A Marielle

Qué hermosa sonrisa, me dije, cuando vi tu fotografía y leí la infausta noticia de tu asesinato. Esa sonrisa que esparcías como un regalo a los niños, mujeres y hombres de las comunas pobres de la urbe carioca. Ese gesto de alegría era el mar de felicidad que te embargaba tras entregarte sin demora ni obstáculos a la eterna lucha por el hombre histórico.

Eras la voz de los indignados, por lo que se multiplicaron tus constantes obligaciones surgidas a partir de tu voluntaria declaración de principios. Asumías las consecuencias de la lucha y llevabas en tu corazón encriptada cada lágrima, cada carencia, cada desaliento, porque no militabas en la indiferencia de sus males, que eran los tuyos. Fuiste esa guerrera incólume, hasta que los enemigos de la justicia desataron, una vez más, su furia.

Te implicaste en múltiples batallas, pero por las mujeres de las favelas entregaste el alma, ya que sus sufrimientos eran para ti la mayor afrenta. Y más allá, porque sabías que una de ellas podría calentar tus sábanas y tus amaneceres, acompañarte y amarte.

Afrodescendiente, con mil historias talladas en la piel de infortunios ancestrales. Única concejala negra en Río de Janeiro, electa por el coraje desplegado a raudales. Socióloga, militante de izquierda y lesbiana, suficientes motivos para retar a un patriarcado machista, racista y homófobo.

Por todo esto tenían que cortar tus alas, las mafias y los políticos degradantes que ordenaron a sus esbirros acribillarte con las balas oprobiosas que esconden para los grandes. Esas mismas que atravesaron a Gaitán, el Che, Gandhi, Malcome X, Lenon, Allende o Luther King y a tantos otros activistas sociales en tierras de nuestra americana.

Porque las vidas como la tuya, Marielle, se vuelven un huracán de odio para los que mueven los hilos del dinero y el poder.

Vuela alto, hacia el espacio reservado donde moran los ángeles del amor.

 

isabelfalcon@hotmail.com

 



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