Hija 13

Tener una hija de trece años produce varias sensaciones. Infinitas se puede decir. Una de ellas es conectarse con lo que, producto de una evidente brecha generacional, se podría perder una persona de 45 años en lo que tiene que ver con la música. Y ni decir lo que se puede dejar de escuchar si no se tiene el oído y la mente abierta. Así llegué, entre otros, a escuchar con detenimiento el trabajo de Calle 13.

Tuve la fortuna de asistir, con la premura que dio su muerte temprana, a varios conciertos de Alí Primera. Que no eran de Alí solamente, pero él siempre cerraba y era la estrella. Lo único en común que vi entre aquellos conciertos y el polémico de La Carlota, es que eran larguísimos y había que esperar muchas horas para escuchar a “El cantor del pueblo”. Decenas de grupos le hacían el “telón”. Unos mejores, unos peores pero todos envueltos en una consigna.

En un eslogan. La solidaridad, la justicia y la paz.

En este último, al que no asistí, no había que esperar a Alí. Él era la consigna. Una consigna “vendida” tardíamente y de peor puesta en escena. De ahí, o de Alí en adelante, no hubo forma de arreglar un entuerto con “falla de origen”. Pero de ahí, o de Alí en adelante, a rasgarse las vestiduras en nombre ya ni se sabe cuántas cosas, no digo que hay un trecho, hay mucho de pacatería y doble moral revolucionaria.

Y es que desde el que “y aunque diga groserías el pueblo tiene derecho” de Alí, hasta “Yo no lucho por un terreno pavimentado, ni por metros cuadrados, ni por un sueño dorado… Así que no te me pongas majadero, porque yo vengo con apetito de obrero… A comerme a cualquiera que venga a robarme lo mío (…) Yo soy el Napoleón del caserío ¡Oye! Esto se lo dedico a los que trabajan con un sueldo bajito… Pa’ darle de comer a sus pollitos.

Yo no lucho por un terreno pavimentado, ni por metros cuadrados, ni por un sueño dorado… Yo lucho por un paisaje bien perfumado y por un buen plato de bistec encebollado”, de Calle 13, que alguien pretenda definir lo que es y lo que no es revolucionario es cuando menos, y por la medida chiquita, de una prepotencia infinita. Como las sensaciones que me produce mi hija de trece.


mechacin@gmail.com


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Mercedes Chacín


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