Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo VI del Tomo II de “El Capital” (V)

¿Bajo qué formas distintas se presenta el fenómeno del almacenamiento?

Debemos investigar ahora hasta qué punto los gastos de almacenamiento responden al carácter peculiar de la producción de mercancías en general y a la producción de mercancías en su forma general y absoluta, es decir, a la producción capitalista de mercancías, y hasta qué punto son comunes a toda producción social, aunque dentro de la producción capitalista asuman una forma específica, se manifiesten con una modalidad especial.

A. Smith ha expuesto la peregrina opinión de que el almacenamiento constituye un fenómeno peculiar de la producción capitalista. Ciertos economistas modernos, por ejemplo Lalor, afirman, por el contrario, que disminuye a medida que se desarrolla la producción capitalista. Sismondi lo considera incluso como uno de los lados negativos de ésta.

En realidad, el fenómeno del almacenamiento se presenta bajo tres formas distintas: bajo la forma del capital productivo, bajo la forma del fondo individual de consumo y bajo la forma del almacenamiento de mercancías o de capital-mercancías. Bajo una de estas formas disminuye relativamente cuando aumenta bajo otra, aunque, en términos absolutos, pueda crecer bajo las tres formas al mismo tiempo.

Es evidente por sí mismo que allí donde la producción tiende directamente a la satisfacción de las propias necesidades y sólo se produce en pequeñas proporciones para el cambio o la venta, es decir, cuando el producto social no reviste nunca o sólo reviste en una pequeña parte la forma de mercancía, el almacenamiento de mercancías sólo puede constituir una parte pequeña e insignificante de la riqueza. En cambio, aquí, el fondo de consumo, especialmente el de los medios de vida en sentido estricto, es relativamente grande. No hay más que fijarse en la economía tradicional de los campesinos. La mayor parte del producto se transforma directamente, sin almacenamiento de mercancías —precisamente porque no sale de manos dé su poseedor—, en medios de producción o medios de vida almacenados. No adopta la forma de almacenamiento de mercancías, y en esto es en lo que se basa A. Smith para decir que en las sociedades fundadas sobre este tipo de producción no se da el fenómeno del almacenamiento. Y es que A. Smith confunde la forma del almacenamiento con el almacenamiento mismo y cree que hasta nuestro tiempo la sociedad vivió siempre al día o expuesta a las contingencias fortuitas del mañana. Esto es una equivocación demasiado pueril.

El almacenamiento en forma de capital productivo se presenta bajo la forma de los medios de producción que figuran ya en el proceso de producción o, por lo menos, en manos del productor y, por tanto, de un modo latente, ya en el proceso de producción. Ya hemos visto que, al desarrollarse la productividad del trabajo y, por consiguiente, al desarrollarse también el sistema capitalista de producción —que contribuye más que todos los sistemas de producción anteriores al desarrollo de la fuerza social productiva del trabajo—, crece constantemente la masa de los medios de producción (edificios, máquinas, etc.) incorporados de una vez para siempre al proceso y que figuran constante y reiteradamente en él, durante períodos más largos o más cortos, y que el incremento de estos medios es al mismo tiempo premisa y efecto del desarrollo de la fuerza social productiva del trabajo. El crecimiento no sólo absoluto, sino relativo de la riqueza bajo esta forma (v. libro I, cap. XXIII, 2 [pp. 565 ss.]) es lo que caracteriza, sobre todo, al sistema capitalista de producción. Pero las modalidades materiales de existencia del capital constante, los medios de producción, no consisten exclusivamente en estos medios de trabajo, sino también en materias primas en los más diversos grados de elaboración y en materias auxiliares. A medida que aumenta la escala de la producción y que se acentúa la fuerza productiva del trabajo a través de la cooperación, de la división del trabajo, de la maquinaria, etc., crece la masa de las materias primas, de las materias auxiliares, etc., absorbidas por el proceso diario de reproducción. Y estos elementos tienen que hallarse disponibles en el lugar de producción. El volumen de este almacenamiento existente en forma de capital productivo crece, pues, en términos absolutos.

Para que el proceso no se interrumpa —prescindiendo en absoluto del problema de que estas existencias almacenadas deban renovarse diariamente o sólo en determinados períodos de tiempo—, es necesario que en el lugar de producción se acumulen siempre más materias primas, etc., de las que puedan consumirse diaria o semanal -mente, por ejemplo. La continuidad del proceso exige que la existencia de sus condiciones no dependa ni de una posible interrupción en las compras diarias ni del hecho de que el producto-mercancía se venda diaria o semanalmente y, por tanto, sólo pueda convertirse nuevamente en sus elementos de producción de un modo irregular. Es evidente que el capital productivo puede hallarse latente o almacenado en muy diversas proporciones. Existe, por ejemplo, una gran diferencia según que el hilandero tenga que dejar el algodón y el carbón inactivos durante tres meses o solamente durante uno. Como se ve, pues, este almacenamiento puede disminuir relativamente, aun aumentando en términos absolutos.

Esto depende de diversas condiciones, que se reducen todas ellas, en lo esencial, a la mayor celeridad, regularidad y seguridad con que la masa necesaria de materias primas pueda suministrarse para que no se produzcan nunca interrupciones. Cuanto menos se den estas condiciones, es decir, cuanto menores sean la celeridad, regularidad y seguridad de ese suministro, mayor tendrá que ser la parte latente del capital productivo, es decir, de las existencias de materias primas, etc., almacenadas en manos del productor y pendientes de su elaboración. Estas condiciones se hallan en razón inversa al grado de desarrollo de la producción capitalista y, por tanto, a la fuerza productiva del trabajo social. Y lo mismo ocurre, por consiguiente, con el almacenamiento bajo esta forma.


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Nicolás Urdaneta Núñez


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