Las informaciones que nos llegan de Libia conforman un bodrio inexplicable donde cada quien prefiere tejer su propia concepción de cómo marcha la terrible situación que padece un pueblo que, hace unos meses, era el que tenía el mejor nivel de vida dentro de un continente extenso, milenario, castigado de tantas penurias y pobreza en casi todos sus países.
Africa, dotada de tantos recursos, siempre fue vista como una colonia de las grandes potencias que buscaban de ella sus tesoros, incluyendo los humanos, que durante siglos fueron tratados como objetos que compraban y vendían por su valiosa fuerza laboral.
A sus puertas, Libia un país musulmán que había alcanzado niveles preponderante en salud, en educación, en asistencia social, en inclusión y que, muy lamentablemente, sectores imperialistas socavaron sus estructuras para desatar el más vil y descarado de todos los atropellos que se han generado en los últimos tiempos.
Una Otan asesina que hasta la fecha se estima más de cincuenta mil civiles inocentes, mujeres y niños, que han perdido la vida, producto de la irracionalidad de un sistema imperialista cruel, perverso, degenerado, inmoral que nada le importó la paz y tranquilidad de una sociedad que servía de ejemplo a tantos países hundidos en la miseria.
Aunque aún Libia resiste, quién podrá borrar esta invasión y masacre. Quién olvidará tantos muertos que ha pulverizado la armonía del país. Pasarán años, quizás siglos, para que nuevamente los libios se vean como hermanos, después de esta arremetida de los asesinos que se muestran como salvadores del mundo. Lo peor, lo asqueroso, es ver como algunos venezolanos que somos patriotas, que amamos las libertades, la independencia y la vida, disfrutan de este festín de ingratos que encabezan presidentes de potencias que, por casualidad, sus sociedades reclaman atención ante duras medidas económicas que cada día los ahogan en sus propios países.
(*)Periodista
santanajerez@hotmail.com
