Algo parecido se puede dogmatizar para la muchachada que sólo tiene acceso a TV abierta aunque esta franja es cada día más minoritaria.

Toda esta perorata para concluir que es inaplazable delinear, facturar y transmitir una programación infantil y juvenil con formato sugerente para sus audiencias. Una programación infanto-juvenil con contenidos de molde alternativo, progresista y contra-hegemónico.

Venezuela es un país mayoritariamente de jóvenes y niños. Pero nuestra televisión alternativa, nacionalista y pro-socialista subestima olímpicamente este dato. Igual cosa puede decirse para el público adulto en el horario en que proliferan las telenovelas o soup peras, como se les conoce en el Norte. Un dato es ver que la serie Friends o Two and a half man paga puntual 1 millón de dólares por capitulo a cada actor que las protagoniza. Contra esta industria luchamos. Y como decía José Feliz Ribas y más recientemente el presidente Chávez, necesario en vencer.

En sus palabras lo certifican niños, niñas, adolescentes y amas y amos de casa: todavía rastreamos una TV oficial y comunitaria excesivamente centrada en captar la atención de los adultos y propagandizar la gestión del gobierno.

Pero el venezolano quiere el menú puro y duro de la política. Esto es de la discusión política. El debate claro y raspao entre las diversas opciones y modos de imaginar y conducir el país. Y muchos no entendemos cómo puede ser difícil o imposible poner los medios al servicio del debate más abierto a favor de un proyecto de sociedad cada día más libertario, anti-pequeñoburgués y eco-socialista.

Simón Rodríguez y Paulo Freire tienen mucho que decir

La reflexión política densa y transformadora pero a la vez estéticamente seductiva,

apoyada en múltiples géneros, formatos y diversidad de lenguajes audiovisuales capaces de iniciar a la juventud [y a amplias capas de la población] en la política, o al menos de mostrar que la política puede ser un oficio noble, sigue teniendo todavía un elevado déficit. Nuestros maestros Simón Rodríguez y Paulo Freyre tienen mucho que decir y enseñarnos si es que queremos realizar una televisión contra-hegemónica en este sentido y en consecuencia una reingeniería en profundidad de los medios públicos.

Otra cosa que no queda clara es cómo puede hacerse para que algunos de nuestros casi recién estrenados canales oficiales y comunitarios progresistas y de programación y con vena de aspiración socialista puedan competir con la instantaneidad noticiosa con que, segundo a segundo, registran sus entregas las televisoras engranadas con las más poderosas cadenas globales de noticias como CNN.

Tanto por el factor estrictamente presupuestario como por el organizativo (y por la experiencia acumulada), es un secreto a voces que se hace en extremo difícil competir con el régimen de tubazos informativos y con el capital audiovisual de estas máquinas de moler y producir realidad que constituyen las cadenas internacionales de noticias.

Esto sin entrar en las complejidades políticas, económicas, jurídicas, de intereses y

culturales que plantea garantizar una cobertura regional y mundial siquiera colindante a la de estas portentosas cadenas comerciales. Así las cosas, si es muy difícil competir con la celeridad noticiosa o con el rango de cobertura, ¿cómo ponerle el cascabel al gato a la artillería pesada de orden simbólico/ ideológico con que la derecha internacional y nacional edifican, reditúan y afilan día a día su hegemonía?

La estrategia político-televisual seguida hasta ahora en la República Bolivariana de

Venezuela ha sido la de acompañar y potenciar las agendas cotidianas con las cuales el presidente Chávez y otros lideres progresistas de la región y del mundo vienen reconfigurando las narrativas, los modos y los estilos de hacer televisión, en un intento por innovar la política y la utopía de cara al pueblo. El fenómeno de la tele-presencia se ha constituido así en una herramienta cardinal para la inyección de validez y de “pegada” por cuya virtud la televisión estatal y alternativa haya podido “competir” con la televisión abierta (y de cable) de corte comercial. Pero como no pocas televisoras comerciales con sede en el país generalmente transmiten parte (o incluso la totalidad) de los principales eventos oficiales, la televisión estatal y alternativa no tiene cómo soportar su nivel de sintonía (y de fidelidad) en el “lomito” comunicativo que le conferiría tener la dicha exclusividad.

La “dimensión analítica en vivo”

La “dimensión analítica en vivo” aparece entonces como un instrumento por

excelencia distintivo de una nueva televisión alternativa, seductora, revolucionaria. Lo cual exige la formación y creación de una eficaz plataforma (teórica, económica, administrativa, gerencial y también tecnológica) que soporte, estudie, discuta y evalúe constantemente la creación y re-creación de contenidos y formatos televisuales. Y prepare los analistas en vivo capaces de discriminar y ubicar en contexto para la audiencia lo ocurrido.

Algunos analistas se preguntan, por ejemplo: ¿CNN o Globovisión, por citar sólo un

par de ejemplos, constituyen meras plantas televisoras o hacen parte, más bien, de una cadena de mando de la praxis de la derecha? Si toda invasión armada es precedida por una invasión cultural, no cabe duda que los tanques del pensamiento de la derecha tienen tiempo desembarcando con total impunidad en nuestras narices.

