Ley contra el odio ¿y Vivas Santana?

—Aló.

Ya va, es que este perro está ladrando y no me deja oír.

—Camará soy yo.

Será que ese perro no puede oler un político porque empieza a ladrar.

—Tiene que ser.

Cómo está usted, qué me cuenta de nuevo.

—De nuevo solo el precio de la comida.

Se disparó todo.

—Así es, y no se esté quejando mucho porque le pueden aplicar la ley contra el odio.

—Esa es otra, camará.

Esa ley contra el odio es como aquella ley de vagos y maleantes.

Por ahí salía cualquier prefecto o quien quisiera y lo señalaba como vago y pa’l Dorado iba a dar.

Lo que han hecho estos es cambiarle el nombre para justificar o estar a derecho, como dicen ellos, para meter a quien sea preso.

Además, en un país donde todo el mundo anda ar.

—Epa cuidado y se le sale una mala palabra.

No ve que después censuran a los aporreados.

—Eso es verdad. Le aplican la ley contra el odio.

Como le decía, en un país donde todo el mundo anda con una tibiera encima, a cualquiera que le vean la caratula le aplican esa ley.

Es la única que aplican, no tienen otra.

Es como el jabón azul, les sirve para todo.

Por ahí ya iban a meter un médico preso aplicándole la bendita ley esa.

—Como anillo al dedo les quedó.

Hay que darle un premio Nobel al que impulso esa ley.

Con esa bicha resolvieron todos los problemas.

—Si usted se queja por algo le aplican esa ley porque está instigando al odio.

Pero yo le voy a decir la verdad.

Aquí lo que instiga al odio son esas acciones que toman todos los días.

Acciones que nos tienen hundidos y comiendo caramelos.

Cualquier cristiano que reclame sus derechos está instigando al odio.

Y de una lo van a buscar para que no ande de perreroso.

—Para muestra un botón.

Si nos ponemos a hacer una lista, por lo menos necesitamos una resma de papel para terminarla.

A cuántos no han mandado de cabeza al bote amparados con esa ley.

—Mírele la cara a la gente y lo que ve es tibiera.

Si los pinchan no botan ni sangre.

Andan contenidos con ganas de darle una mano y no de cambur al primero que les diga algo.

¿Qué sabe de Vivas Santana? Camará

—Vivo está, por lo que leí.

La esposa muy preocupada por la salud del muchacho.

—No es para menos, si él siempre comentó que sufría de problemas de salud.

Tratar a un ciudadano como un trapo, Dios bendito.

Le han aplicado la ley del odio y del olvido.

—Yo creo que ni el taita Boves tenía tanto odio entre pecho y espalda como estos.

Y que me perdone Dios.

Pero esto no tiene medida.

—Así es, Camará.

Solo Dios sabe de qué tamaño es ese resentimiento.

Es que no se puede decir nada que les moleste sus tiernos oídos.

Ya estamos como en tiempos de Gómez.

Tienen varias rotundas, ¿así era qué se llamaba?

—Usted me ha visto cara de historiador acaso.

—En Aporrea dicen que usted es escritor.

—Se los reclamé una vez, para que corrigieran eso. Les dije que ese título era mucho camisón para Petra, que en tal caso pusieran escribidor como aquella novela de Vargas Llosas, éste como que les cae mal.

Pero no hicieron caso.

Mire, con esa ley contra el odio tienen a todo el mundo agarrao por las mochilas.

Dios se apiade de Vivas Santana y de los demás también.

Pero no se ve bueno el horizonte.

Así estamos, si alguien dice algo y no les gusta, porque nada les gusta, le aplican la ley contra el odio por el pecho.

Y le dijo: Por ahora, apriete.



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Obed Delfín


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