Presidente, dése un auto-golpe, y no de pecho...

Desde la perspectiva de su dirigencia, este proceso está pasando por una crisis frente a la cual, me parece, el pueblo tiene que ir haciendo algo, además de calársela como siempre. Prácticamente cualquier cosa relativa al gobierno que pongamos al azar como ejemplo nos conduce en este momento a la misma conclusión: que este proceso... lo que está haciendo actualmente es... dar muestras de una debilidad inútil, incomprensible, injustificable.

A parte de una ya casi legendaria ineficiencia gerencial, no hay coraje (sin lo cual tampoco hay revolución) para la denuncia, ni mucho menos moral para la renuncia. Ahora bien, éstas son catalizadores naturales en cualquier empresa humanista, incluso a veces sus indicadores más preciados. Lo que vemos, en cambio, es una pose constante por parte de la dirigencia; por lo general un festejo inapropiado, inmerecido de sus escasos resultados; un exhibicionismo hacedor que no alcanza bien a "tapar" lo no hecho, por no hablar de lo mal hecho; y sobre todo un pavor generalizado, cazador de herejes, frente a la iniciativa popular de contraloría social (la cual debería más bien llamarse "contraloría popular") so pretexto de principios disciplinarios (...?). ¿No es acaso más que sospechoso el obvio pánico a la denuncia frontal contra la cual siempre alegan nuestros dirigentes excusas de orden supuestamente estratégico?

Un proceso rebajado a rosca, el revolucionario a un gana-pan. Nada que ver con hace tres o cuatro años, cuando lejos de ser perfecto, al menos se creía... Hoy la creencia en el proceso se parece más bien a la religiosa, donde no queda otra cosa que tener fe en un dios, o sea Chávez, el dios de esta revolución. Y a la buena de quien todo debe arreg... Pero ese dios no es infalible, y ya basta de excusar su inocencia, su parte de responsabilidad en la tragedia -que es el único nombre apropiado para la actual circunstancia-. También basta de excusas pseudo anti-imperialistas, pseudo-anticapitalistas: ¿de qué sirve un discurso semejante, tan apasionadamente rojo, si no se logra un cuarto de las reivindicaciones sociales que tienen a veces lugar en países con gobiernos ultra-liberales, de derecha?

Eso se llama hacer el ridículo, y tiene por consecuencia un merecido desprestigio: ¡cómo pasar de ser LA referencia, LA esperanza para tantos pueblos, a ser una burda caricatura de lucha, habida cuenta de tanto olvidado, tanto ignorado, tanto mal hecho, y no por falta de medios..!

¿Y a quién habrá que ponerle esta vez, me pregunto, el sombrerito de burro? ¿Al de siempre? ¿Al pueblo? El gobierno de Chávez, su gabinete, en cualquier otra parte del mundo tendría una sanción popular. Pero en Venezuela, por la oposición que tenemos, que de ganar nos colgaría a todos del horrendo mástil que en el bicentenario nos impusieron inconsultamente por monumento, no nos podemos dar ese lujo. ¿Qué es lo que nos queda, pues, como única solución (tardía, de parches), si no que Chávez se diese cuanto antes un auto-golpe de Estado, que operase drásticamente un verdadero -no falso, como hasta ahora- reajuste gubernamental?

Asuma sus enemigos, Presidente: no los mantenga cerca para controlarlos mejor, pues NO los controla, y usted termina pasando por un necio.

Aun con el reajuste, hay que admitirlo, estaríamos en el plano de las apuestas, de la incertidumbre. Pero las oportunidades históricas no se tienen dos veces, y, cuando se presentan, no sirve de excusa que vengan sin cartilla, sin modo de empleo. Vale más asumir, en tales circunstancias, que el intento vale la pena, y que la experiencia nos hará más fuertes, en todo caso, para una próxima ocasión. Sin olvidar que aquellos que están al frente (nuestros dirigentes) son, por definición, los verdaderos responsables de todo eventual fracaso, aunque por tradición sea el pueblo quien más sepa en carne propia de condenas.


xavierpad@gmail.com


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Xavier Padilla


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