No es por casualidad que desde hace décadas el perfil de reclutamiento de la CIA se

modificó de peritos en armamentos y explosivos hacia expertos en información, comunicación e inteligencia. Y si bien es cierto que hace pocas décadas el problema central radicaba en la dificultad para acceder a la información, también lo es que el advenimiento de la Internet y la proliferación de centenares de opciones informativas hoy día dejan obsoleta la mera captura y difusión de información y exige su procesamiento y análisis político, así como de la extraordinariamente compleja realidad global.

La investigación, la anticipación, el cruce de variables, mediciones, encuestas,

tendencias y análisis prospectivos de escenarios que permitan dibujar el perfil de ocurrencia más probable de distinto fenómenos sociales, empiezan a perfilarse como competencias centrales para la validez y supervivencia de los medios con proyectos de punta en los quinquenios que siguen. Esta actividad era hasta hace poco tiempo casi exclusividad de los centros de investigación en ciencias sociales y seguridad y defensa. El avanzar en la construcción de una nueva hegemonía moral y cultural requiere, como lo vio hace unas cuantas décadas Gramsci, la efectiva creación y recreación constante de una dosis de contra- hegemonía de izquierda en cada contexto concreto.

Mejoras insuficientes

En los últimos meses hemos asistido a una mejora sustancial (y plausible) en la calidad visual (y en algunos casos de los contenidos) de algunos de los canales del sistema publico de medios, en especial en VTV y Telesur. Pero es claro que todavía nos falta y mucho para conseguir competir, mano a mano, en y con los intrincados terrenos de la ficción, las telenovelas, los noticieros, el segmento infanto-juvenil, la neo-televisión, la meta-televisión especialmente de corte político. De allí la mala puntuación en las mediciones de audiencia.

El rating

El rating no es, de suyo, ni capitalista ni socialista. Es un mero tacómetro de audiencia, un simple indicador cuyas agujas pueden y deben ser orientadas rápida y resueltamente hacia los intereses, realizaciones y utopías de nuestros luchadores colectivos. Y para avanzar en esta dirección la sola experiencia empírica de lo que televisivamente funcionaba hasta hace poco ya no basta. Hace falta humildad, pasión por el estudio, investigación, análisis, discusión, polémica y diversidad.

Un desafío que no puede seguir quedando sólo como responsabilidad de directivos,

libretistas y administradores de las plantas televisoras. Como lo que se juega no es el rating o el valor de la pauta publicitaria (como en las televisoras comerciales) sino el proyecto colectivo socialista, nuestras respuestas deben incluir a todo el pueblo. Comenzando por los intelectuales del pueblo, con el pueblo y para el pueblo. Pueblo crítico y hasta hipercrítico, reflexivo, exigente, atento, participativo y protagónico que tiene la tarea de revertir el carácter distractivo, banalizador, infantilizante y alienante de la televisión privada comercial y algunos caso de programación pública.

El Pueblo como director de una nueva oferta mediática

Necesitamos un pueblo que no solo vea la pantalla sino que también observe, analice, interpele y discuta qué tipo de contenidos televisuales deben acompañarnos, alertarnos y formarnos durante una encrucijada tan compleja como esta.

Necesitamos convocar a un pueblo que no solo sea capaz de descodificar la actual madeja de mensajes sino también de producir los suyos. Esa es nuestra responsabilidad. Chávez nos ha reiteradamente convocado a dar cada cual su grano de arena en la construcción de una comunicación libertaria y socialista. Callar puede acarrear que seamos más frecuentemente convidados a presentarnos en esa televisión de buenas intenciones aunque anacrónica… pero no a cambiar las cosas en un ámbito en el que nos jugamos el proceso Bolivariano.. y posiblemente la vida. La posibilidad de construir una nueva comunicación es decisiva en la construcción de una nueva hegemonía y un nuevo mundo en vía al socialismo.

El humilde pero necesario aporte teórico-critico

La Cumbre Latinoamericana de Comunicación propuesta hace muchos meses por Fernando Buen Abad hace parte de este trascendente cambio radical de concepción de una televisión como producción técnica de mercancías facturadas en y por empresas o instituciones televisuales, a una televisión como práctica socio-política protagónica y emancipatoria, con contenido e inspiración, olor y sabor a pueblo.

Construir una comunicación a la altura de los tiempos no es una tarea que pueda cumplirse sólo con olfato periodístico, intuición maravillosas intenciones. La variable teórico-crítica tan peligrosamente desmerecida en aras de un pragmatismo suicida, tiene algo qué consultar y qué decir.

Callar todo esto sería como querer tapar el sol con la sesuda luz hermenéutica que sobre la compleja realidad que atravesamos nos ofrece a diario el rochelesco profesor Lupa.

Ya varios pequeños colectivos, dispersos pero sintomáticos de la buena salud de los medios televisual, radial y de prensa escrita y digital. Profesionales de medios que vienen sistemáticamente reuniéndose a veces al margen de las instituciones en que laboran o colaboran para evaluar, estudiar e imaginar propuestas a la grave pero todavía re-encauzable coyuntura.

O estudiamos, discutimos e inventamos nosotros mismos unos medios nuestros y dialógicos que profundicen la política y politicen los medios… o quizá erremos buscando remedar o parodiar a CCN, RCTV y Globovisión.

delgadoluiss@gmail.com



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Luis Delgado Arria


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