Tanto a María Corina Machado como a quienes piensan como ella, le es sumamente conveniente que se mantenga firme el gobierno de Nicolás Maduro a fin de continuar obteniendo -como Julio Borges, Juan Guaidó, Leopoldo López, Edmundo González y Antonio Ledezma, entre otros «exiliados»- beneficios económicos de los grupos derechistas del extranjero, principalmente de Estados Unidos, por lo que su mensaje se ha hecho repetitivo y sin base en la realidad del país. Esto explica la posición asumida por la representante de la extrema derecha al desconocer y tergiversar siempre los resultados electorales, anunciando una vez más la caída inminente de Maduro por las presiones del gobierno estadounidense, gracias a la revocatoria de la licencia otorgada a la empresa Chevron para comprar petróleo a Venezuela y el endurecimiento de las medidas coercitivas de la Casa Blanca dirigidas a explosionar la economía nacional y generar en el país un descontento popular generalizado. Son, sin duda, mercaderes del miedo. Por eso, lo promueven en todas las instancias posibles, obteniendo provecho de las ansiedades ajenas.
Se percibe que hay en ella un gusto algo esquizofrénico por pintarle cosas a sus seguidores que rayan en la fantasía, una fantasía patológica que busca sembrar caos, terror y muerte en nuestro país, sin siquiera animarse a reconocer los daños causados a numerosas familias venezolanas, incluyendo la pérdida de algún ser querido durante las güarimbas y los demás hechos de violencia que ha desatado su resentimiento por no conseguir el poder político tantas veces anhelado, pero que el pueblo venezolano se lo ha impedido gracias a su resistencia (así suene a propaganda oficialista). Es un hecho cierto la marcada dependencia emocional, política y financiera que sostiene la susodicha dirigente ultraderechista respecto a Donald Trump y de aquellos que, como el ex presidente Álvaro Uribe Vélez (sindicado de mantener vínculos estrechos con el narcotráfico colombiano) pretenden derrocar al gobierno chavista y reemplazarlo por uno más acorde con sus intereses geopolíticos de control de la región sudamericana y, de un modo muy especial, de las riquezas del subsuelo venezolano. Nada de eso ocurrirá mientras se mantenga en alto la dignidad del pueblo bolivariano de Venezuela, por lo que Nicolás Maduro y su equipo de gobierno deberán esforzarse aún más para que la situación económica deje de depender de las fluctuaciones artificiales del dólar y se fortalezca el bolívar, aunado a los acuerdos bilaterales y multilaterales que se establezcan con otras naciones para hacer realidad este objetivo estratégico.
La estabilidad del gobierno de Nicolás Maduro resulta, aunque se niegue, beneficioso para los representantes principales (o más publicitados) de la extrema derecha. Sus constantes ataques y exigencias de intervención de toda clase de parte del régimen de Estados Unidos, lo mismo que de Europa, tienen sus dividendos, lo que, aguas abajo, provoca enfrentamientos, descalificaciones y zancadillas que niegan la aparente unidad que proclaman cada cierto tiempo. La seguridad con que buscan transmitir a sus seguidores y al mundo en torno a una inminente caída del chavismo tiene como uno de sus objetivos la ayuda económica que percibirán mientras esto suceda. Por ello no dudan en fantasear con un alzamiento generalizado de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana o de la población, dado su descontento ante la situación económica que la afecta, producto, precisamente, de las demandas de bloqueo o de sanciones coercitivas de la oposición extremista. Esto les lleva a aprovechar la tendencia de Trump y de sus asociados al señalar a Irán como una amenaza a la seguridad mundial y, en vista de los vínculos entre éste y Venezuela, echan mano al bulo de que esta última estaría colaborando con los iraníes para la construcción de armas nucleares, anhelando un ataque misilístico desde territorio yanqui.
Si no fuera entonces por la estabilidad del chavismo como fuerza gobernante, poco haría la derecha ultrareaccionaria. De nada valdría su propaganda desquiciada ni sus planes macabros de desatar la violencia política en todos los estados del país. Su último y único lugar de sobrevivencia siguen siendo las redes sociales y la cobertura que aún pueden brindarle las empresas de información que se mantienen en contra del gobierno de Maduro. Con eso pretenden mantener una vigencia que hace un largo tiempo caducó y lo hacen para estar en la primera fila al momento de ordenarse el secuestro de los activos que todavía se encuentran en el extranjero, como la corporación petrolera Citgo o Monómeros, para recibir una cuantiosa tajada del botín, a semejanza de una partida de bandoleros. Para la dirigencia opositora ultrareaccionaria nada cuenta la paz, la democracia y el progreso económico de Venezuela en tanto no sea ella la que disponga qué clase de destino le correspondería al país y cuál sería su mayor aliado, es decir, la metrópoli que lo controle cual colonia. Como saben que esta es una situación cuesta arriba, se contentan con obtener las dádivas que les dan sus tutores políticos a costa de la estabilidad del gobierno de Nicolás Maduro. Así de sencillo.